Poder

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Oficialmente ha pasado un mes desde que mi vida dio un giro de 180 grados.

Hoy después de clases tenía pensado pasarme por el cementerio a ver a mis amigas, Erika, Aiko, Kayano... No se merecían lo que les pasó...

Durante mi clase de anatomía estuve más ausente que presente y mis amigas debieron notarlo, porque la preocupación estaba plasmada en sus rostros. No tardaron en sacar el tema mientras almorzábamos.

- ___, cielo. Estás más delgada. ¿Comes bien? - Hinata me tomó de la mano.

- No te voy a mentir. Últimamente no tengo apetito. - Dije jugando con la comida de mi plato.

- Mi pobre. - Habló Emma. Tal vez deberías irte a casa a descansar. Tienes unas ojeras de panda. - Sonrió dulcemente.

- Si. No te preocupes, nosotras te pasamos los apuntes. - Aseguró Hina.

- De acuerdo chicas. La verdad me hace falta tomarme un descanso.

Me levanté y salí del comedor. Caminé por esos largos pasillos, ausentes de estudiantes a estas horas, hasta llegar a mi taquilla. Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Puede ser que el hecho de enterarme de la muerte de Kayano aquí sea lo que me provoque esta sensación. No... Hay algo más.

Ignoré mis sospechas y guardé mis cosas antes de irme. Me estaba empezando a poner maniática. Ahora cualquier cosa que veía tenía que estar relacionada con el asesino en serie. Cuando todo esto acabe voy a necesitar una terapia muy fuerte. Reí para mis adentros.

Saqué los auriculares de mi mochila y los conecté a mi móvil para ponerme música de camino a casa. Nada de canciones tristes, porque si no, iba a acabar tirándome de un puente, y no es plan.

El autobús que tomo de vuelta a casa no pasa hasta dentro de media hora y es más o menos lo mismo que tardo andando, así que decido volver caminando. Con suerte mi mente se despejaría un poco.

Atravesé el bulevar. Ahora estaba más cambiado. Aún recuerdo cuando mi grupo quedaba después de clases los viernes para venir a comprar. Una sonrisa nostálgica se dibujó en mis labios. Sacudí mi cabeza y continué por un atajo que me ahorraría diez minutos de camino. El atajo consistía en una red de callejuelas que conectaban unas con otras y acababan dando a la calle principal de la ciudad. Una vez conoces el lugar es bastante funcional.

Estaba en mi mundo, pero seguía pensando que desde que salí de la facultad hasta ahora no ha desaparecido esa sensación de que algo va a pasar. Intento convencerme de que no es así y mantenerme relajada, pero hay algo en mi interior, una especie de sexto sentido, que me dice que debo estar alerta y eso hago.

Giro en una esquina y de reojo noto una presencia. Vuelvo a mirar esta vez sin encontrarme nada. Estoy segura de lo que he visto, mis sentidos no me fallan. Me están siguiendo. Tal y como aprendí en clases me quité mi coleta para dejar el pelo suelto, si alguien intenta agarrarte llevar el pelo recogido le da una mejor oportunidad. Pasé mi mochila al frente para evitar que el acosador tenga opción de sostenerme. Finalmente, continué con mis pasos al mismo ritmo, pero esta vez alerta.

En estos momentos agradecía llevar los auriculares puestos, porque de esta forma podría pedir ayuda sin levantar sospechas. Marqué el número de emergencias y esperé que todo saliera bien.

- ¡Cómo se me apetece una pizza! - Exclamé con intención de que se me oyera en la calle.

- 911. ¿Cuál es su emergencia? - Me habían cogido la llamada.

- Hola buenas. Quería ordenar una pizza.

- Señorita, se ha equivocado de número.

- No, estoy segura de que no. ¿ Me podrían preparar una pizza mediana?

- ¿Está todo bien? ¿Hay alguien que nos pueda escuchar y por eso habla así?

