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─Cariño, pásame la taza con azúcar, por favor. ─Le preguntaste a tu novio que estaba entretenido en su celular recostado en el refrigerador.
Dejó su teléfono a un lado y caminó hacia ti con la taza de azúcar en sus manos.
─Gracias.─Sonreíste cuando sentiste sus brazos alrededor de tu cintura.
─¿Necesitas ayuda? ─te dijo al oído y luego te dio un beso en el cuello.
─Sí. ¿Puedes mezclar esto mientras voy por algo?
Él asintió y fuiste a buscar tu celular. No habías hablado con tu mamá y ella podría estar preocupada ya que estabas muy lejos de casa.
Después de enviarle un mensaje preguntando cómo está todo, regresaste a la cocina.
Mala idea dejar a tu novio mezclando.
─ Cariño, creo que hice algo mal. ─tenía la cara cubierta de harina y chispas de chocolate esparcidas por todas partes.
Cerraste los ojos con fuerza y suspiraste.
─Riki te dije que solo había que mezclar. ─Te acercaste con una toalla para limpiarle la cara.
─¡Lo sé! Pero se estaba poniendo demasiado líquido, así que intenté agregar más harina y las chispas de chocolate me tentaban. ─se defendió mirándote a los ojos. ─No te enojes, cariño. ─Te acarició la mejilla.
─No estoy enojada, pero tendrás que limpiar este desastre mientras termino de hornear las galletas.
El asintió y fue en busca de la escoba.
Tu idea era hacer galletas con chispas de chocolate, siempre te ha encantado hornear y hacer galletas para ti y tu novio te entretenía.
Terminaste y pusiste las pocas chispas de chocolate que quedaron en el paquete y luego metiste la bandeja al horno.
Tomaste tu celular y fuiste a sentarte mientras esperabas.
Un rato después, tu chico vino a sentarse a tu lado. Poniendo un brazo alrededor de tus hombros y acercándote a su pecho.
─Lo siento mucho. ─dijo en un susurro besando tu cabeza.
Sonreíste con ternura y le diste un pequeño beso en los labios.
Mientras ambos esperaban se pusieron a ver squid game, estaban a punto de terminar el capítulo cuando un sonido los interrumpió.
─Yo voy. ─Dijiste separándote de los brazos del chico.
Sacaste las deliciosas galletas y pusiste algunas en un plato para llevar a la sala.
Te pusiste el plato en las piernas y tomaste una galleta probando su sabor.
─¿Me das?
De la misma galleta que tenías en la mano, la llevaste a la boca de tu novio, quien se la comió toda de un bocado.
─¡Oye! ─le golpeaste el pecho con gracia.
─Están deliciosas. ─dijo tomando otra del plato. ─Por favor, sigue haciéndome galletas, te lo ruego amor.
Parte del proceso de las cookies podría haber sido un desastre, pero ambos las disfrutaron como si fueran lo mejor del mundo.
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