1

59 11 6
                                    


Una chica un poco sola.

No porque estuviese siempre sola, bueno, en parte sí, pero lo triste es que se sentía sola, siempre cargaba esa soledad en el pecho, tan profunda, tan oscura, tan espesa. Quienes la conocían lo sabían, pero parecía estar bien con eso, esa soledad, esa tristeza, era parte de ella, estaba tan acostumbrada a ella como al particular sonido de su risa, a la sequedad de sus manos o a la torpeza de sus pies.

Pero a veces, solo a veces, el silencio era demasiado. A veces coincidía que todos sus amigos y familiares, todos los miembros de su círculo cercano, se unía en una sintonía antigua, una canción distinta a la que sonaba en sus oídos, una más alegre, aquella que se bailaba en parejas y no era digna de solos.

Cuando eso pasaba a veces se laetaba de haber decidido acoger aquel sentimiento en su pecho y mantenerlo cobijado. Pero al mismo le hacía sentir más segura, la soledad no la abandonaba, no la traicionaba por la espalda cuando menos se lo esperaba, no la iba a dejar en una esquina olvidada cuando apareciera otra persona más guapa, más lista, más graciosa... Más brillante.

La soledad no besaba a otra mujer en la puerta de casa, se mantenía fiel a ella. No mentía, soltaba la verdad aunque fuese dolorosa, no había capas ni escalas de grises, las cosas eran como eran y se mantienen así.

¿Por qué?

Esa era una de tantas  preguntas en su vida. ¿En qué momento de su vida había decidido levantar los muros? ¿Distanciarse?

Toda su vida, desde que tiene uso de conciencia siempre habían juzgado su apariencia. "Fea" "Anoréxica" También su forma de ser "Friki" "Gilipollas" "Rara" Poco a poco, palabra a palabra, se le fueron clavando en la espalda.

Y un día, por algún motivo el "fea" cambió. En algún punto los insultos pasaron a ser cumplidos, pasó de ser la enana ignorada por todos a ser la esbelta muchacha de largas piernas, ahora habían notificaciones en su teléfono, todas de niños, muchachos, hombres, todas comentando algo de su percha, sus curvas, su rostro.

No se había considerado nunca especialmente bonita, ni especialmente simpática, tampoco era especialmente graciosa o inteligente, nunca había destacado en nada, en ninguna materia, en ningún talento, en ningún hábito. No veía el mundo de forma especial y tendía a ver el vaso medio vacío aunque convenciera a todos los demás de que estaba medio lleno. Pero en aquel momento, aquella atención le ilusionó, porque a todos nos gusta que nos miren, nos gusta que nos hagan caso, que nos den nuestro instante de atención.

Ese era el problema, que duraba solo un instante, un segundo, un par de mensajes. Porque no era una atención desinteresada.

No, la muchacha solitaria conoció a una edad temprana el deseo, el desear y ser deseado.

Y descubrió una cosa aún más importante. Lo odiaba, lo detestaba con toda su alma, le producía arcadas. Le habían convencido durante toda su vida que su apariencia no era válida, que era la horrenda, la rara, la fea, la que no servía. Y ahora, descubre que quienes comenzaban a valorarla lo hacían únicamente por eso, por su cuerpo, por su apariencia, por su pecho, sus caderas o la forma de su vientre. Era una atención vacía y asquerosa.

Puede que su rostro fuese bonito, pero si mañana un accidente dejaba una cicatriz en él ya no la querrían.

Puede que su vientre fuese plano, limpio, suave, pero el cuerpo cambia, muta y se transforma, y eso era bueno, era natural, estaba bien.

Puede que sus caderas le aportasen una bonita figura, atractiva, pero también eran recorridas por las cicatrices de sus cambios de ánimo y peso.

¿Y cuando todo eso se acabase? ¿Cuándo el tiempo pasase por ella como lo terminaba haciendo por todos?

Nadie se había preocupado nunca por el motivo por el cual no le gustaban los niños.

Nadie se había tomado el tiempo de averiguar que le encantaba el olor que permanecía en las calles cuando terminaba de llover, que soñaba, incluso despierta, con otros mundos que quería plagiar en el papel, que adoraba el sonido de las cuerdas de la guitarra aunque no se sentía capaz de producirlo. No sabían que de noche, cuando llovía muy fuerte se acostaba en el suelo de su azotea a escondidas de sus padres y dejaba que el frío y la humedad calase sus huesos, permanecía allí lo que duraba el chaparrón y se permite deleitarse con el continuo quejido de todo lo que era tocado por aquellas gotas.

Nadie que la hubiese deseado se había molestado nunca en conocerla, y por eso odiaba tanto el deseo.

Por contraparte, nadie que se hubiese tomado el suficiente tiempo como para conocerla se había quedado para desearla. Tal vez es que no era compatible, conocerla, con defectos y virtudes y seguirla deseando. Desearla después de descubrir que era trozos de lo que había sido, pedazos de inseguridades pasadas alojadas tanto en su interior que no sabía desprenderse de ellas.

Hace poco se lo dijeron. Te aman solo por tu cuerpo. Y dolió porque era cierto.

Tal vez a eso estaba condenada, por no lograr ser completamente sincera con nadie, siempre una verdad a medias.

"Eres demasiado exigente"

Esa fue, de todas, la que más le sorprendió. ¿Lo era? ¿Era acaso demasiado exigente con lo que pedía?

¿Era demasiado pedir amor?

Había una diferencia entre ser querida y deseada.

Ella deseaba ser querida, lo deseaba de verdad, lo deseaba incluso con aquella soledad tan profunda alojada en su pecho, anhelaba a alguien que cumpliese sus promesas, que sus palabras de amor fueran sinceras, alguien que le ayudara a levantarse cuando se caía, que la dejase caminar sola cuando lo necesitaba, alguien con quien pasar tiempo entre las sábanas pero también alguien con quien conocer el resto del mundo, el resto de su ser.

¿Era acaso eso demasiado?

Tal vez, solo tal vez, debía de conformarse con el deseo, aunque éste hiciese que la oscuridad fría de su pecho creciese más y más cada vez que lo experimentaba.

Deséame, pero no me abandones cuando tus manos me quiebren. 

Por ello no quería abandonar la soledad que se alojaba en su pecho. Ella no se iría por muy rota que estuviese. 

La soledad alojada en el pechoWhere stories live. Discover now