conocer a judas

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La rubia comprobó que su ropa estuviera bien, y miró al edificio asombrada.

Lumine miró a su derecha.

—¡Cariño, que anillo más bonito!

Ese hombre lo vio la semana pasada borracho intentando acostarse con una prostituta.

Lumine miró a su izquierda.

—¡Por favor, tengo un hijo al cual alimentar! ¡Tiene dos años! ¡El mes que viene le daré el dinero!

El señor se agachó a besarle los zapatos al hombre trajeado, pero este solo lo arrastró por el suelo escondiéndose en el callejón al lado del hotel.

Ella miró sus bonitos zapatos.

¿A ella que lo diferenciaba de esa gente? Su novio abusaba de ella y ella solo intentaba cambiar el mundo cuando el mundo estaba podrido.

Mondstadt, la nación de la libertad resultaba ser una cárcel para la gente pobre.

Miró su reloj, y suspiró entrando al asombroso y lujoso hotel.

Sinceramente el nombre de "Dulce Abismo" no le gustaba, era... extraño. Si viera al dueño, ¡se lo diría!

Pero el dueño, estaba delante suyo.

—Nos volvemos a ver, hermana.

El rubio sonrió mostrando las pequeñas arrugas de la comisura de sus labios, y Lumine sintió como su corazón se paraba.

Su hermano.

Su otra mitad.

—No has cambiado nada.

—Tú tampoco, solo te has dejado crecer el pelo.

Ella sonrió de lado cruzándose de brazos.

—Seguramente el odio que sientas hacia mí será indescriptible, pero... necesitamos hablar.

Lumine miró a su alrededor.

Toda la gente la observaba fijamente en silencio.

—Aether... ¿por qué me llamaste para venir aquí?

—Soy el dueño de este hotel.

Ella no pudo evitar el molestarse.

—¿Tú sabías que me moría de hambre y mientras tanto aquí tú estabas con tus lujos?

—Te mueres de hambre porque no te separas de esa sanguijuela, ¿sabes? Te ayudaría si te separaras, pero yo no quiero que mi dinero lo gaste un drogadicto maltratador.

—¿Sabes todo de mí?

—Tranquila, a ese capullo no le queda mucho ya.

Aether sonreía hacia su hermana, pero su hermana lo contestaba con una mirada de odio.

—Vayamos, no tienen que escuchar nuestra conversación.

Los dos empezaron a andar, y Lumine se fijó como todos hacían una grata reverencia hacia su hermano pero que aún agachados, la miraban con odio.

No se sentía segura.

Se metieron al lujoso y espacioso ascensor, y él apretó al séptimo piso.

—Treinta pisos... es alto.

—Hay hoteles más altos, pero sinceramente me interesa más que las plantas sean más anchas a que el edificio sea más alto.

La chica afirmó con la cabeza, y sin más suspiró abrazándose.

JUDASOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz