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「 ᴜɴ sᴏᴘʟᴏ ᴅᴇ ᴀɪʀᴇ ғʀᴇsᴄᴏ 」


El Centro de Entrenamiento tiene una torre diseñada exclusivamente para los tributos y sus equipos. En otras palabras, es nuestro hogar mientras empiecen los juegos. Cada distrito tiene una planta entera, solo hay que subir a un ascensor y pulsar el botón correspondiente al número del tuyo. No es tan difícil.

Las paredes del ascensor son de cristal, pulcras como ninguna otra y refleja todo lo de afuera de ella. Effie me acompaña mientras repite que nuestra escena allá abajo ha sido espectacular. Me va a enseñar el que se va a convertir en mi alojamiento temporal, y descubro que ella y nuestro mentor nos van a acompañar hasta el día en que partamos a luchar a muerte.

No he vuelto a ver a Haymitch, que por cierto aún tiene mi daga consigo, pero seguro que me lo encontraré en la comida. Ya veré si tengo la oportunidad de pedírsela.

Mi cuarto es incluso más grande que el del tren de antes; es lujoso y tiene por todas partes artilugios automáticos que de seguro no tendré tiempo de utilizar, al menos, no todos. El cuarto de baño está decorado con perlas y accesorios brillantes; lo que más destaca es un panel enorme para controlar la temperatura del agua, la presión, los jabones, los champús, los aceites y las esponjas de masaje. Cuando sales, hay una alfombra que se activa para secarte el cuerpo con aire. Todo un lujo, sin duda. Aún así, me da asco pensar en todos las riquezas que tengo a mano y en qué me he pasado toda la vida luchando por miserias que personas del Capitolio pueden conseguir pulsando un miertero botón.

Se supone que puedo programar el armario para que elija un traje a mi gusto, pero decido abrirlo y elegirlo a mano. Una camisa ligera de color azul, con unos pantalones negros y anchos.

El resto de la habitación no llama mi atención, y mucho menos ese menú al que susurras y del que sale comida. Llaman a la puerta y al abrirla, es Haymitch, que me dice que es la hora de cenar y de paso me devuelve la daga (todavía envuelta) y me insiste en que no tarde en bajar. Antes de desaparecer, me suelta que luego tendremos que hablar y sé a lo que se refiere.

Cuando cierro la puerta, me aproximo a la cama de buen tamaño en la que deposito la daga. Cruzo mis brazos, pensando en que puedo hacer con ella, ya que no la puedo llevar encima todo el rato. Tiene que ser un escondite bueno, que no sea sospechoso y en donde, por cualquier cosa, pueda sacarla con rapidez de su escondrijo. Pienso en los ayudantes del Capitolio, o en los posibles avox (gente a la que le cortan la lengua por ser traidores en el Capitolio) que limpien mi habitación y puedan encontrarse con ella.

Decidí antes de ir a cenar, revisar por cualquier lugar cercano a las paredes algún punto blando, un agujero, lo que fuera; pero nada. Ya estaba pensando en rendirme, cuando me llegó por la coronilla un soplo de aire fresco. Entonces, cuando fui en busca de su procedencia, descubrí una pequeña rejilla a la altura de las tuberías. Con un movimiento rápido, sostuve la mesilla de madera que estaba al lado de la cama y me subí encima. No parecía sólida y cuándo tiré de ella, con sorpresa salió de su agujero.

Entendí que se unía a las tuberías por una especia de imán y que no era difícil sacarla. Regresé a por la daga, y sin desenvolverla, la metí en el orificio, rogando porque nada se la tragase. Puse de nuevo en su sitio la rejilla y se pegó con aprensión. Esperé a que saliera despedida, o algo parecido, pero nada ocurrió. Aún con nervios, bajé de la mesilla y la sitúe en su lugar anterior.

Decidí confiar en mi suerte (que era escasa) y salí de la habitación.

Cuando entro en el comedor, ya que no hay verdaderamente perdida en encontrarlo, Brenda, Haymitch, Effie, Alita y Janson, están sentados en una larga mesa preparándose para el refrigerio, que ya está siendo servido.

𝐓𝐇𝐄 𝐇𝐔𝐍𝐆𝐄𝐑 𝐆𝐀𝐌𝐄𝐒, Newtmas ( au ) [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora