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TODO ESTABA HECHO UN CAOS, hojas arrancadas y libros tirados hacia todas las direcciones era lo que los ojos de la rubia precenciaban. Estaba desesperada, poniendo todo de cabeza dentro de aquellas cuatro paredes llenas con pilas de libros en ellas; buscaba uno en especial, aquel que continuaba aquella historia de amor que a su mente le gustaba interpretar.
A Esin le encantaba leer, incluso más de lo que debía, cuando se concentraba nada podía sacarla de su burbuja. Por eso todo ese desorden; para aquella hada, los libros eran su droga y el no poner obtenerlos la hacia enloquecer.
—Tus padres dijeron que te encontrarías aquí — escuchó hablar a una voz, haciendo que la pelinegra sacará su vista de los libros y volteara a ver a la dueña de la voz.
—Me da gusto verte, Stella— dijo para abandonar su búsqueda y posteriormente encaminarse a abrazar a la rubia —Y dime, ¿qué te trae a mi sala de juegos?
—Parece que pasó un tornado por aquí—dijo aquella rubia mientras levantaba un libro del suelo—En fin, quiero que me acompañes de compras—al escuchar aquello ceño de la pelinegra se frunció un poco, cosa que no paso desapercibida por el hada rubia— a la Tierra.
—Sabes que no me gustan las compras, y menos en la Tierra.
—Lo se, aunque nunca lo he comprendido, ¿Qué tiene de malo la Tierra?
—Ya sabes el porque— eso no detenía al hada rubia de suplicarle a su amiga de acompañarla.
—Por favor, Sin, además podría ser un buen momento para que compres más libros.
La hada de viento parecía pensar las palabras dichas por su amiga
—Entonces, ¿me acompañas? —Stella tenía su mirada de perrito las cuales, según ella misma, nunca fallan.
—Bueno, pensándolo bien necesito un libro, de la tierra.
—Gracias—dijo mientras se abalanzaba contra su amiga pelinegra— Vamos a pasar tiempo juntas, y te compraré unos zapatos que vi la última vez; oh, ¿Tienes lista tu maleta?
—Si
—Excelente, entonces después de las compras iremos directo a Magix.
¿En qué me he metido?- pensó la joven hada pelinegra.
