~ ☕ ~ XIV

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El amargor es uno de los sabores básicos del café, pero el dulzor también lo es. 

Él para mí representaba las dos características del café, era un tanto amargo a la vista: serio, formal, concentrado en su trabajo y distante. Pero también era amable y cordial, era un hombre con un lado dulce, un dulzor agradable y escondido, uno que se reflejaba en todas sus preparaciones. No obstante, también sabía que parte de su personalidad se relacionaba a otra cosa: el haber perdido a su esposa. 

En cierta ocasión que tenía mi día libre caminaba por una plaza tras las compras necesarias cuando inesperadamente lo vi, sentado en una banca y con la mirada ausente. Me acerqué a saludar.

—¡Hola!

Me vio extrañado pero igualmente correspondió mi saludo. Me senté a su lado y no pronuncié más palabras. Los días ya comenzaban a ser más fríos y aquella vez no fue la excepción. De vez en cuando lo miraba disimuladamente para saber si necesitaba algo, pero él seguía inmerso en sus pensamientos.

—¿Vienes de tus compras? —Finalmente mencionó al observar mis cosas.

—Sí. Ya necesitaba de algunas y como es mi día libre, pues aproveché.

—Ya veo —volteó su mirada a la nada—. Uhm, por cierto, hablé con Francisco y me habló de... —tocó su argolla y comenzó a jugar con ella.

—Ah, no, no te preocupes. Además, eso es algo personal, quién soy para saber algo así.

—Aun así, mi manera de hablar... Es solo que, aunque no esté conmigo, ella sigue siendo... —dejó de girar su argolla y se detuvo a mirarla. «¿Cuántos sentimientos llevará consigo esa pieza de joyería?»

—Lo sé —sentía como me envolvía la tristeza—. En mi familia sucedió algo similar, así que lo entiendo. 

—Ya veo.

—Pero, será posible, y solo si tú lo deseas, que me relates qué sucedió.

Y luego de unos segundos en silencio, volteó a verme para responder.

—¿Te apetece un café?

Mi amargo y dulce baristaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt