Cαpı́tulo 4

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Quackity estuvo en el agujero durante dos días. Cuando volvió, Vegetta estaba en la biblioteca, intentando leer El amante de Lady Chatterley de D. H. Lawrence porque alguien le había dicho que era obsceno. Se preguntaba si podría fingir que era el jardinero y masturbarse más tarde con la idea de atender a la magnífica señora de la casa.

Alzó la vista mientras Quackity entraba y saludaba con la cabeza bruscamente a Vegetta antes de acercarse a las librerías. Su cara estaba nuevamente magullada. Sin duda una herencia de una provechosa golpiza por parte de los guardias, y andaba con mucho cuidado como si algo le doliera. Durante un momento, Vegetta estuvo enfadado con los guardias a causa de su compañero antes de que reaccionara y se dijera a sí mismo que no era de su incumbencia, como preocuparse de que Quackity no pudiera manejar su plato con una mano en el comedor tampoco lo era.

Él se giró para mirar a Quackity pensativo, las delgadas y largas piernas, embutidas en los vaqueros, la camisa moldeando su fibroso torso y se preguntó si podría tener buena relación con su compañero. No sintió la suficiente hostilidad hacia el menor como debería haber sentido. Ya no tenía ningún particular impulso de golpearle, había encontrado hasta la celda vacía al no oír la suave respiración que provenía de la litera inferior por la noche. Sus pensamientos le molestaron. Quackity cambió la posición de un libro y sus miradas se encontraron.

Su compañero desapareció al otro lado de la biblioteca y se sentó con su espalda girada.

(...)

Durante la cena estuvo malhumorado y poco comunicativo, escarbando en su comida sentado al lado de Mangel y frente a Vegetta, sin mirarlo para nada. Vegetta comenzó a preguntarse si Quackity sostenía alguna clase de rencor contra él y el tratamiento silencioso lo hizo enfadar, para su sorpresa.

De vuelta a la celda habló:

— ¿Hice algo mal?

Quackity se volvió de repente, desde el espejo donde había estado examinando las contusiones en su cara.

Frunció el ceño.

— No.

— Ah. Pareces bastante enfadado por algo.

Quackity sacudió la cabeza.

— No es por ti, güey. Para variar.

Los ojos de Vegetta estrechados en un resplandor y los vellos de Quackity se pusieron de punta en respuesta.

— ¿Qué? ¿No me puedo permitir enfadarme? Estoy en una pinche prisión, amigo, y en caso de que no lo sepas, acabo de salir de un pinche encierro de dos días sin ropa, libros y sólo un balde como cagadero. Madres, creí que iba a volverme loco y tendrían que ponerme una maldita camisa de fuerza. Discúlpame si no hago una fiesta por ello. —Se terminó de asear y estaba casi sin aliento por el discurso.

— Sí, sentimos que haya sido así, pero no la pagues conmigo. —Vegetta gruñó y se apartó.

— ¡Chingas a toda tu puta madre! —Quackity le dijo sucintamente.

Estaba en el suelo antes de que Vegetta se diera cuenta que tenía el puño levantado, actuando en piloto automático y finalmente, aplastando a su compañero; con el deseo de no golpearle más, se estaba mintiendo a sí mismo. Miró abajo a Quackity que sostenía aturdidamente su mandíbula con una mirada envenenada en sus ojos fulminantes y, mientras se levantaba, Vegetta lo apartó y salió de la celda.

(...)

Vegetta gestó el resto de su cólera en el gimnasio, golpeando despiadadamente el saco de boxeo hasta que se agotó. Volvió a la celda quince minutos antes de que apagaran las luces y agarró su toalla y neceser para ducharse. Quackity estaba en la cama, encogido mirando a la pared. Su espalda desnuda era un modelo lívido de contusiones oscuras y Vegetta se detuvo un momento y miró fijamente antes de apresurarse.

Las duchas estaban desiertas y Vegetta dejó que el agua deliciosamente agradable aliviara el sudor que tenía. Permitió que el agua de la ducha lo empapara sobre su cabeza y apoyó su vigorosa mano sobre la pared, cerrando los ojos.

Drenando la tensión de su cuerpo. Estaba relajado y soñoliento y su miembro comenzó a despertarse sorprendentemente a la atención de estar solo de esta manera. El tomar una ducha de esta forma era un lujo bastante inalcanzable y su cuerpo le dijo que tenía que tomar la ventaja plena de ello.

No se había masturbado desde que llegó Quackity a su celda y sentía una gran frustración. Pensó en El amante de Lady Chatterley. Se imaginó con ropa de trabajo áspera, sus manos sucias por la labor, espiando a la señora de la casa mientras se paseaba a través de los bosques con su vestido fino de seda. Se vio abordándola, la mujer colocando una mano en su pecho antes de que la tomara en sus brazos y casi desmayada cuando la besó. Envolvió su mano alrededor de su excitado miembro mientras se veía tendido con ella sobre la tierra. Levantando el vestido de seda alrededor de su cintura, la encontró sin la ropa interior porque esta era su fantasía y en sus fantasías, las mujeres podrían ir sin ropa interior, sin importar la época en que sucediera. Sus manos ásperas tocaron sus suaves muslos, acariciándola, y encontrándola húmeda. Se inclinó hacia abajo para besarla otra vez, mientras se masturbaba con fuerza, gruñendo un poco, su boca abriéndose y entrando agua cuando trataba de ver su cara, fijándose en los detalles ya que un hombre nunca era capaz de masturbarse sobre alguien anónimo.

Una cara invadió su mente firmemente, con algunos lunares en su mejilla, ojos llamativos, cabello negro y un moratón a un lado de la cara. Sus ojos se abrieron de inmediato y miró fijamente horrorizado a los azulejos, pero era demasiado tarde. Sintió la dureza del cuerpo bajo sus piernas y alrededor de él. Sintió la blandura de la boca bajo la suya y lanzó un grito cuando eyaculó sobre la pared en chorros largos, sacudiendo sus piernas como si se doblaran bajo él.

(...)

Entró a la celda silenciosamente y se cepilló los dientes. Quackity respiraba suavemente, todavía de cara a la pared y cuando las luces se apagaron, Vegetta se acomodó bajo las sábanas, ese era el sonido familiar que lo calmó fácilmente para dormir.

ANĐ SØ IS ŁØVE [V&Q]Место, где живут истории. Откройте их для себя