Corazón enfermo

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Corazón enfermo




Una tarde después de merendar, Harry y Severus colocaron al bebé dentro de su corralito entretenido con sus juguetes y ellos fueron a sentarse a la mesa llena de libros. Harry no se veía muy feliz.


— No quiero estudiar. —protestó enfurruñado—. Es aburrido, Sev, prefiero que tú me leas.

— Algún día tienes que aprender, pero no te preocupes, hoy he decidido darte un descanso, lo que no podemos posponer es encontrar un nombre para el bebé.

— ¡Ah, eso me gusta más!


Harry tomó uno de los libros como si ya supiera leer pero en realidad no le interesaba mucho, y se dedicó a buscar imágenes, algo bastante complicado en los libros que tenía Severus.


— Esto no funciona para mí. —dijo frustrado después de revisar más de una docena de libros sin entender nada.

— ¿Ahora te das cuenta de la importancia de saber leer?

— Sí, señor Profesor. —respondió arqueando los ojos.


Severus sonrió, aquello le recordó viejos tiempos y tuvo que reprimir las ganas de besarle, si no, aquel sería otro día en que el bebé continuaría sin nombre.


— ¿Qué te parece Daniel? Ese es el autor de este libro.

— Es bonito, si tú quieres para mí está bien.

— No te noto muy animado.

— Es que a mí me gustaría un nombre que relacionara con algo bonito, como "Árbol" "Flor" "Nube" "Cielo" "Mermelada"

— Harry, esos no son nombres de personas, bueno, algunos, pero no le van a un varoncito.

— Entonces no sé cómo ayudar.

— ¿Qué te parece si anoto los nombres en papelitos, los ponemos en un vaso y el que sacamos sea el elegido?

— Como sea.


Severus prefirió no darle importancia al gesto de indiferencia de Harry y se dispuso a realizar su tarea. Al poco rato notó que Harry, aburrido, se ponía de pie y daba vueltas lentamente alrededor de la mesa donde estaban los libros abiertos en diferentes páginas.


— ¿Porqué no usas tu varita? —propuso Harry—. Sería más rápido ¿no?

— En verdad estás aburrido.

— Muuuuuucho, no sé qué tiene de malo que el bebé se llame "bebé" es lo más fácil, tiene casi seis meses, a lo mejor ya no se acostumbra si le llamamos de otra manera.

— Se acostumbrará. Mira, creo que ya tengo suficientes nombres en el frasco, escoge uno.


Harry iba a obedecer, sin muchas ganas, pero entonces notó una imagen sobresaliendo de uno de los libros.


— ¿Qué es? —preguntó señalándoselo a Severus.

— Es un... un ángel. —respondió frunciendo el ceño, ese libro debió haber estado ahí desde tiempos de su padre.

— Es muy hermoso ¿porqué tiene alas como los pájaros?

— Se dice que es un ser divino, designado para cuidar de los seres humanos.

"Ángel" es un bonito nombre, ¡que se llame así el bebé!

— ¿Ángel? Pues... sí, podría ser.

— ¡Entonces ya está decidido, se llamará Ángel! —exclamó Harry emocionado—. ¡Y al fin nos olvidamos del tema!


Severus suspiró resignado. Bueno, después de todo, sí era un nombre adecuado.


*X*X*X*X*X*X*X*X*X*X*X*



Tres noches después, el sonido del llanto del bebé despertó a Harry. Para entonces Severus ya se había puesto de pie y tenía a su hijo en brazos caminando de un lado a otro de la habitación.


— ¿Qué pasa? —preguntó Harry adormilado—. ¿Tiene hambre a esta hora?

— No, ya intenté darle de comer y no quiso, tampoco está sucio.

— ¿Entonces porqué grita tanto?

— No lo sé, espero que no esté enfermo.

— Si ya hubiera aprendido a hablar nos diría qué le pasa, pero a él no lo pones a estudiar como a mí.

— Harry... —le advirtió con suavidad, pues su preocupación le impedía estar para bromas.

— Ya, veo que estás alterado ¿quieres que ayude en algo?

— No, tú duerme y yo me ocuparé de todo.

— Pero el ruido del bebé no me dejará dormir, Sev. —protestó cubriéndose hasta el rostro con las mantas.

