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JURAR

Declarar bajo juramento que se dirá la verdad

ALFONSO

—¿Jura usted por Dios decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? —dijo el juez un par de mañanas más tarde.

No dije nada, la repentina partida de Anahí aún fresca en mi mente.

—Señor Herrera, le hice una pregunta —me reprendió el juez.
—Pido disculpas —le dije—. Juro por Dios decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
—Podemos continuar.

El abogado defensor se puso de pie y se aclaró la garganta.

—Señor Herrera, su nombre legal era antes Miguel Arango, ¿correcto?
—Correcto.
—¿Podría decirle a la corte cómo conoce a mi cliente, Kevin Hart?
—Una vez fuimos socios en Arango & Hart.
—Socios y mejores amigos, ¿correcto?

Miré a un Kevin inexpresivo. Se encontraba vestido con un traje gris, todavía incapaz de llevar una corbata a juego.

—Sí —le dije al abogado—. Hubo un tiempo en que lo fuimos.
—¿Es verdad que se metió en un altercado con él en un bar hace seis años y medio?
—Defina altercado.

Él agarró una hoja de papel.
—¿Entró en un bar y lo golpeó? ¿Dejándolo con una fractura de mandíbula y la caja torácica fracturada?
—Se follaba a mi mujer.

Los miembros del jurado se quedaron sin aliento y el juez golpeó con su mazo.

—Señor Herrera...—El juez habló con severidad—. Ese tipo de lenguaje no está permitido en mi sala. Por favor, conteste a la pregunta.
—Sí —le dije—. Sí, lesioné al señor Hart severamente.
—¿De manera similar a cómo lesionó a su propia esposa?
—¡Protesto! —El fiscal se puso de pie—. ¿Relevancia, Señoría?
—Se acepta.
—Bien. —El abogado defensor levantó las manos en una señal de rendición—. ¿Es cierto que culpa a Hart por la caída de su empresa anterior?
—Claramente el Departamento de Justicia lo hace ya que él es el que está en juicio hoy.
—Señor Herrera...
—Sí. —Apreté la mandíbula—. Sí, lo culpo por la caída de nuestra ex empresa.
—¿Es cierto que usted también lo culpa de la lamentable muerte de su hija?
—¡Su Señoría!—El fiscal me lanzó una mirada de simpatía—.¿Relevancia?
—Denegada... Responda la pregunta, señor Herrera.
Aparté la vista de Kevin y apreté los puños. —Sí.
—Su hija murió en medio de las semanas previas a la caída completa de su empresa, y dentro de esas semanas consiguió golpear severamente a su pareja, mejor dicho su esposa...
—No golpeé a mi jodida esposa. Ella hizo esa mierda. ¿Ha hecho alguna mierda de investigación?

El juez golpeó con su mazo, pero seguí hablando.
—No estoy seguro de qué universidad comunitaria de bajo nivel fue tan tonta como para emitirle un título de abogado, pero el caso entre mi esposa y yo fue resuelto hace años porque mintió acerca de muchas cosas ante un jurado. Y viendo que a pesar de eso, fue enviada a la cárcel y yo fui absuelto de todos los cargos, puede aceptar eso como un maldito hecho. Por lo tanto, antes de que me haga otra pregunta de mierda y trate de dañar mi imagen, recuerde que la subsistencia de su cliente está en juego durante este juicio. No la mía.

El juez dejó escapar un profundo suspiro, pero no dijo nada más. Sólo hizo un gesto a la defensa para que continuara.

—Durante su asociación, ¿es cierto que su esposa estuvo a cargo de todas las relaciones monetarias de la empresa?
—Ex esposa. Y sí.
—¿Y usted nunca pensó en volver a comprobar a dónde asignaba ella la mayor parte de los fondos?
—Yo tenía un título en derecho, no en contabilidad.
—Por lo tanto, ¿nunca pensó que era un poco sospechoso que su nueva firma recaudara siete dígitos al mes?
—No.

Suspiré, pensando en aquellos días, aquellos clientes. Todo el mundo con el que tratamos tenía mucho más de lo que ganaría en mi vida y no pensé nada sobre las ganancias mensuales que Ava informaba; confiaba en ella.

—¿Es justo decir que la caída de su empresa podría ser debido a la manipulación de la financiación de su esposa?
Apreté los dientes. —Sí.
—Interesante. —Cogió una hoja de papel y le preguntó al juez si podía acercarse—. ¿Podría leer esto a la corte, por favor?
—Preferiría no hacerlo —dije.
—¿Preferiría no hacerlo? —Se rio—. Señor Herrera, como abogado, seguramente sabrá que va a ser detenido por desacato al negarse a leer pruebas solicitadas.
—Lea, señor Herrera —exigió el juez.
—Eres una mentirosa de mierda, Ava. —Leí mis viejas palabras—. Has jodido a tantas personas a mi espalda que he perdido la cuenta. En lo que a mí respecta, mereces pudrirte en la cárcel. Tal vez entonces tu coño con exceso de trabajo tendrá un muy necesario descanso.

