Cap 5. Sexy desconocido

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En el momento en que di un paso fuera de la sala de conferencia prácticamente colapsé en el suelo tembloroso. Ploy, la asistente de Off Jumpol, estaba de pie en el puesto de recepcionista y seguramente notó lo inestable que me sentía porque instantáneamente apareció junto a mí.

—¿Está todo bien, Sr. Atthaphan? —preguntó, apoyando una mano debajo de mi codo. Yo asentí, todavía incapaz de formular palabras. ¿Qué acababa de pasar allí dentro? ¿De verdad Off había intentado coquetearme? ¿Había yo intentado coquetearle? ¿Y de verdad yo le había plantado cara? Me estremecí. La mitad por el alivio de ser libre de la mirada intensa de ese hombre y la otra mitad por cómo esa mirada me hacía sentir. Como si yo fuera la comida más deleitable en el menú y él fuera el hombre que no había probado un bocado de comida en meses. Ella dio una mirada de soslayo a la sala de conferencias y bajó la voz—. Sé que el Sr. Jumpol puede parecer un poco duro, pero de verdad es un buen hombre debajo de toda la bravuconería.

Resoplé. ¿Ese imbécil? Era improbable.

—Si ese hombre es agradable debajo de la bravuconería, debes de definirla como una gruesa y densa capa de kriptonita envuelta alrededor de ochenta libras de imbecilidad. Y, por cierto, yo soy Superman. Así que esa mierda es extremadamente dura.

Y ya que el hombre en cuestión era un espécimen sano y esbelto, eso no dejaba mucho espacio en el interior para la parte "agradable". No es que me diera cuenta de su figura, porque ciertamente no lo había hecho.

Ella apretó los labios, intentando sofocar una sonrisa, pero no pudo detener la chispa de diversión que invadió sus ojos. Se aclaró la garganta y me condujo hacia un par de sillas escondidas en una alcoba.

—Hiciste un buen trabajo allí dentro.

Le lancé una mirada de reojo.

—Eres una excelente mentirosa.

—Y me pagan realmente bien por hacerlo.

—Deberían. Te imagino durmiendo sobre montones de billetes de cien dólares, que caen sobre tu colchón.

—Pfft. Yo duermo sobre seda, cariño. Y las facturas están guardadas cuidadosamente dentro de mi cuenta de valores.

Me reí mientras me derrumbaba sobre una de las sillas ornamentadas. Pero, entonces, el horror de los últimos minutos me invadió de nuevo. Casi había vomitado sobre mí mismo, y sobre la mitad del equipo de Jumpol BioMed. En frente del mismísimo Off Jumpol. Quien, puede o no, haber querido comerme vivo. Tanto para bien como para mal.

Me estremecí nuevamente al pensarlo y dejé que la cabeza quedara entre mis manos. Esto era un auténtico desastre.

—Se suponía que mi mamá había sacado esa diapositiva de la presentación, debo de haber cargado el archivo equivocado dentro de mi memoria USB.

—Si ella es un poco parecida a mi madre, quizás estaba probando tu fortaleza interna.

Miré hacia ella con una sonrisa.

—Tienes una de esas, ¿huh?

—Oh, sí. Una vez me envió a clases de baile con solo mis zapatos de tap, sin cambio. Después, cuando le pregunté por qué, dijo que debería haberlo tomado como una oportunidad para aprender a andar con cuidado.

No pude contener otra carcajada.

—Que perra más cruel. —dije—. Pobrecita.

Ella se rio entre dientes y asintió con la cabeza.

—No te preocupes, que me las cobré. Ese domingo, me puse "accidentalmente" mis zapatos de tap en la iglesia. Resultó que nunca aprendí a caminar ligera.

Un extraño al azarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora