Reciclar (7)

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Lo mágico y envidiable de las plantas era poder existir plenamente sin ser notadas a simple vista. Las plantas toman agua, respiran y extienden con pereza sus hojas hacia el sol mientras el resto del mundo se preocupa de nimiedades. 

Cosas tan absurdas como tener dinero, un empleo, pensión, fama, éxito y seguir normas sociales. Las plantas no hacen ni desean ninguna de esas estupideces. Las suculentas no piensan en cómo pagar la renta del mes. Las dalias ignoran el concepto de impuestos. Los helechos no se mortifican pensando en cuánto desean al hermano de su exnovio.

O eso piensa Kim Namjoon mientras rocía con agua fresca las flores de su jardín.

Es un domingo precioso incluso si el pleno otoño cubre la ciudad. El sol brilla, las calles del centro aún son silenciosas —tan silenciosas como el centro de una ciudad puede ser— y Namjoon fuma con tranquilidad un cigarrillo antes de siquiera desayunar.

Kim Seokjin, piensa él, de la nada.

Seokjin.

Jin.

Jin.

Su mente parece estar dañada pues solo piensa en Kim Seokjin sin importar la hora o la actividad que se encontrara realizando. 

Piensa en sus ojos fríos y llorosos en la penumbra; los suaves que son sus labios al besarlos; el aroma de su piel perlada en salado sudor; los lunares en los dedos que se enterraron desesperadamente a los hombros de Namjoon; la curva de su cintura al ser sujetada con firmeza; los músculos en sus larguiruchas piernas enredadas en el torso del menor.

Mierda.

Mierda.Mierda.Mierda.

Namjoon se restriega los ojos con frustración.

Jamás le había pesado tanto el sentir tan intensamente como le estaba pesando al estar junto a Seokjin. Querer a Kim Seokjin se sentía abrasador y agotante; le estaba consumiendo hasta los huesos el embriagarse de lujuria cada minuto por el simple pensamiento de alguien más. Y, aun así, aún con cada espacio de su mente repleto de Jin, Namjoon se sentía insatisfecho.

Una semana.

Hacía una semana que su aventura había comenzado, Namjoon había prometido obedecer. Había prometido que todo se haría como Seokjin quisiera. Había aceptado cualquier condición con tal de que Jin no se alejara de él. 

Pero las migajas que el azabache doctor tenía para ofrecerle no satisfacían en lo más mínimo su hambriento deseo.

Namjoon necesitaba sostener la mano de Jin al caminar, abrazarlo en el cine, cenar juntos en un puesto callejero de fideos y tener sexo en cualquier lugar remotamente posible.

Y eso no era posible. Por ahora. 

Ahora solo podía verlo a escondidas en puntos medios entre el hospital y el club; solo podía acompañarlo hasta una cuadra antes de llegar a su casa para no ser vistos; y tenía que conformarse con indecentes sesiones de besos en calles oscuras.

Querer, desear y amar a Kim Seokjin podría ser descrito como una experiencia desesperante para Namjoon. Casi como una adicción.

¿Por qué Namjoon desgastaría su valiosa vida, su irremplazable tiempo, en algo tan complicado y doloroso?

Lo que Namjoon sentía por Seokjin le asustaba cada día más, pues era una mezcla rara de nuevas emociones —y para alguien que siente tanto como Namjoon, las emociones nuevas eran cometas insólitos—. Con tan poco tiempo, Namjoon se atrevía a declarar que jamás había querido tanto en una relación. Estaba entregando mucho más de lo que recibía.

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⏰ Last updated: Nov 12, 2022 ⏰

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3Rs. [BTS]Where stories live. Discover now