CAPITULO FINAL PARTE 2

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Bésame la boca con tu lágrima de risa

Bésame la luna y tapa el sol con el pulgarY bésame el espacio entre mi cuerpo y tu silueta

Y al mar más profundo, bésale, con tu humedad 

Juanito y Luz subieron a sus respectivas habitaciones, detrás de ellos Elena subía para acostarlos como cada noche. Después de un rato, cuando ambos niños se hubieron rendido al sueño, Elena entró a su habitación para dormir con Octavio, en el sentido estricto de la palabra, pero él tenía otra cosa en mente. Él deseaba una noche con su mujer, pero no se iba a poder porque ella le dijo que quería esperar hasta la boda religiosa, pero al menos iban a dormir juntos, abrazados sintiendo el calor de sus cuerpos.

O: Mi vida ¿vas a ir a hablar con Juan Alberto? Porque desde ya te digo que yo no estoy dispuesto a dejarte ir sola.

E: La verdad - suspiró - no quiero ir a hablar con él, pero iré por Juanito y también por la amistad que tuvimos alguna vez.

O: ¿Por qué mejor no dices que es por el amor que sentiste por él? - cambiando su tono de voz y alejándose de la cama, necesitaba calmar los celos que lo estaban consumiendo -

E: Octavio... - musitó - no te pongas así... - pidió a medida que se acercaba a él y lo abrazaba por la espalda - es verdad que en algún momento lo quise, pero hoy puedo decirte que no lo amé. Jamás lo amé como te amo a ti - depositando un suave beso en su espalda, mientras sus delicadas manos se paseaban por su firme pecho -

O: ¡Elena! - soltando el aire que había contenido en sus pulmones -

E: No te enojes mi amor, por favor.

O: Perdóname, pero no puedo evitar ponerme celoso.

E: Tus celos me halagan - reconoció sonriendo, mientras lo giraba para que quedara frente a ella - ¿Pero algo más verdad? Puedo verlo en tus ojos, ¿qué te inquieta? ¿Tú también crees que algo malo va a pasar en el juicio de Juan Alberto no es así mi amor? Porque yo también tengo un mal presentimiento.

O: Tranquila, el juicio es en la tarde, pero mañana en la mañana vamos a ir a hablar con él y le pediremos, no, le exigiremos que no vuelva a llamar a Juanito, no voy a permitir que vuelva a hacer llorar a mi hijo.

E: ¿Tu hijo? - preguntó sonriendo -

O: Sí, porque es tan hijo nuestro como Luz y como estos dos cachorros que tienes aquí (acariciando su vientre)

Besa mis campos y mis flores con tus gotitas de colores

Besa la lluvia que resbala la ventanaBesa mi vida y mis cenizas, y me dirás que voy de prisaBésame y deja, con un grito, que lo logre

Después de su conversación se quedaron dormidos abrazados, el amanecer llegó, pero fue el reloj biológico el encargado de despertarlos, ambos se arreglaron y bajaron a desayunar con su familia.

Después de dejar a los niños en el colegio fueron a Octavio y el Juez Lizardi se ponían de acuerdo sobre el proceder durante el juicio. Ya cerca del mediodía, tal como habían acordado Elena recogió a Juanito para que declarara y luego lo mandarían a casa con el chofer.

En medio del juicio, nadie podría creen que el juez Montiel hubiera hecho todo aquello de lo que se lo acusaba, pero las evidencias eran claras y, lo que lo terminó de hundir fue lo que le hizo a la esposa de Villarreal. Pero la suerte ya estaba echada, aunque su mejor amigo era su abogado no pudo hacer casi nada por él. La sentencia fue dada, pena de muerte, aun así, Adolfo apeló y abogó de tal manera que lo único que consiguió fue una reducción a 25 años de prisión, sin derecho a ver a su hijo. Juan Alberto aceptó su sentencia, y demostró arrepentimiento al pedir disculpas a todos por lo que había hecho, y es que todos tenemos derecho a cambiar ¿o no?

LA OPORTUNIDAD DE AMARWhere stories live. Discover now