CAPÍTULO 5

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Ya no sabía qué hacer con mi tiempo libre. Mensajeaba a mis amigas a través del grupo, pero todas tenían sus responsabilidades y quehaceres diarios.

Sin embargo, Olivia prometió que podía acompañarla a ella y a sus hijos al parque en la tarde. Al menos serviría de distracción por un momento. Estuve tentada con la idea de contarles sobre mis sueños, pero creerían que estaba loca, así que no dije nada. Aunque sí le contaría a la terapeuta, ella tendría que ayudarme de alguna manera.

El paseo en el parque me dejó exhausta. Era indiscutible que los niños eran agotadores. Me hicieron correr de un lado a otro, subir a los juegos, y llevarlos en andas. Antes de tener hijos lo pensaría dos veces. Nunca había reflexionado de verdad sobre tenerlos o no, no me cerraba por completo a la idea, porque sólo me había enfocado en mi profesión, y cada vez que veía a los niños de Olivia podía observar de cerca todo el trabajo que daban. No era chiste. La maternidad era un trabajo de tiempo completo.

Quise invitar a Oli a casa para continuar charlando mientras bebíamos algo, pero viendo a esos pequeños demonios corretear por el parque y pelear entre sí, me dio miedo de que destrozaran mi apartamento en cuestión de segundos. Preferí dejarlo para otra ocasión cuando cuidaran de sus niños (algo que llevaba planificación y no era muy usual, pobre Oli).

Compré la cena de camino a casa y me senté a comer en la cama, mientras elegía una película en la plataforma prepaga. ¿Una de romance? ¿Una de aventura? ¿Una de misterio? No lograba decidirme. Terminé eligiendo una película muy bonita donde relatan las historias de varias personas en las que todas tienen en común los perritos. Lloré como una boba. Transcurre en Los Ángeles y cada una de las cinco diferentes tramas están interconectadas por los perritos. Una comedia romántica bellísima (con algo de drama también) muy emotiva con una enseñanza al final. Cuando terminó no tenía más lágrimas para llorar y me quedé dormida del agotamiento mental. Probablemente haya soñado con perritos, pero no lo recuerdo. Sí recuerdo querer buscar a Adriano y no encontrarlo.

Entraba y salía de las habitaciones de un edificio al que tuve que ingresar por la ventana, pero no estaba en ninguna de ellas. Entonces fui al exterior de la casa, y cuando salí me encontré con un tupido bosque. Comencé a caminar en la noche, adentrándome en la espesura, y escuché el batir de unas alas. Me detuve y oí. Estaba segura de que se trataba de Oniros.

Caminé despacio, cuidado mis pasos para no ser oída y me escondí detrás de unos arbustos ramosos.

No era Oniros. Se trataba de otros seres similares a él. Un hombre y una mujer de unas enormes alas negras y una belleza descomunal. Estaban enfrascados en una discusión y parecían no haber notado mi presencia.

–No opino igual que tú, Ker –decía el joven–, y lo sabes. Has hecho lo que has querido durante todo este tiempo. No estoy de acuerdo. Todos ustedes lo han hecho.

–Deja de llorar. No seas tan refinado. Aprende a matar como lo hago yo, qué puedo decirte hermano.

–Déjate de tonterías, Ker.

–Me aburro e intento ser creativa.

–Yo también me aburro aquí, hace siglos que estamos encerrados.

Necesitaba verlos de cerca y quería saber de qué hablaban. Entonces hice algo estúpido: me acerqué a ellos, olvidando que el suelo estaba cubierto de hojas secas, que crujían debajo de mis pies.

De inmediato, voltearon sus rostros hacia donde yo me encontraba y batieron sus alas levantando vuelo. No les había hecho gracia que alguien los oyera y querían descubrir quién era.

–Dolus, ¿eres tú? –preguntó Ker.

–Siempre con sus juegos tontos, seguro es él.

–Vamos, Tánatos. Apúrate, lo encontraremos. Es una lástima que nuestros poderes no funcionen entre nosotros sino lo mataría.

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⏰ Last updated: Oct 25, 2022 ⏰

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El amor de mis sueñosWhere stories live. Discover now