9: ¿Qué hay que temer?

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Advertencias: menciones de enfermedades terminales, muertes y guerras.

Voten y comenten c:

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—Querido—la señora Hana me miró con decepción mientras negaba con la cabeza; yo me limité a contemplar la tabla de ajedrez, era ya la quinta vez que perdía, por más de que ella me explicara los moviemeitos de cada pieza, mi cabeza no lograba absorber la información—, ve a jugar bingo con los demás.

—Lo siento—ella simplemente siguió negando con la cabeza.

Me encogí en mi asiento mientras Hana tomaba su bastón y se levantaba con algo de dificultad, me dió una última mirada de desaprobación antes de irse.

Entretener ancianos era más difícil de lo que parecía.

—¡Dohyun!—la escuché gritar a los lejos—¡Encontré a alguien que apesta más que tú en el ajedrez!

—Ah, ella me cae bien—Jungkook ocupó el asiento de Hana, riendo.

Bufé ignorandolo.

Acomodé las piezas en la tabla mientras él se mantenía callado. Sería un dolor en culo si continuará repitiendo y obviando el hecho de que no soy una persona extrovertida y sociable, pero toda esa situación no hacía más que recordarmelo. Jungkook, por su parte, tenía encantados a todos con su carismática personalidad y su atractivo físico; las viejitas babeaban ante su presencia y su talento natural para los juegos de mesa. Yo trataba de no ponerme a llorar con las historias y anécdotas de los tiempos de guerra de Beom, la persona más anciana del lugar.

Beom conoció al que sería su futuro esposo cuando tenía apenas 16 años.

–Cariño, supe que era el indicado apenas lo vi—dijo con voz soñadora y la mirada perdida, como si pudiera recordar a lujo y detalle el momento. Sonreí por inercia.—Mis amigas me decían que era feo, que era un sabelotodo sin sustancia—rió, todavía siendo capaz de revivir todo en su mente.—Pero yo estaba irremediablemente enamorada de él, de su sabiduría, de su fuerza... de su habilidad para hacerme sentir ligera, amada, apreciada, escuchada—suspiró.—El mundo se estaba cayendo en pedazos, querido, habían guerras por todas partes. Saber que regresaría a casa después de un largo día de trabajo en la fábrica, saber que él estaría ahí para mí era lo único que me mantenía viva. Su simple existencia era el motor de mi vida... ¿Por qué lloras, cariño?

Con mucha vergüenza, limpié mis lágrimas.

—Lo siento—me la pasaba pidiendo disculpas en ese lugar.

—Chaehyun siempre me decía que nunca se pide perdón por llorar—acunó mi mano entre las suyas.—Perdoname tú a mí por ahogarte en mi melancolía, pero... ¿Qué es el luto sino la preservación del amor? Hice una promesa cuando me casé, estaría en la buenas y en las malas. Espero que entiendas que ver a alguien morir lentamente sin que tú puedas hacer algo al respecto no solo  provoca tristeza, la impotencia que crece dentro de ti es casi tóxica; pero mi corazón no duele por su muerte, después de todo es inevitable e irreversibile—sus dedos dibujaban figuras en mi mano.—Duele porque no tuvimos el tiempo suficiente para cumplir todas nuestras promesas... duele porque envejecer y ver cómo el mundo se vuelve frenético en esta soledad solo me hace extrañar el ritmo lento del pasado.

Beom me confesó que su mayor deseo era tener hijos, pero debido al cáncer de Chaehyun les fue imposible.  El destino podía llegar a ser cruel con personas que no se lo merecían.

—¿Estás bien?

La voz de Jungkook me hizo volver a la realidad, la conversión con Beom había quedado en un plano lejano.

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