Capítulo tres

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Ga Eul intenta seguir con su día a día fingiendo normalidad, cosa que con el tiempo le costaba cada vez más.

El ambiente familiar en su casa parecía estar destruido, pues desde la visita del patriarca de la familia So, y todo lo que aquello conllevó, Ga Eul se niega a ver a sus padres. No les dirige la palabra, ni tampoco una sola mirada. Evita tener que encontrarse con ellos, y eso la ha llevado a tener que salir de casa muy temprano por la mañana y llegar ya muy de noche. Es mentalmente agotador y también doloroso, pero ella no se siente capaz de enfrentarlos, no sin antes estallar contra ellos por lo que se les ha ocurrido hacer a sus espaldas.

Siente que ha sido traicionada por dos de las personas más importantes de su vida, y siendo honesta, no sabe como lidiar con ello, por lo que prefiere huir.

La noticia del matrimonio seguía en el aire, oculto en la incógnita. Eso, casi a diario, le daba esperanzas a Ga Eul, tal vez todo era una mentira, quizá solo le estaban haciendo una broma de mal gusto. Todo le llevaba a pensar que al final, nada se llevaría a cabo, se daba el permiso de aliviarse, pero nuevamente la angustia crecía, haciéndole sentir perdida en medio de un pozo sin salida.

Ga Eul quiere seguir con normalidad, por lo que saca provecho de que aún nadie haya dicho nada. Se presenta a su trabajo como todos los días, pero es esa mañana en particular donde todo se siente demasiado diferente para ella. Ya en la calle se ha sentido señalada, sin entender por qué.

Al cruzar el umbral del pequeño cuarto donde le permiten guardar su uniforme, lo primero que siente es como muchas miradas caen sobre ella. Quiere ignorarlas, pero el nerviosismo crece en su interior y eso hace que sus movimientos se vuelvan torpes. Pronto, los murmullos no tardan en llegar y eso solo la desesperan.

Ga Eul cuenta hasta diez, pasa por alto las voces que parecen acusarla de algo y finalmente espera hasta encontrarse completamente sola dentro de ese mini espacio. Un suspiro fuerte brota de sus labios cuando puede tomar asiento, en sus manos yace la parte superior de su uniforme. La observa como si fuese un hito interesante, pero lo único que Ga Eul intenta hacer, es calmarse, pues el ambiente extraño de lo que lleva de la mañana ha logrado alterarla.

¿Había algo mal con ella? No... Se siente exactamente igual que los otros días, y eso solo lo vuelve sospechoso.

—Tranquila, Ga Eul —dice para sí misma. —. Es solo un día más.

Y eso es lo que quería hacerse creer a sí misma, por lo que, apartando todos esos pensamientos de su cabeza, Ga Eul se prepara mentalmente para enfrentar aquel día que apenas iba comenzando.

[...]


Creyó que serían ideas suyas, creyó que esas miradas cesarían con el día, pero no. ¡Es que ni siquiera pudo comer en paz! Se sintió juzgada en todo momento, pero lo que más la hartaba era que cada vez que intentó enfrentar aquellas miradas duras, solo encontró murmullos dirigidos hacia ella. Al final, tras un suspiro decisivo, termino por marcharse más temprano de regreso a su trabajo, esperando que la tarde no fuera peor.

Pero, nuevamente, se equivocó.

Incluso se sentía mas observada por los mismos clientes y clientas, que ahora ya no solían ser déspotas con ella, sino todo lo contrario. Si algo entendió Ga Eul trabajando en ese lugar, es que el dinero no garantizaba la educación y el buen trato de quienes lo poseían. Pero aquella tarde en particular, ninguno de esos comportamientos que tanto detestaba se hicieron presentes, y eso era algo que tampoco terminó de entender a tiempo.

Y, entre tantas cosas, lo que más logró descolocarla, fue el “Felicidades” de una de sus clientas, antes de retirarse de la tienda sin dar explicación del por qué de sus palabras.

Del odio al amor... [Yi Jeong y Ga Eul]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora