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I'm scared
It feels like you don't care
Enlighten me, my dear
Why am I still here, oh
I don't mean to be complacent
With the decision you made, but why?

Megumi ganaba el primer puesto si es que se trataba de una competencia de la mirada más melancólica. Quizás estaba enfermo, o simplemente era un niño muy triste, con un pensamiento indeciso y poco claro.

No, él no era ese típico niño que enamoraba a las maestras con simplemente una mirada. No, Megumi era un niño que no le prestaba atención a absolutamente nada que no sea aquél cuaderno que siempre llevaba consigo.

Nunca supe a dónde se había ido, pero lo último que recuerdo eran los fuertes sollozos por parte de su progenitora, quien caía de rodillas en el despacho del director. Recuerdo cómo su padre observaba el techo, mientras sus lágrimas recorrían sus blancas mejillas. Mi sensación en el pecho al enterarme, era totalmente genuina. Y poco después, los noticieros, repletos de sus fotos, con su característica expresión sombría. Siempre creí que ocultaba algo, e incluso ahora, sigo creyéndolo.

Nunca había hablado con él, simplemente era una sombra en los últimos asientos con un cuaderno viejo donde se la pasaba dibujando todas las horas de la escuela. Desde pequeña me llamaba la atención este último detalle. De hecho, quizás por eso le prestaba tanta atención.

O mejor dicho, quizás por eso estaba tan enamorada de él.

Me dijeron que la noticia me había impactado tanto que tenía problemas de memoria. No entendía por qué, pero me había afectado demasiado. A un punto de volverme una persona extremadamente asocial, sin poder salir de mi casa.

Las clases las hacía virtuales, no hablaba con nadie y no me interesaba hacerlo.

— Nori.

Levanté la mirada para observar a mi madre. Una mujer hermosa con el cabello azabache, largo y liso, de cuarenta años. Era una gran mujer, a veces muy terca y graciosa. Otras muy sensible.

— ¿Te sientes bien, cariño? —Cuestionó, con una nota de preocupación. Asentí, moviendo la comida de mi plato, para luego beber la gaseosa de mi vaso.— ¿Qué tal las tareas?

— Bien. —Respondí, acariciando mi rostro con mis manos, intentando quitarme los pensamientos compulsivos que siempre tenía.

— Aiko vendrá esta noche a cenar. —Anunció con emoción. Rodé los ojos de mala gana, y acomodé mi cabello rojizo por detrás de mis orejas.

Sonreí para complacer, y me levanté de mi silla, con intención de escapar de esa conversación.

— No terminaste la comida. —Me miró con aquellos ojos que siempre lograban hacerme sentir mal.

— No tengo hambre. —Sonreí una vez más, mordiendo mi mejilla para controlar mi compasión y comencé a subir las escaleras rumbo a mi cuarto. Al llegar, me recosté en la cama, para luego tomar los cigarrillos de mi mesa de luz. Llevé uno a mis labios, que en ese momento estaban tintados de un rojo pasión. Lo encendí, sintiendo el sabor amargo que tenía.

Tomé mi teléfono, entrando en la app de música. Puse una playlist aleatoria y volví a recostarme.

Este era mi ritual. Me recostaba y fumaba mientras escuchaba canciones depresivas que me hacían cuestionarme mi existencia.

Aiko era una buena persona. Era mi compañera de la escuela, hasta que dejé de ir. Era la única persona que me hablaba y me acompañaba en los recesos. Le enseñé a fumar, y fuimos a miles de fiestas juntas.

Pero no estaba lista para verla de nuevo.

Dí otra calada, y suspiré, cubriendo mis ojos, como si eso hiciera que desaparezcan los problemas.

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⏰ Last updated: Jul 30, 2023 ⏰

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Serendipity © [𝖒𝖋]Where stories live. Discover now