CAPITULO 1: SINGULARIDAD

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Cuando Soo Bin nació, lo primero que vió fue al aquel hombre alto, de piel perfectamente bronceada, que cargaba con una sonrisa llena de orgullo y un par de hoyuelos en sus mejillas

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Cuando Soo Bin nació, lo primero que vió fue al aquel hombre alto, de piel perfectamente bronceada, que cargaba con una sonrisa llena de orgullo y un par de hoyuelos en sus mejillas.

—¿H-Hola? — murmuró, sin entender qué hacia allí, miró su cuerpo, cubierto con una tela blanca semitransparente, sus manos recorrieron sus marcados músculos, sintiendo su propio tacto sobre su piel.

— Soo Bin, Dios de lo Bello... — dijo aquel hombre, acercándose a él, para tomar su mejilla y acunar su rostro, sus ojitos llenos de estrellas, el rubor en su rostro, sus labios perfectamente rosados y su cabello algo rizado que enmarcada perfectamente su fracciones... —. Eres hermoso, Soo Bin.

>> Soy quien te creó, soy el Dios Creador, el Dios mayor, soy tu Dios.

Soo Bin lo miró con aquellos redondos ojitos, llenos de brillos y admiración, con sus labios entreabiertos por la sorpresa.

— ¿Qué hago aquí? — preguntó, su voz era baja y dulce, todo de él era hermoso.

— Estás aquí para reinar y ser venerado sobre todo lo hermoso, de todos los mundos. En la Tierra de los humanos, en el Mundo de Arriba... Incluso del Inframundo.

— ¿Qué es eso? — preguntó, estaba confundido por tanta nueva información.

— Ahora estamos en el Mundo de Arriba — comenzó a hablar aquel Dios Creador—. Hogar de los Dioses, mí reino más próspero, aquí vivimos todos los Dioses — tomó su mano para ayudarlo a levantarse, seguía sentado en el suelo, debajo de aquella cúpula, iluminado perfectamente por la luna —. Luego está la Tierra de los Humanos, también es nuestro reino, es donde nuestros creyentes habitan, nos veneran, a cambio de su admiración los Dioses los cuidamos y les damos regalos, cada uno de los Dioses está allí para regalarles algo.

El Dios Creador hizo un ademán, de la nada una ventana apreció frente a sus ojos, las estrellas en los iris de Soo Bin brillaron, imágenes de una tierra desconocida pero hermosa, con aquellos seres que se parecían a ellos, pero se veían pequeños, algunos corrían detrás de otros entre los árboles, o la gente que pasaba, que cargaba alimentos o cosas, todos sonreían y se veían hermosos.

Soo Bin amó a los humanos desde el primer momento en que los vió, y el Dios Creador lo notó en aquella sonrisa.

— ¿Qué puedo darles yo a ellos? — preguntó el castaño, mirando con desconcierto al Dios mayor —. Soy nuevo... No sé qué hacer.

— Tú, Soo Bin, eres el Dios de todo lo Bello, eso no se muestra solo en tu apariencia física — explicó—. Todo lo que hagas por los humanos a ellos les parecerá hermoso, cosas que ellos no han admirado aún serán tuyas: El cálido brillo del atardecer, el sonido del mar, las luces de las luciérnagas recorriendo los campos... Todo eso es Bello, y todo será tuyo, tú lo manejas a partir de hoy: puedes hacer del atardecer más rosa, puedes llenar el mundo con el brillo de los pequeños bichos de luz, puedes hacer que el mar suene más o menos... Todo eso y más.

LA TIERRA DE LOS DIOSES MUERTOS ~ YEONBIN Où les histoires vivent. Découvrez maintenant