Un miembro del jurado se tapó la boca con sorpresa, pero seguí leyendo.

—Gracias por decirme que mi pene no estuvo a la altura, que después de tantos años de matrimonio nunca estuviste satisfecha. Puesto que tú y Kevin no sólo lograron quitarme mi firma, sino que también arruinaron la única cosa que hizo que mi vida valiera la pena, acepta esta carta como un adiós. —

Miré a la defensa.
—¿Podría leer también lo que escribió después del posdata?

Rodé los ojos.
—Dado que sólo estarás rodeada de mujeres durante los próximos quince años, te sugiero que intentes probar un coño. El sabor es bastante fantástico.
—Protesto, Su Señoría. —El fiscal se puso de pie—. No veo cómo este documento es relevante para el caso. La defensa también fracasó en producir esa carta durante el descubrimiento. Pido eliminar el documento.
—Se acepta. Considérelo borrado. —El juez miró su reloj y luego se puso de pie—. Vamos a levantar la sesión para el almuerzo. El testimonio continuará esta tarde.

A medida que el jurado y los asistentes judiciales se levantaron, me quedé quieto. No tenía a donde ir.

—No sabía que traería el tema de su hija. Lo siento mucho... —El fiscal me ofreció una pequeña sonrisa—. Lo redirigiré una vez que comience... Su compañero está definitivamente acabado, intenta desacreditar su persona un poco, para hacerlo ver un poco más comprensivo ante el jurado.
—Es consciente de que también soy un abogado, ¿verdad? —Me bajé de la banca—. Sé exactamente lo que intenta hacer.

Salí del tribunal y me adentré en una fuerte nevada, mirando hacia el cielo. Consideré dejar el palacio de justicia y arriesgarme al desacato, pero una parte de mí quería ayudar a sellar el acuerdo sobre el destino de Kevin.

Había pasado mucho tiempo; todas las mentiras, la traición, el dolor, y que se merecía lo que le iba a conseguir.

Alguien me tocó el hombro por detrás.
—¿Tienes un minuto? —preguntó una voz familiar. Kevin.
—No.
—Pensé... —Suspiró—. Pase lo que pase al final de este juicio...
—¿No escuchaste lo que dije? —Me di la vuelta para enfrentarme a él, sorprendido por cómo se veía demacrado de cerca. El tiempo no había sido bueno con él en absoluto.
—Lo siento por todo lo que Ava y yo te hicimos pasar —dijo con una mirada sincera en sus ojos—. El dinero y los clientes llegaban tan rápido y éramos tan jóvenes...
—¿Jóvenes?
—Sí. —Asintió—. Jóvenes y estúpidos, ¿sabes? Era...
—Jodidamente estúpidos. —Apreté la mandíbula—. Pero fue más que estupidez, Kevin. Fue la codicia. Y cuando los periódicos empezaron a juntar las piezas, cuando los clientes comenzaron a exigir respuestas, todo se volvió hacia mí. Me culpaste; exigiste la custodia de Emma, sabiendo muy bien que realmente no la querías. Sólo querías hacerme daño porque eras su padre biológico.
—Miguel...
—Y lo hiciste. —Sinceramente, podría admitirlo una vez por todas—. En serio hiciste esa mierda.
—Si pudiera retroceder...
—No se puede —lo interrumpí—. Pero me puedes decir una cosa.
—¿Qué?
—La noche que arruinaste mi vida, Bueno, no la primera noche, la noche que vino meses después, ¿estuviste bebiendo?
—¿Importa ahora mismo?
—¿Estabas jodidamente bebiendo esa noche? —Lo miré y suspiró, mirando hacia el suelo.
—Sí...
—Gracias por finalmente ser honesto —me burlé—. Voy a dormir mejor por la noche sabiendo que te unirás a Ava tras las rejas después de esta semana.
—¿Ava está de vuelta en la cárcel? —Parecía herido, decepcionado.
—Nueve años más. —Le sonreí, pero se desvaneció rápidamente—. Seis más de los que tenía Emma.

No le di la oportunidad de responder. Mi corazón se apretó ante la idea de perder a Emma de nuevo, imaginar todo el dolor que debió de haber sentido en su último día, así que cerré los ojos, tratando de bloquear otro oscuro recuerdo.

El Abogado Y La BailarinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora