Catharsis || Tom Riddle ✔️

11.

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—"Te juro que Dumbledore sólo quiere complicarme la vida", —refunfuñó Zelda mientras metía con rabia sus libros, sus plumas y un cuaderno en su mochila. Durante los últimos tres días, apenas había pasado un minuto en el que Zelda no se hubiera quejado de ser compañera de Xavier en su tarea de Transfiguración. Era divertido ver cómo la dulce chica a la que Avalon estaba acostumbrada se convertía de repente en una versión enfadada e irritada de sí misma en el momento en que se ponían en juego sus calificaciones. Para Avalon era cada vez más evidente que el estado de ánimo y el comportamiento de Zelda dependían de cómo se sintiera con respecto a sus estudios, una verdadera Ravenclaw hasta la médula. —"Sabes que cuando le pregunté si quería trabajar ayer me dijo que no podía porque estaba-"

—"Ocupado bebiendo con Rosier", —terminó Avalon por ella.

—"¿Ya lo he mencionado?"

—"Sólo cuatro veces", —rió Avalon.

Zelda dejó escapar un suspiro exasperado.

—"Lo peor es que en realidad es un mago con bastante talento... sólo que se niega a permanecer despierto el tiempo suficiente para escuchar las lecciones".

—"Seguro que trabajar con él no será tan malo",— ofreció Avalon.

—"Crucemos los dedos", —dijo Zelda. —"¿Cuándo te vas a reunir con Riddle?"

—"Me iré contigo. Ya está en la biblioteca, no debería hacerle esperar", —respondió ella. Riddle había insistido en que empezaran el proyecto pronto.

Siempre quería quitarse las tareas de encima lo antes posible, así que incluso convencerle de que esperara los últimos tres días había sido todo un reto. Se resistía a empezar a trabajar con él, aunque incluso ella sabía que tenían que empezar cuanto antes. La tarea que tenía entre manos no era fácil: había estado intentando convertir esa maldita moneda en un pequeño animal durante los últimos días y había fracasado estrepitosamente por su cuenta.

Era terriblemente molesto... ¿cómo era que había lanzado la maldición asesina sin pestañear, pero no podía convertir una mísera moneda en un gato?

—"Me voy a ir ya", —dijo Zelda, echándose la bolsa al hombro.— "Me reuniré con Xavier en la parte inferior de la Torre y nos dirigiremos al Gran Salón. El chico se niega a poner un pie en la biblioteca... no quiso trabajar conmigo hasta que acepté ir a otro lugar. Es exasperante, sólo..." —se cortó para gemir. —"Como sea, vamos".

Avalon se rió, cogiendo sus propias cosas, asegurándose de coger la moneda y meterla en su bolsa, antes de seguir a Zelda por la puerta y bajar las escaleras de la Torre. Cuando salieron, Xavier ya estaba esperando allí, con la camisa negra parcialmente desabrochada y el pelo rizado revuelto, como si acabara de despertarse de una siesta. Sus ojos se posaron en Avalon, sin tener en cuenta a Zelda, mientras la cogía de la mano y la hacía girar, atrayéndola hacia sus brazos y plantándole un beso en la cabeza.

—"No esperaba verte, cariño. Qué agradable sorpresa".

El olor familiar de la colonia y el vino le llegó a la nariz mientras la abrazaba, el calor de su cuerpo contrastaba con el aire fresco de la noche.

— "Xavier, ¿has vuelto a beber?"

La hizo callar, conteniendo una carcajada cuando Zelda levantó las orejas y se adelantó, dándole una ligera palmada en el brazo.