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Mark estaba nervioso, sudaba a mares en aquel traje oscuro y quería desprenderse de tales prendas. Saber que la mayoría de las miradas estaban puestas sobre él y sobre su futura esposa no ayudaba en nada. En la iglesia todos parecían contentos, con una sonrisa en sus caras, excepto él.

Se estaba muriendo por dentro.

El cura seguía hablando y él dejo de prestar atención. Miro a su lado, allí estaba su padre, mirándole amenazadoramente. Quiso echarse a llorar, pero debía ser fuerte.

Y es que Mark no quería casarse, no amaba a la mujer que estaba a su lado, ni siquiera se veía tratando de vivir con ella.

Todo era culpa de su padre, de su empresa, de su apellido y de su jodido ser homofóbico.

Mark recuerda la manera en la que su padre le obligaba a tener citas con chicas cuando era solo un adolescente de 14 años. Cuando se hizo mayor, su padre le llevaba a lugares privados, como prostíbulos, dejaban que las mujeres abusasen de él, creyendo que de esa manera se haría hombre.

Aún recuerda cuando cumplió 19 y le dijo a su progenitor que tenía un novio. Fue el peor error de su vida. Esa vez no solo dejó que mujeres le acosen, dejo que hombres marcasen su vida para siempre. Lo trato como a un ser despreciable y lo dejo con esos viejos asquerosos que no hacían mas que mirarle con deseo, causándole ganas de vomitar. Mark ya no quería acordarse de eso.

Siempre odiaría a su padre y no había nada que pudiese remediarlo 

De verdad creyó que los hombres le habían dejado de gustar, fueron muchos años donde pensar siquiera en un hombre tocándole, le daba asco. Allí fue donde conoció a Yerim, una compañera de universidad. Fueron novios por dos años y ahora estaban a un punto de ser marido y mujer.

¿Era eso lo que le haría realmente feliz? Tenia la respuesta muy clara, un rotundo no.

— Si, acepto.

Su pequeño cuerpo tembló a tales palabras de Yerim, sentía las lágrimas a punto de explotar por sus ojos.

— Mark Lee. ¿Quieres recibir a Kim Yerim como esposa, y prometes serle fiel en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y, así, amarla y respetarla todos los días de tu vida?

La iglesia parecía haberse achicado de repente, el lugar le apretaba. Oh no, era la mano de su futura esposa que le apretaba el brazo en señal de que respondiese.

Mark miro a su alrededor, todos estaban atentos a él, a lo que haría. Pero ninguna de esas personas eran importante en su vida, solo estaban cegados por codicia, ese matrimonio no era mas que un asunto de dinero y prestigio.

"¿De verdad vas a fundir tu vida solo para hacer feliz a personas que ni siquiera te valoran?"

"Mi amor, yo te haría la persona más feliz del universo, sólo quedate a mi lado por favor..."

"Ellos no te quieren ni la mitad de lo que yo te amo" recordó las palabras de su pelinegro.

Recordó cada noche en la que el mayor le susurraba cosas para calmarlo, recordó sus caricias y besos, recordó sus ojos iluminados en amor por él, recordó la delicadeza con la que le trataba, como si fuese el cristal mas valioso del mundo. Recordó a el chico rudo que odiaba a todos, a quién no parecía tener más metas en la vida que simplemente fumarse un cigarrillo. Pero era pura fachada, ese pelinegro era una gran persona si al menos te dabas el lujo de conocerlo bien. También recordó como le había enseñado el sexo más puro bañado en placer, le enseño que lo que hacían no era nada malo, que él no tenia la culpa de nada, pero aun mas importante, le enseño a amarse a si mismo.

Sin titubeos se giro hacia la mujer que estaba a su lado, esa por la cual ni siquiera sentía un poco de amor. Siempre la vio como una hermana cubriéndole, y eso no cambiaría.

No estaba dispuesto a arruinarse la vida. Quería vivirla plenamente, quería ser feliz a esas alturas.

—Lo siento... — le artículo con los labios sin decir nada.

Antes de que su padre le cogiese del brazo salio corriendo por los pasillos de la enorme iglesia. Abrió la puerta con fuerza y pudo sentir la brisa que emanaba el aire fresco golpear en su rostro. Después de todo, era un lindo medio día y había mucha gente en la calle.

Corrió porque pudo ver a los guardaespaldas siguiéndole, se limpio las lágrimas y rió. Rió porque ni siquiera le importaba darle una jodida explicación a su familia. Necesitaba alejarse de esa gente toxica.

Se sentía libre.

Escucho una bocina y su corazón se acelero. Lo busco con la mirada, emocionado. No pensó que iría por el, creía que huiría a otra ciudad como lo había dicho.

Pero era Johnny, y él nunca le decepcionaba.

Lo vio sentado en su motocicleta negra, su cabello revuelto se movía por el travieso viento que no parecía querer calmarse y una gran sonrisa adornaba su atractivo rostro. Estaba tan hermoso, tan resplandeciente, tan masculino, tan él y tan suyo.

Mark corrió hacia él y lo abrazo como pudo, hundiendo su rostro en el cuello del mayor. Sintió como las manos de este le acariciaban la cintura con delicadeza mientras depositaba besos amorosos en su mejilla.

—Viniste... — susurró Mark.

—No me iría a ningún lado sin ti.

Los ojos de Mark volvieron a cristalizarse, lo abrazó con más fuerza y le susurró cuanto le amaba.

—Gracias por esperarme John, y perdón por todo. — el pequeño rubio tomo el rostro de Johnny en sus manitos y lo beso en agradecimiento.

Esos labios cálidos y dulces eran su hogar.

—Eres mi hombre ¿A donde iría yo sin tí? — preguntó burlón el pelinegro, mirándole con ojos enamorados.

—Espero que a ningún lado aún.

—De hecho, te vienes conmigo. Tengo dos boletos a Londres y el vuelo sale esta noche ¿Que dices?

Mark quedo plasmado, mirándole con asombro. Johnny, su precioso hombre, siempre lograba sorprenderlo.

—Digo que me parece bien ir a donde tu vayas guapo.

—No te vas a arrepentir, te haré muy feliz, lo prometo mi amor. — le susurró.

—Tonto, tu ya me haces feliz. Siempre confío en ti cariño.

Compartieron un beso cargado de amor, remolinos de sentimientos eran sellados por lo que parecía ser un simple beso, pero no, para ellos lo era todo.

Johnny le obligo a que se quitase ese saco feo y le dio su cazadora para que no pasase frío.

Los invitados miraban todo con la boca abierta, indignados.

Mark se subió a la motocicleta, se abrazo a la cintura de su novio y les saco el dedo corazón antes de perderse de su vista.

Johnny era su héroe y él lo amaría hasta el final de sus días.







of yours [johnmark]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora