𝐃𝐎𝐂𝐄

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—La espalda me arde — se quejó Agnes a través del teléfono

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—La espalda me arde — se quejó Agnes a través del teléfono. Las once de la noche y seguía hablando con Nick por llamada, los audífonos ayudaban a que no debiese tener el teléfono pegado a la oreja. El día en la playa había terminado a las cinco de la tarde cuando la madre de Elle los recogió a todos, Agnes y Nick llegaron a su fraccionamiento a eso de las seis, totalmente exhaustos que al llegar solo tomaran una siesta después de bañarse.

— Eso fue porque debiste ponerte más bloqueador solar — contesto Nick al otro lado de la línea —. Mi mamá me dijo que parezco un conejo de esos recién nacidos, todos rosados.

Agnes se tapó la boca para no reírse. Nick Nelson podría ser muchas cosas, pero parecerse a un conejo definitivamente no. Sobre todo, cuando Agnes lo vio correr hacia el mar igual que lo haría un Golden Retriever, con su cabello rubio al sol y las pestañas claras que hacen resaltar sus ojos.

—De qué te ríes, ¿eh? — preguntó, pero Agnes no le respondió, sino que intentó controlar su risa —. Te quedaste callada, eso no se vale.

Lo siento, lo siento — respondió al fin, aunque se sujetaba la panza con dolor al reír tanto —. Es que tú madre es la única que te ha comparado con un conejo.

— ¿Me comparan con otros animales?
—¿Tal vez?
— ¿De verdad? — la voz de Nick sonaba bastante entretenida incluso para la hora que era y aunque bien podían dejar la plática para el día siguiente ya que pasarían el día juntos —. ¿Con cuáles?

— No puedo decírtelo, es un secreto.

— Ah, ya veo. Lo que quieres es que yo no lleve galletas mañana, ¿verdad? Tendré que dárselas de comer a Nellie.

— ¿Nicholas Nelson me está chantajeando? — la risita del contrario fue lo que obtuvo por respuesta. Agnes y Nick no habían formalizado la relación, pero se sentían bien así por el momento. Caminando del brazo por ser algo tímidos en sujetar la mano del contrario, seguir sonrojándose con cumplidos, aunque la pena para besarse se les esfumaba tan pronto como la idea y las ganas les llegaban.

— Puede ser, puede ser Agnes — se quedaron en silencio, escuchando sus respiraciones, sin nada más que decir porque era cómodo estar así. Agnes observó su habitación, las luces led que tenía en los bordes superiores de su pared que su padre le había ayudado a pegar, fotos de sus amigos de Hogwarts y de sus actuales amigos, posters que había comprado y los libros. Se sentía cómoda en su espacio, aunque los únicos días en los que estaba arreglado eran los fines de semana puesto que en el resto de la semana habías ropa tirada, platos y vasos que contuvieron comida en algún momento y era muy perezosa para bajarlos hasta la cocina, entre otros.

— ¿Agnes? — la llamó el —. ¿Me querrías aun si yo fuese...?

— Buenas noches, Nick — colgó la llamada y dejó el teléfono en su pequeño escritorio. Al poco tiempo dio un timbrazo, pero ella ya se había dado la vuelta como para tomar su teléfono y responder.

©𝐌𝐔𝐆𝐆𝐋𝐄Where stories live. Discover now