Cabezas decapitadas...

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Nadie hubiera supuesto que aquellos siete personajes sentados alrededor de la larga mesa de banquetes se pudieran considerar los seres más depravados del mundo. Porque todos ellos ofrecían un aspecto elegante, su físico mostraba algunas de las cualidades que merecen el calificativo de bellas y la seriedad de sus expresiones resultaba la adecuada en unos comensales que se disponían a protagonizar un encuentro escasamente festivo, aunque tenían delante sendas bandejas de plata, vacías, que no parecían estar esperando recibir unos manjares. Sólo fijándose en el opaco reflejo de las catorce pupilas se llegaba a intuir, vagamente, la cualidad excepcional de unos pensamientos en ebullición. Porque, a pesar de la quietud de sus cuerpos, la agitación tumultuosa de sus mentes casi generaba un sonido audible. La estancia se hallaba decorada con una sobriedad medieval, ocho siervos encapuchados esperaban en las dos enormes puertas cerradas, más allá de los lóbregos vitrales aguardaba la noche, y en lo alto de la bóveda del techo pendían un falo humano gigantesco en erección de cuatro metros de longitud, una vagina abierta no menos descomunal y la cornamenta del Rey de las Tinieblas dela Lujuria que, en el centro de las dos representaciones anteriores, las dominaba. La persona que presidía la mesa se llamaba Gerard Vintras, vestía un smoking,igual que los otros tres hombres que le estaban contemplando, y su camisa y su corbata eran de un rojo intenso, mucho más oscuro en esta segunda prenda con el fin de que destacase sobre las otras. Sus cabellos aparecían largos y lacios, su nariz grande, sus labios excesivamente delgados, la piel de sus manos ofrecía una tonalidad blanco azulada y su barbita y bigote se exhibían perfectamente recortados. Ocupaba una silla impresionante de madera gruesa y negra, cuyo alto respaldo sobrepasaba su cabeza para dejar al descubierto la talla del pentagrama del Símbolo de Bafomet, el diablo adorado por los templarios. Una cruel sonrisa alteró la horizontalidad de la línea de su boca, sus ojos parecieron saborear la expectación de los seis individuos que le estaban mirando y, al fin, comenzó a hablar:

-Voy a olvidar toda la terminología ritualizada con la que siempre nos hemos comunicado los miembros de la Orden de los Diablos Lujuriosos de Oriente. Porque os he sentado alrededor de esta mesa para juzgar vuestro comportamiento durante los últimos meses: ¡no ha podido ser menos respetuoso con la Norma Escarlata!. Empezaré por la Bruja Marian, Gran Sacerdotisa de nuestra Orden,a la que creí una sucia vagina infestada de los más repugnantes humores, capaz de comunicar el Orgasmo Mental con su sola presencia y de dirigir las Misas Negras. ¡Pero ha vendido sus preciados tesoros al vil hechizo del dinero! ¡Por un puñado de libras esterlinas acaba de entregar a un editor avispado un libro, en cuyas quinientas páginas nos convierte a todos en simples payasos! ¡SÍ, EN PAYASOS DE UNA RAMPLONA CODICIA!

-¡Estáis equivocado, Maestro! -exclamó la acusada, más blanco su rostro que la túnica que vestía.

-¡Calla, maldita pécora de vigésima fila! La voz de Gerard Vintras no había sido alta; pero su impacto emocional incrustó a la joven rubia materialmente en el respaldo del asiento; a la vez, sus ojos azules se hicieron acuosos, su recta nariz aleteó en las uniones con el labio superior y sus senos de pezones siempre erectos redujeron a la mitad sus volúmenes. Porque el miedo la había sumido en un singular estado de frigidez.

-Llevas veintinueve meses en la Orden. Te impusimos la obediencia masoquista con el látigo, la sumisión ninfomaníaca con el sexo, y la Fe con el dolor orgásmico de cuya saturación germina el Placer Supremo. ¿Qué has hecho con ese dinero que se te ha pagado? ¡CONTESTA AHORA MISMO! La Bruja Marian desechó inmediatamente un primer impulso de mentir y, aunque no esperaba obtener una reducción del castigo al que se había hecho merecedora, descubrió la verdad:

-Se lo he transferido a mis padres por medio de una operación bancaria.

-¡Debilidad sobre debilidad en «la mujer sin piedad» de nuestra Orden! ¡La Vagina Perversa ha vuelto a recuperar sus sentimientos humanos aprovechando mi obligada ausencia de dos meses!¿Has olvidado que renegaste ante Bafomet, escupiendo y arrojando las heces de tu menstruación sobre la fotografía de tus padres, de ese amor convencional que te unía a dos seres inferiores?

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