Capítulo 19

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El resto de la semana cursó con normalidad: club de teatro, clases, almuerzo y comida en el comedor con Gael, Jailin y el resto de sus amigos, y una breve caminata hacia la casa de Alden para registrar los pequeños avances en la bitácora. El viernes llegó y, puntual como un reloj, Alden llamó a la puerta a las seis en punto para ser recibido por mi padre y Linus como si fuera el mejor amigo de todos.

Rodé los ojos frente al espejo cuando escuché a mi padre hablar sobre su juventud y la pasión con la que él y sus amigos asistían a los bolos. Si no bajaba rápido iba a contarle la historia de las apuestas, así que tomé mi señal y bajé dando brincos sobre las escaleras. Necesitaba salir de allí de inmediato.

—Es hora de irnos —anuncié, llegando directamente hacia la puerta.

Mi padre me recorrió con la mirada como si buscara algún indicio de promiscuidad recién incentivada. Bueno, estaba buscando en la chica equivocada. Mi abrigo beige cubriendo hasta mis rodillas, la bufanda blanca cubriendo mi cuello por completo y unos botines bastante monos del mismo color (elección del guardarropa de Lady Monroe), no eran precisamente para morirse de preocupación.

Mi padre suspiró.

—Desearía ir con ustedes.

Los ojos de Sophie se iluminaron y supe que debía intervenir de inmediato, antes de que fuera demasiado tarde.

—Y yo desearía haberme casado con William Arthur Philip Louis Windsor, duque de Cambridge, antes que Kate Middleton, pero la vida es dura. —Tiré del brazo de Alden hacia la salida—. Es tarde.

—Espera, Berly —llamó papá a solo unos pasos de atravesar la puerta principal.

Tan cerca.

Giré y lo miré con una súplica grabada en las pupilas. Esperaba que pudiera transmitirle mi plegaria y me dejara ir ilesa. Si lo notó, no le importó.

—¿Recuerdas que cuando eras pequeña te hablé sobre llegar a casa antes de las diez?

Cerré los ojos y eché la cabeza hacia atrás. Esperaba que no comenzara a cantarme el rollo de las drogas y los peligros de la calle. Ahora entiendo que debí enfocarme en otras aguas.

—Sí.

—¡Pues olvídalo! —soltó entusiasmado—. ¡Toma todo el tiempo que quieras!

—¡Andrés! —exclamó Sophie anonadada.

—Vamos cariño, es Alden —le susurró papá a una muy acalorada Sophie—. De hecho, no regreses, cerraré la puerta en cinco minutos.

Gruñí.

—¡Papá!

Alden, en cambio, parecía estar pasándola de maravilla. Estaba segura de que con él tampoco iba a salir ilesa de eso.

De un gruñido tiré de Alden hacia fuera y el resto del camino me vi obligada a guardar silencio y clavar la mirada en la ventana. Tenía que hacerlo si esperaba llegar con un ánimo manejable a los bolos.

Bueno, la verdad es que la mayor parte del viaje la pasé dormida, con la frente pegada al frío cristal de la ventana. Caí como un bebé y me dediqué únicamente a formar ondas de vapor con mi aliento en el cristal.

—Berly, llegamos. —Despertó Alden apartando con cuidado los mechones de cabello que me cubrían la frente.

Suspiré y me erguí un poco en el asiento del copiloto.

—Berly, ¿has estado durmiendo últimamente? —cuestionó con, lo que pareció, una mirada preocupada.

Que Alden tuviera toda su atención centrada en mi adormilada persona no me provocaba la más grande de lmucha ilusión, pero para evitarla no podía hacer nada más que responder con rapidez y desviar la mirada hacia la ventanilla opaca.

La química del amorWhere stories live. Discover now