04|τέσσερα

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Sin despedirse corrió lejos de su familia hasta regresar a Olympia.

-Si bien no los escuchas tendré que quitarte algo y descuida no será tu preciado hijo -musitó mirando la estatua de Zeus. Vio todas las ofrendas y tomó una bolsa que habían dejado ahí, metió cuando pudo, cambió sus ropas -la gente solía ser extraña en cuanto a sus ofrendas-, y colocó la bolsa en su espalda.

Si ella cazaba a la criatura, tal vez podría conseguir algo de premisa en aquel acto, ella sabía de aquella leyenda de una monstruosa criatura que vigilaba el lago de Lerna pero de la cual nadie había visto nunca.

Tendría que enfrentar su destino, tendría que ser ella quien llevase la misión de salvar a su familia y su pueblo y conseguiría que por fin Zeus los escuchara. No era por ella el sacrificio sino por ellos.

Abandonó el templo y avanzó hacia las puertas delante de Olympia, había guardias pero ninguno hizo caso alguno. Caminó despreocupada mientras sentía como su gente quedaba atrás y la carga era menos, era un extraño sentimiento ya qué Isaura había crecido para ayudar a los demás y así lo haría. El sol estaba tan brillante como siempre, y tendría que cuidarse en las noches si no llegaba al lago de Lerna más pronto que lo haría Heracles.

Había pensado que tal vez el casarse le garantizaba algo seguro, pero para aquel joven era más importante su misión que su propia gente, él y Zeus eran tal para cual, no por nada era su hijo.

Caminaba y hacia pausas para probar bocado, se había robado el vino de un pobre ignorante y lo bebió a sorbos, el sabor era fuerte pero no era desagradable, con el tiempo lograría acostumbrarse. En breves segundos podía recordar a sus padres y sus hermanas, tal vez se preguntarían donde estaba, si estaba sana y salva. Cada que sus pensamiento se hacían profundos se sorprendía sacudiendo la cabeza para evadir aquellos pensamientos.

Cayó la tercera noche.

Días y días caminando bajo un sol que no tenía consideración, noches templadas y llenas de frescor que aludían sus sueños. Se acostó en el pasto y pudo ver las millones de estrellas que se extendían frente a sus pupilas. Cerró los ojos y se quedó perfectamente dormida.

***

-Lo sabía -murmuró desde lo lejos.

-Me has hecho salir de la montaña y eso me acarreará problemas, mujer -se quejó Tifón mirando a lo lejos, podía ver el cabello azabache que se revolvía entre lo filamentos del pasto.

Ambos estaban encantados de ver a su preciosa hija, la hija que aun permanecía a salvo.

-Tenemos que llevar a la cueva antes que ella, ella cree que ese es el lago de Lerna.

-¿Cómo lo sabes? -preguntó Tifón.

-Porque la criatura que vive en la cueva soy yo y la confunde con... -Equidna no terminó de hablar, haciendo obvia la dirección de la conversación.

-Tengo que regresar -dijo Tifón con pesar.

-Lo sé, amado mío, espero verte pronto -Equidna se afianzó en los brazos de su amado y se fundieron en un tierno y poderoso beso que hizo temblar la tierra.

Equidna al darse cuenta se escabulló entre las hojas.

***

El temblor la había despertado de sorpresa. Lo que le faltaba era que el suelo se abriese y el infierno la tragase, aunque de cierta forma le daría fin a su sufrimiento. Se incorporó y dirigió su mirada al cielo, no tardaría en amanecer, así que cuando caminó un tramo más con pesar, pudo ver una colosal cueva. Según lo que habían dicho muchos es que el largo de Lerna estaba dentro de una cueva, no tenía velas ni fuego para poder iluminar el interior, así que optó por alejarse y terminar de dormir.

Esperaba que pronto diese con la criatura, pero había olvidado una cosa. Armas.

Se golpeó suavemente la cabeza contra el suelo maldiciéndose por lo bajo por aquel estúpido error.

Mientras pensaba lo que haría apenas los rayos del sol tocasen la cueva pondría todo de sí para elaborarse una lanza o algo.

