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En las profundidades del océano más allá de la delgada capa que separa el océano humano con el océano de los tritones la oscuridad alcanza rocas y arena ennegreciendo la vida con tinta que reluce como oscuros pozos de obsidiana. Un recinto de bestias que a pesar de sus muchos corazones parecen no tener más amor por el resto de las criaturas que habitan junto a ellos

Rocas apiladas y una muralla de defensa que no sirvió de nada cuando el juicio de los reyes los alcanzó.

No lo vieron venir, por supuesto que no ¿Quien anticiparia al depredador de sangre fría?, ¿Quien vería llegar al mejor de los asesinos que el mar salvaje puede dar? no tuvieron oportunidad de defenderse ni de dar alarma. Cuando se dieron cuenta del mal que nadaba entre ellos ya era demasiado tarde.

Ojos rojos observaron desde la oscuridad de la cueva donde intentaba esconderse hacia el inmenso océano que se abría para él tan pacifico como si los gritos moribundos de sus camaradas le fueran indiferentes. A su alrededor la masacre consumía todo y las aguas cercanas se teñían de rojo ardiente con la sangre de cada pulpo muerto a manos del tiburón.

El miedo le hacía temblar las manos, la rabia le hacía derramar las últimas lágrimas que su cuerpo podía dar y la pena, el dolor, agrietaba su corazón hasta que no quedaba nada.

— ...¡Caramba cuantos brazos! —La risa oscura y burbujeante llegaba a sus oídos y si él no estuviera tan herido se acercaría a pelear, pero no podía siquiera mover un dedo sin sentir un corrientazo de dolor.

Pero la risa, la risa estaba nublando su juicio. Sus ojos se cerraron un momento para contener el grito que se construía en su garganta. El asesino siguió bromeando y riendo a través del hogar que lentamente se convertía en cementerio.

—Apuesto a que se ponen pervertidos con ellos—Mencionó el asesino sonriente. Uno de sus camaradas atacó al tiburón y este lo sostuvo con ambas manos y su boca se abrió mostrando afilados colmillos con los que desgarró la garganta del pulpo—Si ustedes no fueran tan pegajosos, asquerosos y malos en general podría dejarles jugar un rato conmigo—Los ojos rojos miraron al tiburón merodear después de arrojar el cadáver al fondo marino, un tono indiferente en sus movimientos como si la crueldad de su camino le importara muy poco.

Garras de aspecto amenazador siguieron destruyéndolo todo, rasgando las gargantas de sus enemigos cuando sus chistes tontos le impedían usar los colmillos.

Él intentó moverse más hacía la oscuridad de la pequeña cueva para no ser notado, si Lance Sterling se daba cuenta de que seguía con vida esa sería la última vez que respirara y Killian debía sobrevivir, tenía que sobrevivir para poder recuperarse y luego ir tras Sterling y hacerlo pagar.

Historias se contaban del asesino personal de la reina, pero Killian nunca había visto el devastador poder que tenía la monarca a su disposición en persona. Ahora se arrepentía de mucho, pero a la vez su ira era peor que su culpa y Killian se aferró a ella.

—Bueno creo que esto acabó—Lance se limpió las manos y su lengua salió a acariciar sus labios saboreando los restos de la sangre que quedaban en ellos. —Realmente no me gusta la sangre de pulpo, demasiado líquida y oscura—Se quejó con un ceño estropeando su rostro, miró alrededor una última vez, algo mortal y frío en sus ojos se deslizó como un cambio de depredador indiferente a soldado entrenado antes de asentir para sí mismo y dar un coletazo con su poderosa aleta saliendo disparado hacia arriba dejando atrás un caos sangriento de cuerpos muertos.

Killian se ahogó cuando la presencia se alejó, puños apretados hasta que las uñas cortaron la piel de sus palmas y con los ojos fijos en el mar imperturbable más allá de su hogar deseó por un momento haber muerto también porque la pena que lo consumió casi lo destruye.

Ellos habían intentado acabar con el régimen de la sirena Alfa, habían intentado hacerlo por las buenas (pequeños asesinatos aquí y allá, ataques controlados a las viviendas más ricas de la villa y por supuesto el asesinato del principe), los pulpos habían vivido más quela sirena alfa y la villa que ellos ocuparon era de los pulpos por derecho ¡Todos esos tritones asquerosos invadían el lugar que a su gente les pertenecía! La magia que corría por las venas de los pulpos era oscura y peligrosa, pero no siempre mortal ¡Querían de vuelta su reino! pero ella había enviado a ese tiburón...

Killian respiró la sangre de sus hermanos y su sangre hirvió de odio. Ella envió al maldito último tiburón Alfa que quedaba en estas aguas, el último de una especie de salvajes especialmente para liquidarlos a todos.

Una amenaza era mejor controlada muerta.

Killian había aprendido la lección, ahora como ellos habían matado a todos los suyos él se aseguraría de hacerles pagar. E iniciaría destruyendo a cada sirena y tritón omega, beta y alfa que poblaba el océano, para cuando terminara solo quedaría Sterling y entonces Killian se permitiría matarlo, solo después de hacerle ver que él no podía protegerlos a todos, no de él.

Su venganza sería más sangrienta que la masacre que le arrebató todo.

Mi hermoso príncipeWhere stories live. Discover now