Un Día Más

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Dentro de una joven casa, con una joven familia, una joven de pelo azabache, ojos rasgados y piel, de un color inclinado hacia lo que llamaríamos "amarillento", hacía caso omiso a las llamadas de su madre, frunciendo el ceño cada que la oía y relajando su rostro cuando volvía a caer en sueño. Pero todo tiene un fin. Hoy (para de quién se habla) ya es mañana y por lo tanto lunes, pero eso es ignorado por ella.

Pasos constantes desde la primera planta de la casa, se hacían más fuertes mientras se dirigía la puerta y en cuanto se detuvo sonó varios golpes continuos en la puerta.

- Levántate, vas a llegar tarde -

Las únicas dos neuronas funcionales (una para respirar y otra para pensar) en esos segundos hicieron levantar bruscamente a la azabache, corrió hasta el baño para lavarse la cara y despertar completamente. Saliendo ya del baño en dirección para cambiarse encontró su uniforme meticulosamente doblado dentro de su armario, se preguntó quién lo había doblado pero recordó, del día anterior, que su madre entro a su cuarto a ordenarlo mientras ella fingía estar dormida.

Bajó hasta la cocina encontrándose primero con su madre que posaba sus manos en las caderas y formaba un semblante molesto.

- ¿Qué has estado haciendo toda la noche? - Inclinó su cabeza para tener el mayor contacto visual posible.

Sumisa, miró al suelo buscando evitar su castigadora mirada.

- Yo... solo jugué un poquito en mi consola - Voz baja, sus manos juntas y espalda encorvada (lo que exponía su vulnerabilidad ante su madre).

- Marcy, estás castigada por... - Su mente se detuvo unos instantes (como anteriores veces ya lo había hecho), parecía estar buscando una palabra mientras observaba los alrededores de su casa. - ...Dos días.

Marcy, apenada, asintió y se dirigió a la mesa para tomar un pan y salir en dirección a su escuela, no sin antes despedirse y dejando atrás a su madre con cierta duda rondando en su cabeza.

¿Realmente fue el castigo adecuado?, ¿Merecía un castigo mayor?, Pocas veces la había castigado, era su padre el que lo hacía normalmente pero el no estaba, su trabajo le impedía poder hablar con su hija, sobre todo en los últimos años,¿Acaso Marcy se había distanciado de él? ¿La ausencia de su padre la afectaría?

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Una mañana cálida, acompañada de una cálida serenata de aves y una cálida sonrisa dibujada en su faz. ¿Qué más había que pedir? Dentro de su cómoda realidad no había nada que le faltase. ¿Una familia? ¿Dinero? ¿Inteligencia? ¿Amor? Tal vez eso último era lo que le faltaba, pero no puedes tenerlo todo, ¿O si?

Avistó su colegio y a pocos metros de distancia de su entrada, varios de sus compañeros de turno y otros de grados superiores e inferiores, la peculiaridad de estos es que todos corrían hacia la misma dirección.

Claramente era muy tarde, miró la hora en su celular y por segunda ves en el día despertó todas sus neuronas, alzándose en una carrera de al menos cuarenta metros planos (así dedujo). Esquivó a varias personas, casi chocando con varias de ellas y pidiéndoles disculpas; una piedra en el camino, enemiga pública número uno de Marcy, pero la experiencia de anteriores tropiezos e instinto de supervivencia le dijo que hacer, y de un salto improvisado superó a su adversaria. Miró a su ya derrotada contrincante, dejando desprotegida su parte delantera, e hizo mofa directa a la piedra.

Faltaba poco para llegar, pero un sonido "ligero" escuchaba, como si fuese un choque contra el suelo cada que daba un paso, miró a sus pies mientras corría, sus pasadores estaban sueltos, cayó inmediatamente en cuanto lo supo (en ningún momento piso alguno de los pasadores), zarandeando contra el suelo y llegando justo a la entrada de su colegio. Se levantó con dificultad (casi volviendo a caer) y fue atendida entre los maestros y estudiantes que se hallaban a su alrededor.

Nada mejor que empezar la semana con una agradable caída.

Un carmesí río nacía desde la fosa izquierda de su nariz, desembocando en sus pequeños labios y a su vez combinándose con el propio brote de una grieta en vertical de estos.

Tres rasguños (uno de ellos alarmante) en sus piernas (alrededor o directamente en la rodilla), dos en la derecha y el último en la izquierda.

De esa forma llego a la enfermería. Una doctora muy agradable; de un pelo castaño rojizo, ojos azules y tez blanca (totalmente su tipo); fue quien se encargó de revisar sus lesiones (al igual que las anteriores veces). Roces pequeños en sus piernas, exaltada internamente ante el contacto; sus dedos suaves presionan sus labios con el algodón, incluso el dolor generado por el alcohol le agradaba. Sabía que sentirse excitada por una inocente acción era aberrante. Paradójico; sentirse mal por sentirse bien.

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Borrosa vista, aliada de una borrosa neblina en la ventana, aburría su curiosidad de la borrosa pizarra.

Naturalmente la mayor parte del tiempo que estaba en su clase era prestando atención a materias que le causaban curiosidad o simplemente jugaba en su consola a escondidas, pero nunca se hallaba de aquella forma tan vulnerable a bromas amarillas de compañeros, pasaron los minutos y cabeceaba en signo de sueño y babeaba por la inexpresibidad facial. Tal vez era porque llegó a mitad de la clase y no tenía los ánimos para tratar de comprender el tema. ¿Cuánto tiempo pasó?

El timbre, indicador de que ya habían acabado las clases, sonó poniendo en alerta todos los sentidos de Marcy, ¿La clase ya había terminado?, Dió por perdido el día, ¿A quien le pediría los apuntes de la clase? ¿En serio se había dormido casi toda la hora? ¿Por qué había el dibujo de un miembro varonil en la esquina de su pupitre? Tantas preguntas, muy pocas respuestas.

Se levantó de su asiento, ya casi todos habían salido a excepción de esas dos chicas que aún conversaban, una castaña-rojiza y una rubia.

Desde que ambas fueron transferidas a mitad de año se convirtieron en amigas, ellas no sé conocían desde antes pero si tenían lo anterior mencionado en común y fue suficiente para forjar una amistad, una amistad pura y sincera, algo que Marcy nunca había conocido. Amistad de la que Marcy quería formar.

Ambas ya se habían terminado de alistar y salían tranquilamente de la clase, ¿Tal ves debía de preguntarles a ellas por los apuntes? Cada paso que daban era uno más que Marcy debía dar, quería hablarles, pero su garganta quemaba, ¿Que la estaba deteniendo?, se alejaban lentamente y tras varios segundos interminables desaparecieron de la vista de la taiwanesa-americana, Cobarde estúpida.

Ya cercana a la puerta de salida observó a sus compañeros y también de otros grados amontonarse en una círculo, parecía que dos personas estaban peleando en el medio, otros salían corriendo hacia la salida y las parejas se tomaban su tiempo para despedirse, incluso vio un perro con unas hojas de papel en la boca entrando a la escuela. Un día más en la vida de Marcy Wu.

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