30. Adiós.

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Wanda.

El desayuno estaba listo, pero ninguno de los pequeños parecía quererlo.

—¿No van a comer?—Pregunté observando los ojitos de Jack quien rápidamente apartó su mirada de mí. Dejé ir un suspiro cargado de tristeza mientras veía a mi esposa observarnos en silencio.—¿Nat?

—Yo...—Balbuceó ella insegura, pero fue interrumpida por Max quien no quería hacer esperar por su ira desatada.

—¡¿Cuándo planeaban decirnos?! ¡Hicimos el ridículo ayer, todos creen que en serio nos aman, y sólo somos sus juguetes!—Gritó molesta. Jack ni siquiera levantó la mirada, está muy pensativo, los gritos de su hermana no le provocan nada.

—No es que no quisiéramos decirles sobre ésto, planeabamos que fuese luego de la fiesta.—Contestó mi esposa. Mantuve la mirada gacha en la mesa. Ni siquiera sé de que forma intervenir.

—¡Pues que considerada!—Gritó Max.—¡Me hicieron creer que me querían, confié en ambas!

—¡Es verdad, Max!—Gritó mi esposa y los pequeños huyeron lejos de todo ésto.

—¡No somos sus jodidos juguetes rotos para reparar!—Grito Max y mi corazón dolió desde dentro.

—Basta, las dos.—Dije molesta. Los ánimos se estaban caldeando, sin embargo ambas tenían la mirada fija en la otra, casi como si les doliera simplemente pensar en decir algo más de lo que ya han dicho. Joder.

Caminé hasta la habitación de los pequeños y los vi escondidos dentro del armario mientras Jean lloraba y Jack la abrazaba. Es exactamente ésto lo que quería evitar, no quería cometer los mismos errores que su familia cometió con ellos. No quiero lastimarlos, y eso me hace pensar que en efecto, lo mejor es que otras personas cuiden de ambos, porque aparentemente Natasha y yo, no sabemos ser madres, no podemos ser buenas madres, no podemos ni siquiera mantener la paz mientras desayunamos. Hemos cometido grandes errores, y aparentemente no podemos remediarlos, no por ahora, no del todo. No los merecemos.

—Amores... Necesito que salgan de allí, quiero decirles algo...—Susurré y ellos salieron del armario. Jean me abrazó y pegó rápidamente su cabeza a mi pecho, calmándose al oír los latidos rítmicos de mi corazón. — ¿Puedo decirles cuánto los amo y que confíen en mi palabra?—Pregunté y ellos negaron.—¿Por qué?

—¡Tendrás otros hijos y dejarás de amarnos!—Sollozó Jack y Jean volvió a llorar con fuerza. Sus llantos estaban aplastando mi corazón mientras oía a Max gritar desde dentro. Joder, ésto es demasiado para todos, nos supera.

—Eso jamá sucederá. Ustedes son mis hijos, pase lo que pase, lo son. Míos, y los amo, a los tres por igual. No tendré hijos nunca, sólo ustedes.—Prometí sintiéndome miserable por saber que realmente ni siquiera merecía tener hijos, no merecía a nadie que me demuestre el amor de ser una madre, porque estaba dejando de pelear por ellos, mis grandes amores pequeños, mis tres niños.—No quiero otros niños, los quiero a ustedes, Natasha y yo, los queremos a ustedes tres, no necesitamos a nadie más, ¿entienden eso?—Pregunté en susurro y ellos negaron.—Lo prometo.

—¿Para siempre de los siempres?—Preguntó Jack y yo asentí mientras sentía lágrimas empapar mis mejillas.

—Para siempre de los siempres, amores míos...—Susurré besando sus cabellos y abrazándome a ellos con fuerza.

No quiero perderlos nunca.

[•••]

Natasha.

Los pequeños descansaban sobre mi pecho mientras mi esposa me miraba en silencio, Max llevaba días saliendo únicamente para comer. Los padres aceptaron darnos tres días para que ellos puedan despedirse y hacerse la idea, ambos son alemanes y muy exigentes y gruñones, no les agrada nuestra familia homoparental. Supongo que no podemos gustarle a todo el mundo, pero eso es lesbofobia donde lo vean, ya que si fuesen dos hombres, aseguraron que habría sido más fácil recibir a "sus hijos".

Juguetes rotos -Wandanat; scarletwidow.Where stories live. Discover now