- Si, exacto. Iba a ser pequeña, pero es que de vuelta a casa me he enterado de que tengo un invitado inesperado.

- Okey. Estese tranquila. No vaya a su casa.

- ¿Cuál es su nombre?

- ¿Podría ponerla a nombre de ___?

- ¿Está en una zona con gente?

- No, soy alérgica.

- De acuerdo. Estamos rastreando su llamada. Por favor no cuelgue.

- De acuerdo. ¿Cuánto sería?

- En 5 minutos estaremos con usted.

Iba a agradecer, pero un placaje por la espalda me tiró al suelo mandando mi móvil a volar. Bajé la guardia. Recuperé el aire como pude y me giré a mi agresor.

Los auriculares se habían desenchufado cuando me caí. Lo sé por que escuché una voz familiar salir de la llamada.

- ¿___? ¿Estás bien? Soy Mitsuya. Me han avisado. Voy en camino. ¿___? ¿___?

La persona que me había tirado al suelo le dió una patada a mi móvil y lo mandó más lejos.

- Eres una chica lista. Entiendo por qué el amo está interesado en tí. - Una voz masculina era lo único que distinguía.

El sujeto iba forrado a cal y canto. Llevaba ropa oscura, mascarilla, gafas y gorra. Es alguien incapaz de identificar.

- ¿Qué quieres de mi? No tengo nada de valor. - Le miré mal.

- Eso no te lo voy a discutir pero, según el jefe tu propia existencia es un tesoro. Ya puedo imaginarme lo feliz que se pondrá al verme llegar allí con su chica atada. Seguro que me ascienden.

- Permíteme dudarlo. - Giré sobre mis talones estirando una pierna. Le di junto en el tobillo y provoqué que se callera.

- Estudiante de criminología tenías que ser. Como odio que ahora enseñen defensa personal. Pero la fuerza bruta siempre será capaz de vencer a la técnica y más si es contra una mujer.

Acto seguido se levantó y atrapó mi cuello con sus manos. Me estampó contra la pared y comenzó a asfixiarme. Notaba como cada vez mis pies se despegaban más del suelo. Forcejeaba inútilmente y solo pensaba en cuanto tiempo tardaría en llegar la policía.

Cuando me estaba quedando ya sin aire. Me vino un recuerdo de mi instructor. Es un golpe peligroso que puede llegar incluso a matar, pero si se controla la fuerza dejarás a tu contrincante fuera de juego.

Con las pocas fuerzas que me quedaban le dí a mi agresor un golpe seco en la garganta. Al tratarse se un hombre es mucho más efectivo debido a la nuez en su garganta. Cuando logré asestar el golpe noté una liberación de presión en mi cuello. De la nada la calle se llenó de policias y pude ver a Mitsuya correr hacia mí. El hombre que segundos antes me asfixiaba estaba a punto de desmayarse. En ese instante me sentía llena de adrenalina.

- Tú serás el hombre... Pero yo soy quien tiene el poder. - Al acabar de decir la frase el chico cayó rendido.

A lo lejos podía oír los gritos de Mitsuya mientras corría hacia mí. Eso fue suficiente para sentirme segura. La adrenalina empezó a desaparecer y un fuerte dolor invadió mí cuerpo.

- ___. - Habló Mitsuya. - Siento no haber sido yo quien te proteja, pero debes estar orgullosa. Has demostrado ser más capaz que nadie. A partir de ahora, te prometo que no tendrás que volver a defenderte sola.

Eso fue lo último que escuché antes caer desmayada en los firmes brazos de aquel policía que tanto se preocupaba por mí.

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Buenasss.

¿Cómo están?

En el próximo capítulo un interrogatorio sacará a la luz una pista crucial para progresar con la investigación. Un tatuaje.

Nos vemos.

Mister Policeman (Mitsuya Takashi x Lectora) Where stories live. Discover now