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Capítulo 5: 
Primera línea


Mike se quedó con Rayna y conmigo durante las cinco horas siguientes en una habitación abarrotada de literas. Me pidió que durmiera un poco, pero no pude. Fuimos a comer y nos sirvieron una especie de pasta que se veía peor de lo que sabía. Me explicó que era comida de guerra y que se necesitaba solo un poco de calor para que la comida estuviera lista. Rayna se lo comió todo callada.

Ella me pisaba los talones; no hablaba nada, lo único que hacía era gruñir a quienes la miraban, o reírse de algunos comentarios que escuchaba. El resto del tiempo permanecía en silencio con actitud lejana y afilada.

Mike parecía nervioso, no por él, sino por mí. Me contó que Theo ya estaba infiltrado con varios grupos dentro de la ciudad de Lumba, y que estaban debilitando a las tropas enemigas desde dentro. Estaba a cargo de muchos agentes y pocas veces se lograba comunicar con el campamento cero, pero que la última vez había sido esa mañana y que estaba, al menos, vivo.

 Esas palabras no sé si fueron un alivio o lo hicieron todo peor. No había caído en cuenta de que Theo era un agente líder de un escuadrón de ataque, esos que estaban al pie del cañón, los encargados de romper filas enemigas y despejar el camino, y que, en cualquier momento, como a todos, le podría pasar algo fatal.

Mi corazón se encogió y toda la comida se me devolvió en forma de náuseas. 

Además, yo comenzaría en dos horas a ser uno de esos guerreros, y si los lumbianos me atrapaban, me agregarían a la lista de los hummons que no volvieron nunca. Aunque ese sería el peor de los males una vez que se hicieran con el poder.

Los nombres de los integrantes de mi grupo aparecieron en las pantallas mientras comía. Había un miembro de cada reino, además de Rayna y yo, y casi me atraganto cuando vi que el estúpido de Thomas era el representante de Atanea. El mismo que Theo casi había partido en dos por molestarme.

Cuando se cumplió la quinta hora, Mike tuvo que alistarse porque su tropa estaba próxima a salir a su misión, la cual consistía en tomar posesión de una torre de control y matar a los lumbianos que estuviesen ahí. Su grupo solo estaba conformado por agentes de élite. Era escalofriante. La misión de mi grupo era despejar la avenida Creow e instalarnos en una embajada al final de esa calle. Y, por supuesto, deshacernos de los enemigos que obstaculizaran nuestro objetivo.

—Escúchame muy bien, Claire —pidió Mike al despedirse—. Eres la clave de toda la maldita guerra. Bueno, lo que tienes dentro —corrigió con una mueca amistosa—. Si te llegan a atrapar, será treinta veces más difícil derrotar a los lumbianos. —Tragó haciendo una pausa y continuó—: No dejes que te atrapen. Por eso... y porque no puedes morir.

Su cara se arrugó cuando me tomó por los hombros, y mi estómago se puso duro. Me conmovió.

—Sí, eres la princesa poderosa —prosiguió con la voz más ronca—, pero más importante que eso, eres mi amiga. Los que te queremos de verdad lo hacemos por quién eres, sin importar tu sangre o el poder. Eres Claire, una chica honesta, valiente y buena, y eso vale mucho más. —Sus palabras provocaron que me encogiera y que la calidez llenara mi corazón. De alguna forma, me dio fuerza. Quise abrazarlo, pero me detuvo con su mano—. Por esa razón, no hagas nada estúpido, no te arriesgues más que los otros, deja que peleen por ti, ellos están entrenados. Sobrevive, Claire. Maldita sea, te lo suplico —finalizó y tomó una gran bocanada de aire, parecía que se hubiese sacado algo de encima.

Nos miramos unos segundos y entonces él me abrazó, yo lo abracé con fuerza de vuelta.

—Eres un gran amigo, Mike, y de los mejores agentes. —Apreté los brazos—. No te puede pasar nada tampoco. —Mi voz se quebró al decir eso último—. Sobrevive también.

Princesa de sangreWhere stories live. Discover now