Buscó madera y piedras.

Y terminó afilando un pedazo de madera con mucho esfuerzo pero lo había conseguido, una lanza no tan perfecta pero que podría servirle de defensa. Se aventuró a entrar a la cueva pero esta seguía un tanto oscura.

-¿Estás aquí? -preguntó Isaura con amabilidad y se sintió tonta.

-Por fin has llegado -dijo una suave voz.

Isaura por instinto se alejó.

-No, no te vayas, te he estado esperando.

-¿A mí? -Preguntó sorprendida Isaura-. Imposible.

-Acércate, necesito verte de cerca, sé que eres la misma pequeña que dejé años atrás al cuidado de los humanos.

Aquello había llamado su atención, camino sin dudas hacia el interior de la cueva y pudo verla, su cuerpo era humano y extremadamente bello, parecía estar bañado en oro, su cabello del mismo color se pegaba a su silueta, pero al erguirse más se podía ver el cuerpo de una serpiente.

-Esto no...

-Lo es, la primera vez que nos vimos fue hace unos días, te he estado buscando, no, tu padre y yo te hemos estado buscando.

-Imposible, los Tavalas son mi familia.

-¿Te has sentido un poco fuera de sí? Sientes que no encajas y lo sé mi pequeña porque te he observado toda tu vida.

-Yo no puedo ser tu hija, sólo... sólo mírate.

-Me he visto en el reflejo del agua toda mi vida y no tengo porque sentirme mal por ello, no lo entiendes porque tus ojos solo han visto cosas mortales, no has visto las criaturas mágicas que hay afuera, yo soy una de ellas, soy una ninfa, soy mitad humana y mitad serpiente. Tu padre es el dios Tifón, y yo soy tú madre, Equidna.

-Lo siento, pero no te creo ni una sola palabra. Yo sólo sé que debo matarte.

-Siento tanto esto, pero no soy la criatura que buscas, esta cueva no es Lerna, Lerna se encuentra del otro lado, un poco más delante de esta cueva, pero lo que buscas no lo hallarás hasta que aceptes esta verdad.

Isaura no podía creerlo, no podía presumir aquella criatura que se creyese tal cosa como si fuese nada, había vivido durante años con los Tavalas creyendo que era su familia, sus hermanas que siempre habían sido dulces con ellas, sus padres que aunque sea a regaños se preocupaban por ella, y ahora aquella criatura se decía su madre cuando había confesado abandonarla.

-Si todo lo que dijeses fuese cierto ¿Por qué me abandonarías?

-Por una profecía y por órdenes de Zeus, todos los hijos de criaturas debían crecer lejos de los suyos, tal vez de esa forma abandonarían su verdadera forma, tus ojos son exactamente idéntico a los de tu padre, contienen fuerza.

»La magia está dentro de nosotros, pero Zeus se encargó de ponerle fin a eso, me ordenó separarte de tu lado, y lo consideré oportuno por aquella profecía.

-¿Qué profecía?

-No puedo decirla, ni siquiera quiero pensar en ello, durante años he tenido que bloquear aquellas palabras que habían murmurado las moiras en cuanto a tu destino, pero quiero que sepas que todo lo que te digo es verdad. Sólo necesitas esto -Equidna se aproximó más a Isaura y sólo así pudo verla claramente, era hermosa sin duda alguna, una belleza infrahumana, ya que no era humana del todo. Al borde del pequeño lago había un collar de un triángulo perfecto con rubíes en su interior-. Sólo así podrás aceptar lo que realmente eres.

Isaura podía sentir aquel sentimiento de cariño que provenía de su voz, pero le resultaba difícil creerlo, miró como aquella criatura regreso al agua y desapareció. Si Heracles la descubriese, la mataría.

Salió a toda prisa de la cueva para encaminarse de vuelta cuando de pronto un grito surco a lo lejos.

-Por fin, te he encontrado -era el hijo de Zeus.

-Por fin has llegado.

Guardiana del Inframundo [Reinos de Oscuridad #2]Where stories live. Discover now