CAPITULO 9

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* * * * * * * * CAPÍTULO 9 * * * * * * * * *

Kiliam metió a mi bolsillo una pequeña daga, para luego soltarme. El Beta de Eduard se apareció detrás de mí, dándome un gran susto. Tenía miedo de que haya visto la daga. No era mi culpa tener que cargar con eso, no quería hacer un drama en público. Además nadie afirmaba que lo utilizaría.

Me subí en el lomo del lobo de Eduard para emprender el viaje. Cuando llegamos a la frontera con el mundo humano tuvimos que estar alertas, ya que esos territorios les pertenecían a los cazadores. Seguimos nuestro camino hasta el río, donde indicaba que ya había comenzado los territorios de "Tierra Oscura". Al menos eso decían.

La propiedad se extendía sobre una tierra ondulada, verde. Yo nunca había visto nada semejante; era imposible comparar mi tierra con lo que yo estaba viendo. La primavera había transformado por completo todo el bosque. Tenía un velo de rosas y hiedra, con patios, balcones y escaleras que nacían en los laterales de alabastro. Las pequeñas cabañas donde seguro vivían los aldeanos, estaban adornadas de flores.

Había árboles muy altos y el camino estaba lleno de ramas, aunque había piedras como si trazaran un sendero, aun así, los árboles altos ocultaban la mayoría de las casas tanto que yo no veía del todo. Tanto color, tanta luz del sol y movimiento y texturas... No conseguía empaparme de todo eso con la suficiente rapidez. Pintarlo habría sido inútil: nunca le habría hecho justicia a la hermosura del lugar.

Eduard se detuvo y el Beta me sujeto de la espalda para bajarme.

—Ya casi vamos a llegar— Me dijo mientras algunos guardias le entregaban algunas prendas; se ocultó detrás del árbol para transformarse. Y luego salió.

«Santa virgen de los lobos, protégeme» _ Tenía la parte superior del cuerpo sin prenda alguna, era la segunda vez que lo veía así, pero no me acostumbraba. No podía articular ninguna palabra inteligente, necesitaba quitarme mis pensamientos; ya que no podía concentrarme con su mirada y su cuerpo descubierto.

«Solo respira, inhala... exhala»_ Me dije a mi misma. No podía dejar de verlo y pronto caería en vergüenza.

— Si, claro— Pronuncié tratando de desviar mi vista hacia el suelo.

Él si tenía el descaro de analizarme perfectamente con su vista, pero yo me ponía nerviosa.

—Antes de seguir avanzando me gustaría ponerte esta venda— Me dijo desdoblando una tela negra de su mano. — Los ancianos me obligaron, ya que ellos aún no confían en ti. Pero estarás bien te guiaré

Obviamente me incomodé, sé que aún era una extraña en su país; pero me sentía triste.

—La próxima vez ya no lo harán, solo tienen algunas dudas de ti—

Asentí mi cabeza y él puso la tela encima de mis ojos. El paisaje se oscureció y ya no pude observar nada.

Sentí la presencia de varios guardias a mi alrededor y me asusté.

Tal vez mi confianza habría dominado a mi miedo si el lugar no hubiera estado tan vacío y silencioso. Sentí el aroma de las flores, así que supuse que era un jardín por el que andábamos, me hicieron seguir un sendero de grava ruidosa hacia las puertas principales de la casa, parecía callado y hundido en el sueño.

Pase mucho tiempo caminando por ese sendero, hasta que ya no escuche la grava y el piso se sentía como tierra pulida. Pude percibir que había un conjunto de lirios a mi alrededor, ya quería ver de qué color era; las campanillas empezaron a sonar, al parecer habían venido a recibirlo; la risa de niños jugando y sus pasos se hicieron evidentes, quizás habíamos pasado por una casa donde había hornos, ya que la manteca se balanceaban en la brisa tranquila, me rozó la nariz; ya empezaba a gustarme sentir todo eso sin la necesidad de ver, cuando aquel olor leve, metálico choco mis fosas nasales.

