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Reino Lee.

El sirviente corría por los amplios pasillos llenos de cuadros con pinturas de los reyes que habían gobernado a través de los años, manteniendo la paz y la disciplina en las calles del reino, todos unos alfas llenos de la fuerza suficiente para ver por todos sus súbditos y ser reconocidos por su gran labor como líderes de la nación.

El hombre llegó hasta el trono del actual rey, que angustiado soltó la mano de su esposa que intentaba brindarle apoyo. El sirviente, con el semblante lleno de pánico al ser portador de tan graves noticias, titubeó un poco mientras sentía su garganta negarse a hablar, pero ante el rostro cada vez más molesto del rey no tuvo más remedio que bajar la mirada y llevar su mano hacia su pecho.

— Está confirmado, el príncipe Minho está encinta.

El hombre empuñó sus manos, su cuerpo temblando de la rabia que ahora dominaba su cuerpo mientras la mujer llevaba sus manos hacia su boca, aturdida por lo que acaban de decir. La noticia debía ser buena en algún futuro pero en ese momento solo significa deshonor, la desdicha y la humillación para su reino que durante años pudo jactarse de tener todo bajo control.

— ¡Ese ingrato! —gritó el rey, levantándose.

— Esposo, por favor, guarda la calma —habló la omega mientras imitaba su acción solo para acercarse a posar su diestra en su hombro—. No cometas una barbarie.

— ¡Barbarie la qué ha cometido Minho! ¡Que desdicha! ¿Sabes en qué situación nos pondrá su error? ¡Estamos arrinconados!

— Tenemos que hablar con nuestros hijos.

— ¿Hablar? ¿Cómo piensas decirte a tu hija esta grave noticia? ¿Qué palabras consideras que son las mejores para informarle que su hermano espera un hijo del que era su prometido desde que era una niña?

La mujer guardó silencio. No, definitivamente no había palabras ideales para eso y era lo peor, que tal vez si hubieran prestado más atención y seguridad, nada de eso habría pasado, tuvieron la posibilidad de evitar una tragedia pero no pudieron hacer algo al respecto. Ni siquiera habrían sabido que tal acto ocurrió de no ser por los síntomas de su hijo, era igual de vergonzoso saber que algo de esa magnitud pudo pasar desapercibido.

— Minho tendrá al primogénito, deberá ser quien siga la línea al trono —dijo el hombre, tomando asiento nuevamente esta vez con una expresión más de decepción—. Todos los gobernantes han sido alfas, ¿Por qué esa tradición debe romperse en nuestro reinado?

La mujer tomó las manos de su esposo y tras unirlas, las llevó hacia su boca para besar con suavidad sus nudillos. El hombre de aspecto mayor y con el cabello blanquecino, dejó salir un pequeño sollozo, pues solía creerse que solo los alfas podrían gobernar de forma ideal debido a las diferencias en características que limitaban ocasionalmente a los omegas, sobre todo en sus tiempos de celo dónde se veían dominados por el instinto, cediendo muchas veces por mero placer sin pensar en las consecuencias, por lo que uno gobernando podría traer un mal augurio.

Y justo el embarazo del heredero confirmaba dicha teoría, pues había sido un celo adelantado el que sentenció sus futuros.

Mientras tanto, en su habitación asegurada desde afuera, con guardias vigilando, Minho resopló llevando sus manos hacia su abdomen mientras miraba al techo acostado desde su cama. Un hijo, estaba esperando un hijo. En otra circunstancia habría sido bueno, pero esta vez no lo era. No debía embarazarse, no ahora, ese era deber de su hermana, una admirable alfa que tras contraer matrimonio empezaría a tomar esas hierbas especiales en té para garantizar que su cuerpo pudiera retener un bebé de otro alfa igual de puro pues, para ellos era más complicado tener un hijo. Solo entonces, Minho podría hacer su vida familiar como deseara, pues ya habría un primogénito de la pareja de futuros reyes y su hijo no se vería en la necesidad de ser el heredero en línea.

