Segunda Parte

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Su mano libre viajó por su propia voluntad, deslizándose debajo de la camisa de algodón y contra la cálida piel. En un movimiento que impresionó a ambas, la errante mano se cerró sobre la suave copa de encaje y apretó un poco. Andrea jadeó y su cuerpo se arqueó en el tacto.

-Te gusta esto, - Len observó, dándole al firme montículo otro apretón y disfrutando la reacción inmediata. Dejó su mano donde estaba, bajó su cabeza hasta que sus labios estuvieron contra el oído de su amante. -Andrea, - dijo roncamente. -Te amo y deseo hacer el amor contigo. - Enfatizó su declaración chupando un dispuesto lóbulo, después maniobró hasta la boca de Andrea. Teniendo cuidado de no golpear la espinilla de la mujer de más edad, Len deslizó su pierna derecha entre las más largas.

-Len...- Andrea tenía todas las intenciones de parar  antes de que fuera demasiado lejos, pero en vez de eso su cuerpo obedeció a su mente, su mano se cerró alrededor de la de Len, alentando más exploración. Andy estaba ardiendo y luchó por encontrar una razón para resistirse. -N- no debemos. -

- ¿Por qué? - La rubia mujer sacó su mano de debajo de la camisa de algodón y miró a su amante con toda seriedad. - ¿Dime por qué debemos continuar negándonos esto a nosotras mismas?

-Lo prometí...- Los dedos presionaron contra los labios llenos. - ... A mi padre...

-No. - Había una sosegada cólera en la voz de Len. -No Andrea. Puedes prometer muchas cosas, pero renunciar a tu felicidad para siempre no es una de ellas. - Suavemente trazó una definida ceja negra. -No puedes obligarme a prometer renunciar a mi felicidad, tampoco. - Esperó un reclamo, pero como hubo continuó. - No conozcí a tu padre y tampoco es que le deba algo. Te tengo a ti y me quiero entregar completamente.

Sus ojos se agitaron bajando para estudiar los labios antes de viajar de regreso para llegar a perderse en ese pozo de interminable verde. Andrea no se movió, todavía luchando con sus demonios internos. Apoyándose sobre su codo derecho, Len utilizó su mano izquierda para soltar su blusa, trance que la hacía exponer cada vez más carne cuando cada botón fue desabotonado. Sonrió en la intensa mirada en los ojos de Andrea. Una vez que la camisa color rosa colgara holgadamente, Len tomó la mano más grande en la suya y la trajo al área cubierta por la seda beige.

-Por favor, no, no luches contra esto, - susurró cuando sintió la resistencia de Andrea. Presionó su pecho contra la cálida mano y gimió cuando sintió el tentativo apretón. Otro apretón y estaba segura que simplemente moriría sin que su amante la tocara. Sintió que era empujada sobre la cama y no se opuso. Largos oscuros cabellos cosquillearon su cara y la lengua que buscando entró a su boca era completamente insistente. «Nada puede sentirse mejor que esto». Pensó para sí misma ansiosamente cuando devolvió el beso con igual frenesí.

-Te amo, - Andrea exhaló cuando el beso finalmente terminó. Apoyada en su codo, su cuerpo a medias encima de la mujer más pequeña. Sintió a Len intentar sacar la camisa gris de los jeans. -Espera. - Girando sobre sus rodillas, desabotonó y bajó el cierre de sus pantalones.

Desabrochó el último botón en su camisa y lentamente sacó los extremos. Ahora colgaba libremente en su cuerpo, bastante abierta para mostrar un vislumbrar de su brasier debajo. Con una lentitud que era tortura para el sistema nervioso de la joven mujer, Andrea deslizó el tejido gris de sus hombros, dejándolo caer en la cama detrás de ella. - ¿Este también? - Preguntó, tocando el gancho del frente de su brasier.

-Por favor, - Len pidió. Su amante sonrió ante la urgencia en su voz. Una rápida vuelta y las copas cayeron. El brasier cayó encima de la camisa y durante varios segundos ninguna de las dos mujeres habló. Los ojos de Len estaban mirando la más hermosa vista que jamás había visto y dijo tanto con la mirada en su cara. -Bésame otra vez.

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