CAP. 2

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_Buenos días Abadesa.

_Eva... Madre superiora o simplemente madre o mami.

_Lo siento mamá.

_Asi esta mejor.

Mi nombre es Eva y soy la hija de una madre superiora, vivimos en un convento y somos religiosas desde que nacemos.

Tengo veintiún años y quiero contarles pequeños fragmentos que rondan en mi mente.

Mi madre dice que son sueños pero yo creo que es algo más, no puedo soñar cada día que siempre que cierro los ojos me vea a mi firmar un contrato para un demonio.

Oraron por mi y aún así los recuerdos no se me van.

Pero a quien le importa lo que sueñe.

Tomo la canasta y empiezo a caminar por el convento.

_Buenos días_ Saludo a todas las novicias que veo deseándoles un lindo día.

Soy muy querida aquí o no se si es por qué soy la hija de la madre superiora y me guardan respeto.

_Buenos días padre José.

_Buenos días Eva.

Paso por su lado para empezar a subir las escaleras, mi habitación queda en el último piso al lado de la habitación de mi madre.

Abro mi habitación cuando estoy allí y dejo la canasta en la mesa de noche.

Me quito los zapatos y me siento para rezar, normalmente lo hacemos en la iglesia pero mi madre dice que tengo que hacerlo yo sola cada vez que pueda.

.
.

Al terminar me vuelvo a poner los zapatos para ir a reunir a las chicas nuevas que llegaron está semana, tengo que mostrarles el convento y algunas cosas que son prohibidas aquí.

Me visto con un vestido y me coloco un pañuelo para estar más cómoda.

Vuelvo abajo y al final de las escaleras ya están las cinco mujeres que estarán aquí hasta nuevo aviso.

_Buenos días_les digo y con suerte no tengo que buscarlas al frente.

_Buenos días_ me saludan todas .

Les doy un paseo por casi absolutamente todo el convento, les muestro los jardines, dónde oran, y dónde algunas toman sus tiempos libres para leer o hacer los que les gusta.

_Recuerden aquí no trabajan por dinero, si quieren algo tienen que hacerlo ustedes mismas por qué nadie lo hará por ustedes.

Subimos las escaleras de los dormitorios y les muestro a cada una el suyo.

Yo no duermo acompañada por qué ser la hija de la mayor tiene sus ventajas.

_Cada día a las cinco de las mañana tiene levantarse, orar, limpiar sus habitaciones y luego ir a cada respectivo trabajo.

Les recuerdo.

_Que su estadía aquí sea de sus agrados.

_Gracias.

Las dejo en sus habitaciones y vuelvo abajo, tengo que ayudar a mi madre con la decoración de la iglesia.

Va a necesitar mucha ayuda por qué viene un nuevo padre sabrá de dónde y tendremos que darle la mejor bienvenida.

Nunca he salido de aquí, aquí nací, aquí me crié y supongo que aquí moriré.

Tuve una vida aburrida pero tendré una gran muerte.

Cómo ya había dicho ayude a mi madre con las flores blancas y las sillas, biblias y algunas otras cosas más, para cuándo son las cuatro ya todo está listo.

_¿Quieres refrescarte en el manantial?.

_¿Me puedo bañar?.

_Claro cariño, te lo ganaste por ayudarme hoy.

Me voy feliz al manantial que hay detrás del convento, solo me quito el pañuelo y me adentro al agua justo como estoy sin zapatos.

El agua se siente tibia y no se por que ese extraño sentimiento de que alguien me observa.

Miro para todos lados sintiendo que de verdad alguien me observa pero no hay nadie.

Las monjas que pasan están muy lejos de aquí y nisiquiera me ven, me salgo del agua asustada, y mojada subo a mi habitación.

Me quito toda la ropa y el frío me inunda y los bellos se me erizan, el mismo sentimiento no se me quita y lo siento hasta en los huesos.

Recuerdos del pacto que hice me perfora la mente y no se por que si simplemente son sueños.

No se que está pasando pero no será nada bueno.

Sumisa de un demonio Where stories live. Discover now