— Pondré un hechizo de silencio para ti. Descansa, amor.


Severus le dio un beso antes de silenciar el espacio de la cama y que Harry así pudiera conciliar nuevamente el sueño. Envidió un poco la manera tan rápida en que logró sumergirse en un profundo descanso, él jamás podría lograrlo sabiendo que el bebé estaba a disgusto.


Por varias horas hizo todo lo que pudo para calmarlo pero sin lograrlo. Aunque Ángel paraba su llanto por algunos segundos eso resultaba peor pues su respiración se tornaba acelerada y muy superficial, como si el aire le faltaba.


Estaba por amanecer cuando decidió que no podía esperar más.


— Harry, despierta. —le llamó después de quitar el hechizo y mientras se vestía lo más apresurado posible.

— ¿Qué hora es? —preguntó aún somnoliento, ya no se escuchaba el llanto del bebé.

— Creo que algo le pasa a Ángel, voy a tener que llevarlo a un hospital.

— Voy contigo. —aseguró abandonando de inmediato la cama.

— No, preferiría que te quedaras aquí, te prometo que regreso lo antes posible. En la nevera hay comida, tan solo ten cuidado al calentarla y recuerda que no debes abandonar la casa.


Harry asintió, sí quería ir con Severus pero éste ya no le dio tiempo de insistir, tomó al bebé y se dirigió apresurado hacia la salida dejando a Harry mirando la puerta con el corazón angustiado, no solamente por el bebé, sino porque detestaba quedarse solo.


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En el corredor de un hospital muggle, Severus dio vueltas casi comiéndose las uñas. Uno de los pediatras le sacó del sitio donde exploraba al bebé después de haberle examinado brevemente y ahora esperaba noticias. No le parecía normal que lo alejaran de su hijo, y mucho menos cuando el consultorio se convirtió en un ir y venir de médicos, enfermeras, auxiliares, que corrían en todas direcciones.


No le quedó más remedio que hacer lo que nunca había hecho en su vida: orar por su hijo, aquel miedo solo podía compararse con el que tuvo el día en que vio a Harry recibir el beso del dementor.


Finalmente, al cabo de una hora, todo fue tranquilizándose y uno de los pediatras salió en su búsqueda, tras de él iba su bebé en una especie de incubadora, estaba conectado a varios aparatos que sostenían los ayudantes mientras trasladaban a Ángel a otro lugar.


— ¿A dónde lo llevan? —preguntó con un nudo en la garganta.

— Al área de cuidados intensivos. No puedo negárselo, Señor Snape, su hijo está realmente grave, hemos podido estabilizarlo pero tengo que reservarme el pronóstico por ahora.

— ¿Pero qué es lo que tiene?

— Su corazón está muy débil, nació con un defecto genético, es raro que algún médico no se lo haya detectado hasta ahora, eso contribuyó a que su problema fuera empeorando, si no lo llega a traer hoy, probablemente a esta hora ya hubiera perdido la batalla, sin embargo haremos todo lo posible para salvarlo, en cuanto le estabilicemos intentaremos corregir la falla con una cirugía.

— ¡¿Cirugía?! —exclamó alarmado.

— Es el único modo, se lo aseguro. Por ahora puede permanecer en la sala de espera, le haré saber cualquier eventualidad.


Severus se quedó de piedra. Se sentía culpable, todo por mantener a su hijo escondido, un medimago le habría ayudado desde su nacimiento, y ahora quizá podría salvarlo sin necesidad de abrirle su cuerpo de manera tan atroz.


Tenía que encontrar la manera de sacar a su hijo de ahí y llevarlo a San Mungo.


Usó un hechizo desilusionador para poder entrar al área de cuidados intensivos, sin embargo, cuando vio a Ángel comprendió que si lo desconectaba de todos esos aparatos probablemente no resistiría llegar hasta San Mungo, lo perdería sin remedio.


Fue imposible retener las lágrimas, era demasiado doloroso ver a su bebé tan enfermo y a punto de morir. No sabía qué más hacer.


Su corazón le dolió. Su amor de padre se lo advirtió en forma de presentimiento. Se abrazó al lecho que protegía a su bebé, miró a su alrededor como si algo malévolo rondara.



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El beso del dementorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora