El Poema

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Corazones colgaban de los techos de todo Hogwarts, cada algunos pasillos podías encontrar a algunas personas compartiendo su amor a través de besos o abrazos y cartas de amor volando de un lado a otro dentro del castillo.

Todos se encontraban felices y buscando a quienes darle su amor, excepto una persona.

Draco.

Y es que él no tenía la mínima idea de que hacer en su situación. Le gustaría estar pensando en como mandarle cartas a alguien, quería estar recibiendo cartas (ya lo estaba haciendo, pero no eran de quien quería) y quería poder estar caminando de la mano de alguien.

Pero no, no podía hacer eso. Por dos razones.

La primera era que Potter era la única persona a la que le quería dar ese amor, él era la única persona a la que le importaba mirar, y era la única persona que no lo miraba a él.

Y la segunda, pero no menos importante, era su madre.

Su madre había decidido cambiarlo a Durmstrang, su madre decía que ahí podía aprender magia más avanzada y muchas cosas más. Decía que Hogwarts, a pesar de tenerle mucho cariño al haber estudiado ahí, ya no era tan bueno como antes.

Su padre, en cambio, estaba algo en contra de esa idea. Decía que no había nadie conocido en esa escuela y que en Hogwarts estaba Severus para "cuidarlo". Claro que al decirlo de esa forma, incluso a él se le quitaban algunas ganas de quedarse.

Pero tenía razón, Severus estaba, en Durmstrang no conocían a nadie. . . y tampoco sabían si era una buena escuela.

Durmstrang no le llamaba la atención, para nada. No es como si estuviera más cerca de su casa y por esa razón lo hubieran querido enviar allá, no. Él no sabía la razón por la que habían decidido llevarlo, parecía haber sido de un momento a otro.

Y él en serio odiaba esa idea.

La detestaba.

Esperaba que su padre ganara esa pequeña discusión, así podría quedarse en Hogwarts. Y es que no sabía como su madre planeaba cambiarlo estando en 5to año.

Tampoco sabría que hacer, en Hogwarts estaba todo lo que necesitaba. Estaba Blaise, quien había sido su mejor amigo desde que eran niños. . . . Además. . . también estaba Harry.

Bueno, no era como si se agradaran, pero al menos estaba ahí. Iluminando el día de todos con una sonrisa, incluso la suya, aunque ninguna estuviera dirigida a él.

Blaise no dejaba de insistir en que debía de hacer alguna carta, decía que seguramente alguien había notado cuanto lo miraba y se notaba que no era una mirada de odio. Así que ya era claro que alguien lo sabía y tal vez. . . solo tal vez, quería ayudar.

Pero estaba loco, era imposible que le hiciera caso a una tonta carta como esa.

Y no iba a hacerle caso a un estúpido papel. Siempre había estado bien así, sabía que Harry jamás le podría atención, y estaba bien con eso. Draco quería a Harry, le atraía no solo físicamente, Harry era una persona fácil de querer, incluso si no le hablabas o, en este caso, te odiaba.

Y si sí le hacía caso a la carta, ¿qué diría? No había nada que decir, no podría borrar todos esos insultos que alguna vez salieron por su boca, pero podría intentar hacer algo al "estilo Gyffindor" (a palabras de Blaise).

Así que hizo una carta.

Una que decía todo lo que se tenía por él.

O bueno, mejor dicho un poema.

No era muy bueno en esas cosas. Le gustaba escribir de vez en cuando alguna cosa para su madre, pero a pesar de todos los halagos que su madre le daba, sabía que no era muy bueno en eso.

Cartas Anónimas |Drarry| EN EDICIÓNWhere stories live. Discover now