23 | A 40,142 kilómetros de la luna.

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HUNTER

El timbre resuena por todos los pasillos del instituto dando por terminada nuestra última clase del día: química. Me desabotono la bata blanca mientras miro por debajo de las pestañas a Harry guardar retirarse los guantes de látex de las manos, me relamo el labio.

—¿Qué piensas hacer hoy por la tarde? —Inquiere de repente rompiendo el pequeño silencio que se había instalado entre nosotros.

Me quito la bata, la doblo y la pongo encima del pequeño banco en el que hace unos minutos estaba sentado mientras combinábamos sustancias químicas que, para ser sincero, ni siquiera sabía cuáles eran. El listo en esta materia, el que entiende todo al instante es Harry, no yo. Qué suerte que es mi compañero de clase. Me ajusto la camiseta y el pantalón repasando mentalmente mi itinerario que, por supuesto, no existe solo para meterle suspenso al momento.

Entonces arquea una ceja, esperando mi respuesta.

—Pues si mi larga lista de pendientes está dispuesta a esperar más tiempo... Nada, no tengo nada que hacer hoy —sonrío.

Pone los ojos en blanco.

—¿Sabes qué otra cosa está larga? —Murmura.

—¿Qué?

Toma mi mano y, por debajo de su bata blanca que no se ha quitado aún, la lleva a su entrepierna.

—Esta —y sonríe de oreja a oreja con evidente picardía en su voz.

Pongo los ojos en blanco y le doy un apretón que lo toma por sorpresa.

—Vaya, qué atrevido te estás haciendo en público, Moore...

—Te das a llevar y no aguantas, ¿te fijas? —Digo sin dejar de sonreír.

—Pues perdón...

Sin decir más, me suelta y se quita la bata para después dejarla sobre la mesa mientras guarda sus cuadernos en la mochila. Cuando termino de hacer lo mismo, me la coloco en el hombro lo espero de pie para salir juntos del laboratorio.

—¿Por qué preguntabas? ¿Quieres hacer algo?

—Posiblemente, ¿sino para qué hablo?

—Cierto —me relamo los labios—. ¿Qué te apetece hacer...?

—¡Espera! —Dice interrumpiéndome, alzo una ceja para motivarlo a continuar cuando se queda callado unos segundos que se me antojan eternos. Después una sonrisa aún más amplia aparece en su rostro mostrándome la hilera de dientes perfectamente cuidados—. ¿Acabas de decir «apetece»?

Frunzo los labios, me encojo de hombros y asiento.

—¿Quién dice «apetece» en pleno 2022?

—Los chicos con buen léxico como yo.

—Ay, cálmate.

—Sino ¿qué?

—Haré esto —y, sin pensarlo, se lanza sobre mí y me planta un pequeño beso en los labios que me hace ruborizarme.

Por supuesto me ha tomado por sorpresa, y también porque aún hay dos chicas entre las mesas de enfrente del salón que están terminando de guardar sus cosas sin prestarnos la más mínima atención. Trago saliva con dificultad cuando veo que Harry comienza a reírse descaradamente al ver mis mejillas totalmente rojas.

¿En serio acaba de besarme, prácticamente, en público?

—¿Ahora comprendes por qué eres mi Elmo?

—¿Tuyo? ¿Dónde me ves el título de propiedad?

—¿En serio quieres que te lo enseñe? —Pregunta y puedo captar al instante el doble sentido en su pregunta, o, más bien, el verdadero sentido de su pregunta.

Tan cerca de la luna [UE#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora