CAPÍTULO 1

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No sé exactamente cómo llegué allí. Mis ojos tardaron un momento en acostumbrarse a la oscuridad del lugar. Cuando comencé a reconocer algunos elementos, me di cuenta de que estaba a la intemperie. La luna llena brillaba sobre mí y el cielo estaba cubierto de estrellas. Oí el murmullo de una discusión acalorada y comencé a acercarme para ver de qué se trataba. Los seres alados estaban en un claro de ese hermoso bosque, y hablaban de algo que yo no llegaba a comprender. Eran unos jóvenes demasiado bellos, y sus alas, completamente negras, eran imponentes e inmensas. Tres de ellos eran varones, y las otras tres mujeres. Tenían rasgos similares, por lo que asumí que estaban emparentados.

La discusión se volvió aún más acalorada y algunos de ellos comenzaron a desenfundar las espadas de sus cinturones y se desató la lucha. Me escondí detrás de un árbol, para no ser vista, pero fue en vano. La lucha me encontró, pues ellos se movían hacia mí.

Corrí por el bosque, intentando huir, pero mis piernas se sentían demasiado pesadas. Me dije a mí misma que no debía detenerme, que debía seguir intentando escapar de aquella pelea. Aquellos seres alados parecían realmente enfadados y letales. Corrí y corrí, pero los sentía pisándome los talones. De pronto, sentí a uno de ellos muy cerca, y su tacto en mi hombro me dejó estupefacta. El escalofrío recorrió mi espina dorsal.

Desperté entre jadeos para darme cuenta de que estaba cubierta de sudor. La alarma del despertador todavía no había sonado, así que me levanté y la desactivé. Me di una ducha y pronto olvidé lo que había soñado.

Bebí un café fuerte mientras miraba las noticias en mi móvil y luego tomé mis cosas para salir a trabajar. Como todos los días, tomé el metro y caminé algunas calles para llegar a mi trabajo.

Saludé con la mano a Eva y Amelia y me encerré en mi oficina a crear contenido para el periódico, antes de que alguna de las dos pudiera decir palabra. Hacía tiempo que venían con el mismo discurso: "¿Cuándo vamos a salir todas juntas como antes? Necesitas más tiempo fuera de este lugar".

Lo cierto es que "este lugar" es mi zona de confort. Es mi hábitat natural. Es donde mejor me encuentro. Déjenme frente a mi ordenador todo el día o toda la noche, allí estaré bien. No necesito salir, no necesito música fuerte, no necesito conocer muchachos pedantes o con poca materia gris.

En mi monólogo interno, no me había dado cuenta de que Eva se acercaba a mi oficina con dos tazas de café.

–¡Buen día, hermosa! ¿Cómo te encuentras hoy? –me dijo, mientras entraba–. Tienes ojeras –observó–. ¿Has dormido algo, o te has quedado trabajando hasta tarde?

–Ajá...

–Te traje café. Aquí tienes –dijo, posando la taza frente a mí, y sentándose en la silla vacía.

–Gracias.

–Estamos organizando para este viernes, ¿sabes? –comenzó–. Deberías venir esta vez, será divertido. Vendrá Olivia.

Olivia había sido compañera nuestra en el periódico. Se había enamorado, había formado una hermosa familia, y finalmente, había renunciado a su trabajo para dedicarse a la maternidad. No era lo que yo pretendía hacer con mi profesión. Me había roto el alma para llegar a donde estaba.

–Lo pensaré, Eva.

–¿Si? –dijo, y bebió un sorbo de su café–. Sé que quieres ser siempre perfecta, pero ya lo eres Abi, salirte un poco de tu papel no te hará mal. Relájate, por un día al menos. Será bueno pasar un momento con tus amigas y distenderte, salir de la rutina.

Miré a Eva y suspiré. Sabía presionarme y si no le decía que sí iba a continuar con eso toda la mañana, y yo de verdad quería trabajar.

–Bien, Eva. Iré. Pero, ¿puedes dejar de molestarme ahora? ¿Por favor?

El amor de mis sueñosWhere stories live. Discover now