Prólogo

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Al abrir los ojos, un destello de luz inundó su visión, haciéndole llevar las manos sobre su rostro, intentando cubrir la fuente lumínica que asaltó su mirada. Arrugando su frente, logrando finalmente enfocarse y observar su alrededor, abrió su boca levemente con asombro, pudiendo sentir una brisa sobre sus mejillas y sus manos.

¿Dónde estaba?

Miró sus manos, su cuerpo, tocó su pecho y luego su rostro, sintiendo un papel la parte izquierda de su rostro, cubriéndole.

¿Quién era?

Miró a su alrededor y pudo ver a la distancia una figura humanoide moviéndose, pudo percibir su confusión, estaba en la misma situación que él. Decidió bajar al encuentro de la persona cerca suyo.

Un hombre alto, cabello albino y unas orejas de oso pardo asomándose en su cabeza, al encontrarse, este fue el primero que habló.
— ¿Quién eres?

Su mente estaba vacía, no habían recuerdos, no había nada y era bastante desolador, lo único que había era un nombre,— Quackity.— Claro, ese era su nombre—. Alex, pero puedes decirme Quackity.

— Soy Rubén, pero dime Rubius.

Un encuentro casual.

El encuentro del inicio del fin quizá.

(...)

Eran un grupo de desconocidos con armadura y espadas luchando contra un arcángel, uno a uno fueron cayendo. La estructura limpia y reluciente ahora era un mar de sangre, los cuerpos de los compañeros que acababan de conocer estaban en el suelo. Quackity se vió acorralado por la entidad, sus piernas temblaban de nervios, su cuerpo completo dolía y podía sentir sangre salpicada en su rostro. Con la espada en su mano, intentó asestar un golpe al arcángel, tratando de defenderse de este, un golpe torpe y demasiado lento.

Un ardor en su estómago era lo que sentía en ese momento. Bajó la mirada y vió la lanza del arcángel atravesándole. Escuchó gritos, gritos de aquellos a quienes acababa de conocer, gritaban de dolor. Cayó al suelo, arrastrándose, tratando de escapar o levantarse pero sus esfuerzos eran inútiles.

Antes de cerrar sus ojos, pudo ver como el arcángel atravesaba la nuca de Rubius con su lanza.

Gritó, resultando un grito mudo.

Todo se fue a negro.

La sensación agónica desapareció. Se sintió en el cielo. Un silencio cómodo y una oscuridad apaciguadora. Calma.

Calma, como el cantar de los pájaros en un atardecer, los rayos del sol acariciando la piel, la brisa agitando suavemente las ramas de los árboles junto a sus hojas, junto al pasto.

Agitó su cabeza y se sentó exaltado, llevando la mano a su estómago inmediatamente. Abrió sus ojos y pudo notar como no era una simple sensación de calma.

Era la realidad, una realidad tan cómoda y cálida. ¿Todo fue una pesadilla? ¿Qué estaba sucediendo?

— Estamos en Karmaland.

Giró su cabeza hacia donde venía aquella voz. Un hombre que vestía una sudadera negra, tenía un flequillo que cubría uno de sus ojos, el que podía observar era de un color carmesí, a pesar de su apariencia algo intimidante, su voz sonaba tan calmada y acogedora.

— Me llamo Luzu si te preguntas. Estoy algo confundido, pero veo en tu rostro que tú estás completamente perdido.

— No entiendo nada—. Admitió.

— Primero que nada levántate. Los minutos son valiosos acá. La noche caerá y podemos correr peligro—. Gentilmente, Luzu lo ayudó a ponerse de pie, con una pequeña sonrisa en su rostro—. Segundo, ¿Cómo te llamas?

Sick of You; luckity, rubckityWhere stories live. Discover now