Era algo tan simple pero ahora estaba él ahí, siendo causante de tanta desdicha y peor aún, esperando un hijo del prometido de su hermana. Definitivamente los dioses lo castigarían de forma severa. El príncipe Hwang, ni siquiera recordaba haberle dicho una frase larga previo a aquel día, aunque se conocían desde jóvenes por su compromiso con su hermana, limitaban su contacto, muchas veces estando en el mismo castillo ni siquiera coincidían hasta la cena, dónde se sentaban en extremos diferentes, no se odiaban, ni siquiera se caían mal, solo no sentían la necesidad de entablar una relación de cuñados cuando Minho eventualmente se iría del castillo cuando tuviera que hacer su vida, no se volverían a ver salvo cuando visite a Minju, y tampoco habría mucha conversación. Ah, no entendía esos cambios drásticos de la vida.

— ¡Dije que se hagan a un lado!

Escuchó esa voz familiar desde el otro lado de la puerta, entonces se tensó, sabía que eso ocurriría tarde o temprano, porque no había forma de evitar que esa charla ocurriera, pero no esperaba que fuera pronto, porque Minho, un príncipe conocido por ser directo con sus palabras, no sabía qué decir.

— Tenemos la indicación de no dejar pasar a nadie, princesa.

— ¿Desafía la autoridad real?

Hubo unos segundos de silencio y posteriormente la puerta se abrió. Minho tomó asiento en su cama y vio como su hermana se abría paso entre los guardias que después cerraron nuevamente la puerta dejándolos solos. La chica, un par de años mayor a Minho, de cabello castaño y una mirada normalmente adorable lo miró con un semblante serio, un contacto visual fijo de eternos segundos al menos para él antes de que se sintiera en obligación de hablar.

— Minju...

— Necesito escucharlo de ti —habló la mujer, firme—, en el pasillo corrió la voz de tu reciente embarazo, pero no es eso lo que me trae aquí con tanta urgencia. Dicen, que el padre del bebé que esperas es de mi prometido, ¿Es eso cierto?

— Minju, yo...

— ¿Es eso cierto, Minho? Pregunta simple, respuesta simple.

El menor asintió, sintiendo la vergüenza adueñarse de su cuerpo, se sentía terrible. La chica se quedó en silencio, pesando en la situación con sus manos apoyadas sobre su abdomen, con un semblante de tristeza, decepción y enojo. Terminó por elevar su diestra y de pronto, abofeteó a Minho, quien giró su rostro sorprendido por completo. Lo siguiente que el chico sintió fue como su hermana lo atraía hacia ella para abrazarlo con fuerza, apoyando su mentón en su hombro mientras sus manos se aferraban a su espalda, entonces se sintió reconfortado.

— Sé que debe haber una explicación, eres mi hermano y te amo pese a todo —dijo la castaña—, incluso si papá se enoja, yo estaré contigo.

— ¿Era necesaria la bofetada? —preguntó Minho, intentando hacer mofa de ello para amenizar la tensión mientras correspondía al abrazo.

— Sí, él era mi prometido.

Touché.

Entonces Minho sintió sus ojos nublarse por las lágrimas mientras se abrazaba con fuerza a su hermana, sintiéndose como lo peor del mundo, él realmente no deseaba eso, nunca llevar la situación a dónde se encontraban ahora. Y por primera vez desde que se enteró de su embarazo se permitió llorar, porque su hermana era la única permitida para ver sus lágrimas y ese lado más vulnerable de él que sabía terminaría pronto. Tantos años forjando una reputación ahora se desvanecerán siendo solo un omega encinta.

— Lo siento, Minju, lo siento tanto, si hubiese una forma de regresar el tiempo y evitar todo esto créeme que lo haría, porque nunca fue mi intención. No haría nada para lastimarte.

— Lo sé, Minho, lo sé. Pero tienes que decirme qué ocurrió, todos estamos tan anonadados.

El chico asintió, tomando asiento en su cama, sintiendo un escalofrío recorrer su espina dorsal cuando al querer iniciar su relato, los recuerdos de lo ocurrido en esa habitación lo atacaron, pues no se había permitido pensar en ello hasta ese momento. Minho se sentía el peor hermano del mundo, porque aunque había arrepentimiento, también había deseo. Era como el pecado más delicioso que jamás podría cometer, era un elixir adictivo, una necesidad tan salvaje la que lo abrazó aquella vez que ni siquiera se reconocía en sus memorias.

— Todo comenzó hace cinco semanas, estábamos celebrando la gran cosecha que hubo a raíz de las lluvias. Ese día, el príncipe Hwang vino al castillo.

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* NAZ. Palabra que proviene del urdu un idioma hablado en Pakistán y que representa el orgullo que sientes por ser amado. (Muhimu)

NAZ ❀ HyunHoWhere stories live. Discover now