La última vez no había apreciado tanto ya me habían traído a este lugar desmayada, y al momento de salir; escape por la ventana que suponía que eran los terrenos de atrás.

El metal era un elemento muy caro para nosotros, ya que conseguirlo no era demasiado fácil; solo lo utilizábamos como uniforme para los guardias, allá en mi manada de Oriente.

—Así está mejor. — Dijo Eduard desatándome la venda.

Me había llevado por le camino sujetando mi mano. La luz me cegó unos momentos y solo pude percibir los adornos de hojas y flores hechas por el pueblo.

—Al parecer se corrió la noticia que vendría mi "compañera", hay muchas personas—Me informó

Al frente de nosotros había una puerta de madera muy grande, que a su alrededor lo cubría un muro. Realmente por estas razones se consideraba como la manada más poderosa y con grandes recursos adentro, no me extrañaría que varias veces hayan intentado atacarlos.

—Vamos adentro— Me dijo sujetando de nuevo mi mano y haciendo que ingrese.

Al ingresar observé el mismo patio que había visto desde la habitación, que me había prestado aquella vez que estuve.

—Fadiam, invita a los miembros a una reunión; necesito que la conozcan—Dijo Eduard a su Beta.

Este me dio una mirada de mala forma y se fue.

—Te presentaré ante mi hermanita; ella ha estado preguntándome mucho por ti —

Asentí la cabeza y empecé a seguir sus pasos. Necesitaba contarle la razón verdadera por la que Kiliam me dejo ir; hacerle saber que jamás lo traicionaría, pero por ahora estaba muy feliz. Lo hablaría con él a solas después de la reunión

—Hermano— Salto la pequeña que había visto aquella vez, a sus manos de Eduard

—Shime, ella es Katherine; será mi esposa pronto así que trátala bien—

La niñita me miro de reojo e hizo una mueca leve para luego asentir la cabeza.

—¿Y cuándo te casarás?, ya están viejos ambos— Comentó ella.

Eduard solo le mostró una sonrisa para bajarla y seguir caminando. Él no me había obligado a aceptar el vínculo, creo que quería darme el tiempo para que yo le dijese para ir a reafirmar el vínculo.

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Ya había terminado la conversación incómoda con los funcionarios, a los cuales no les agrade mucho. Estaban preocupados por mi llegada, y algo alterados. Cuando se levantaron para conversar a solas con Eduard, solo asentí la cabeza y tomé un largo trago de agua. Comí en silencio, tan ocupada tratando de descifrar cada palabra que había oído desde mi llegada que no noté cuando Fadiam se disculpó por hacer caer uno de los platos. Trancó la puerta principal, haciendo que no escuchara nada. Me quedé sola con el Beta que apenas había conocido.

Las paredes de la habitación se me caían encima.

—¿Quieres vino...? — Preguntó cogiendo una de las copas y la botella de vino

—Si, gracias— Mencione, cogiendo el vaso en el que me había servido

—Así que —continuó él—, ¿Cuándo vas a empezar a investigar nuestras debilidades?

Intente simular que no sabía nada acerca de eso.

—¿Qué?

—Por eso aceptaste venir, ¿verdad? ¿Por eso el Alpha Kiliam te dejo venir, no? —Me echó una mirada de costado con ese ojo verde. —Tienes razón, hablé antes de tiempo; debí decirte eso cuando me apuntaras con la daga

—¿De qué estáis hablando...?

Su cabeza inclinada hacia mi bolsillo era una respuesta suficiente. Él soltó una risita y dijo:

—Antes de que le hagas daño, sería mejor que te fueras —Farfulló

Iba a refutarle algo en la cara, cuando Eduard abrió la puerta del lugar.

—¿De qué hablaban? —


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La Venganza de la Rechazada ( Mate del alpha) TERMINADAWhere stories live. Discover now