3

1.1K 182 27
                                    

HUBO MOMENTOS EN MI VIDA en los que me dije: ¿realmente tenía que decir eso? O, no debería haberme comido ese último trozo de chocolate. O, no debería haber comprado estos pantalones porque mi trasero se ve demasiado grande en ellos. Pero ninguno de esos momentos podría compararse con éste.

En cuanto esas palabras salieron de mi boca, supe que, o bien iba a acabar muerto y mi cara iba a estar esparcida por toda la ciudad, o bien me iban a meter en una especie de mazmorra con sólo pan y agua para sobrevivir.

No conseguí parpadear antes de que me lanzara al aire y me echara por encima de su hombro, con los pantalones por los tobillos y la cara pegada a su espalda.

—¿Es un mal momento para decirte que yo también tengo hambre? — pregunté mientras me llevaba a Dios sabe dónde. Un gruñido fue todo lo que obtuve mientras íbamos de una habitación a otra, toda la sangre de mi cuerpo se iba lentamente a mi cabeza—. ¿A dónde me llevas? Es una mazmorra, ¿no?

—Jesús, ¿alguna vez cierras la boca?

—En muy raras ocasiones.— Sonreí contra su espalda—. Pero cuando estoy estresado, suelo hablar... Mucho.

—No me digas.

—Es tu culpa, ¿sabes? Me secuestraste en medio de mi descanso para comer. Mi día ya era una mierda, y ahora esto. Sólo espero que usen una de las fotos más favorecedoras cuando pongan mi cara por toda la ciudad. Mi madre cree que todas mis fotos son bonitas, pero créeme, no lo son.

—¿Por qué tendrían que usar tu foto en toda la ciudad? —preguntó, abrazándome con fuerza a su hombro.

—¿Porque me secuestraron y nadie sabe dónde estoy? 

Estuve a punto de añadir duh, pero decidí no hacerlo. ¿Estaba hablando en serio con esto, o?

—Bien —refunfuñó.

—No, pero de verdad. ¿Qué vas a hacer conmigo? Si no vas a matarme ahora mismo, siento que debo decirte que sería un esclavo terrible. 

—Me pregunto por qué.

—¿Verdad? Hablo demasiado y me río en momentos inapropiados. Por ejemplo, hace unos años, mi amiga me dijo que no podía ir a la escuela porque había perdido su conejo. Me eché a reír, porque ¿cómo coño se pierde un conejo de casa? Le pregunté si lo habían encontrado, a lo que me contestó que se había muerto. ¿Cómo iba a saber que lo decía en serio?

—Dios. —suspiró.

—Realmente no quieres venderme. Ni siquiera soy tan guapo. Quizá si durmiera más, si comiera mejor y cuidara mi salud en general, pero no tengo tiempo para eso. 

—En serio, cállate —gritó.

—No hasta que me digas qué vas a hacer conmigo.

Pasó un minuto, un minuto demasiado largo, porque, maldita sea, necesitaba saberlo. Si iba a morir hoy, al menos merecía saberlo de antemano.

—Vamos a hacer un video de ti, y luego se lo vamos a enviar a tu padre.

¿Mi padre? 

—Si no está de acuerdo con nuestros términos, bueno, Príncipe, entonces podrías morir.

Espera, espera, espera.

Espera, carajo.

¿Mi padre?

¿Wanchai Opas-iamkajorn? ¿El mismo padre que desapareció de mi vida hace quince años?

Empezó a bajar las escaleras mientras yo reflexionaba sobre lo que había dicho. —Y… mi padre.— Me aclaré la garganta—. ¿También es parte de tu grupo?

—No te hagas el tonto, Metawin. Ambos sabemos que no lo eres.— Sí, sabía que no era tonto, pero sus declaraciones anteriores no tenían sentido. Mucha gente pensaba que era italiano pero mi amor por la pasta era la única cosa italiana que tenía. Ni siquiera parecía italiano, por el amor de Dios. —De acuerdo, de acuerdo, realmente no estoy tratando de tomarte el pelo aquí, pero...— Hice una pausa—. Creo que me has confundido con otra persona.— No había otra explicación. En cuanto esas palabras salieron de mi boca, me bajó del hombro y me puso frente a él, con las piernas temblando por la posición en la que me tenía. Me agaché para subirme los pantalones cuando empezó a hablar de nuevo.

—¿Cómo te llamas?

Me enderecé y me abroché los pantalones, sacudiendo primero la pierna izquierda y luego la derecha, intentando que la sangre fluyera, sin dejar de mirarle. Ojalá hubiera tenido una cámara para capturar este momento, porque estaba ahí, escrito en su cara: la han cagado.

—Metawin. —sonreí.

—Metawin, ¿qué?— ¿Muy impaciente?

—Metawin Opas-iamkajorn.— Mi sonrisa se extendió aún más ante su expresión de horror—. ¿Ahora puedo comer algo? ¿Por favor?

—Cazzo —tronó, dándome la espalda.

Supongo que no fui el único que tuvo un día de mierda.

Casualidad ✨ BrightWin ✨ BW ✨Where stories live. Discover now