Estabas sola, la piscina pública estaba completamente vacía y no había nadie acompañándote, a pesar de ser una noche de verano sentías frio y lo único con lo que te podías abrigar era tu chaqueta de cuero. Estabas a punto de salir del lugar, te encontrabas en la recepción buscando las llaves que el encargado había dejado para ti cuando viste otro bolso a parte del tuyo sobre una banca. Te acercaste al bolso y lo tomaste por el cierre, lo abriste y al ver su contenido te encontraste con un cuaderno y muchas cajas de cigarrillos, para saber a quien pertenecía leiste la primer hoja del cuaderno y viste que sobre el primer renglón marcaba Billy Hargrove. Entraste en tu auto y viste el bolso en el asiento del acompañante, pensaste un poco sobre que hacer, podías esperar a mañana pero la otra obvia opción te gustaba más, mucho más.
Estacionaste tu auto frente a su casa y miraste el reloj, ya era plena noche y no querías perder más tiempo.
Golpeaste la puerta repetidas veces, nadie salió, intentaste de nuevo y el resultado fue el mismo. Antes de irte intentaste abrir la puerta con el pestillo y fue toda una sorpresa cuando se hecho la puerta se abrió. Llamaste a Billy de nuevo y no hubo respuesta.
Habías estado un par de veces dentro de su casa para hacer tareas y sabías donde era su habitación, golpeaste sobre su puerta dos veces, el olor a cigarrillo llenaba el lugar y la música fuerte sonaba desde dentro. Billy salió de su habitación y alertado puso un arma en su boca, era un revolver que prácticamente llegó hasta la campanilla de tu boca, intentaste hablar y te encontraste acorralada entre la pared a la que él te había empujado y la fuerza que con la que presionaba el arma sobre ti.
—Pensé que eras algún maniático que había entrado a robar, se que tu intención no era esa pero no creo equivocarme al pensar que eres una maniática ¿metiéndote en la casa de otros sin aviso? Perra tonta.
En ningún momento dejó de precionarte cada vez más, él esperaba que estuvieses asustada pero no lo lograba, todo aquello te encantaba. Cuando insinuaste que querías hablar con gestos de tus manos él te dejó libre, pero llevó sus manos a tus hombros para mantenerte quieta.
—Billy, solo traje tu bolso, lo dejaste olvidado en la piscina.
Él negó con el mentón y te vio tras su cabello que por primera vez parecía desarreglado, estaba en ropa interior y podías ver casi todo su cuerpo desnudo, mordiste tu labio inferior de forma poco notoria, tu respiración estaba acelerada y él parecía bajo control, sosteniendo aún ese revolver con la mano. Dejó de sostenerlo junto a su pierna y lo comenzó a restregar sobre tu cuello.
—Las perras tontas con acciones tontas merecen castigos ¿no lo crees?.
Tú asentiste, ya habías tenido aquel tipo de encuentros con Billy y sabías a la perfección a donde todo aquello terminaría, su juego era perverso y como siempre entretenido.
Te quitaste la chaqueta y toda tu ropa, quedaste únicamente en ropa interior, la lencería de encaje se ajustaba en tu pecho y él miraba con deseo.
El revolver llegó a tu abdomen, el frio contraste contra tu piel hacía arquear tu espalda, te empezaste a sentir mojada así que fue más fácil para él introducir la punta del revolver dentro de ti. Sentías la presión y el placer recorrer todo tu cuerpo, los gemidos salían continuos de tu boca, nunca te habías sentido tan bien como en ese momento. Él se acercó a tu odio y con su voz grave susurró.
—Si aprieto el gatillo, sentirás mucho dolor.
—No me importa Billy, el placer lo supera.
Te corriste sobre aquella arma y la expresión de Billy fue triunfante, deseando más bajaste a su ropa interior, los movimientos de tu mano eran rápidos y lo hacían retorcerse. Te detenías momentáneamente para caminar hacia su habitación, los dos llegaron a su cama, ahí fue donde Billy tomó un condón de su mesa de luz e introdució su miembro dentro de ti.
