Capítulo 10: Primera vez

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—Mierda— Tiré el cigarrillo y me dí media vuelta, tratando de esconderme.

—¿Que pasa, Agatha?

—Deberiamos volver y vender todo rápido.

Bill tiró su cigarrillo también y me hizo caso. Caminamos y traté de apurar mi paso para no encontrarme en la entrada con Eros. No quería que me viera.

Luego de entrar seguimos con lo nuestro, y obviamente yo tenía mucho más cuidado que antes, no quería que Eros me encontrara y que viera que vendía drogas en una fiesta donde nadie me quería. Era evidente que mi vida no podía ser más miserable y complicada ahora.

La fiesta estaba a reventar y los organizadores de ésta se encontraban totalmente ebrios jugando a chupar la carta alrededor de una mesa donde compartían tragos variados. No quise acercarme, pero pude notar que Colin estaba ahí en el juego. Y sin embargo, a pesar de verlo casi besar a alguna chica, no sentía la más mínima pizca de celos por él o lo que hacía. Solo me causaba gracia ver cómo estaba tan borracho que no podía mantener la mirada en un punto fijo.

Seguí mi camino repartiendo todo, hasta que por fin, con algo de suerte había terminado de vender lo que me quedaba. Decidí buscar a Bill entre la multitud y lo encontré tomando desesperadamente de su vaso.

—¿Terminaste lo tuyo?— Pregunté con curiosidad.

Él me sonrió con diversión y me mostró la bolsita donde habían tres pastillas. Alzó rápidamente sus cejas a modo de celebración y las sacó con rapidez del plástico.

—Podemos quedarnos un poco.

Yo no evite reír porque la verdad la cerveza comenzaba a hacer su efecto en mí.

—No está mal la idea.

Bill tomó una y la colocó en su boca, me pasó otra y le hizo una señal a Paul para que tomara la que restaba. Yo la coloqué en mi lengua y probé un poco más de cerveza para que pudiera pasar por mi garganta con facilidad.

Esto se iba a poner mejor.

Las rondas de cerveza no paraban y quién sabe quién nos la proveía, ya que todos estaban borrachos y drogados por todos lados.

—¡Esta fiesta se volvió algo buena gracias a nosotros!— Dijo en voz alta Paul, que bailaba al son de la música.

—A ésta mierda le falta nuestra pista de baile.

Bill corrió a la sala de estar de la casa donde había una gran concentración de personas bailando sin control, y él comenzó a hacer exactamente lo mismo. Paul y yo solo pudimos seguirlo hasta ahí y observarlo divertidos.

Tras unos minutos de estar bebiendo sorbos grandes del vaso que tenía en mano, decidí buscar otro trago a la cocina. Tuve que empujar a mucha gente y quitarme del camino de muchos borrachos, pero con éxito pude llegar.

Me acerqué al mesón en dónde se encontraban algunas botellas de vodka y jugos variados. No había rastro de cerveza por todo el lugar, así que, cómo medida desesperada tomé una de las botellas de vodka absoluto y vertí el líquido transparente en el vaso hasta un poco más de la mitad de éste, y luego, para no ser tan exagerada y suavizar un poco el alcohol, le puse un poco de Sprite.

El día que la luna bajó a la tierra ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora