siete

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Así pasaron los días; Mateo preguntándole lo mismo y siempre obteniendo lo mismo... silencio.

Sus amigos se estaban preocupando por él y sin que lo supiera, el ojiazul encaró al castaño.

Manuel, ¿amas a Mateo? —le preguntó tomando por sorpresa al castaño.

Eso no es de tu incumbencia —gruñó el nombrado mirándolo.

Lo es, porque estás lastimando a mi amigo —aquellas palabras saliendo sin permiso, pero, al parecer, al castaño no le importó.

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