"𝐕𝐢𝐤𝐢𝐧𝐠𝐨𝐬"

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Hvitserk apenas si logró quedarse dentro de la cama cuando su propio sueño lo sacó de su descanso.

Aunque su alma estuviera bajo menos dolor, sus pensamientos comenzaban a confundirle terriblemente. Tres días desde la reencarnación de Ivar, el deshuesado.

Tres días desde que llegó hasta él, que lo tocó de nuevo y pudo apreciar sus zafiros expresivos. Sentía que era irreal.

Hvitserk se sentó en la orilla de la cama, tragó en seco y suspiró con pesadez. Temía no encontrarlo de nuevo en el castillo al día siguiente.

Fue entonces que su cabeza fue capaz de ver más allá de Ivar, del hombre que ahora poseía el nombre de Alex. Recordando melancólicamente a su familia que había dejado atrás todo por el más joven, aunque bueno, tampoco era como si alguien más sobrase de su gente importante.

Había escuchado por rumores que Ingrid había tomado el trono junto a otra mujer y aunque la gente en su principio no estaba convencida, parece que con el pasar del tiempo estaban demostrando capacidad.

Su padre, Ragnar. Muerto.
Sus hermanos, todos muertos.
Hvitserk tenía la esperanza de que Ubbe sobrevivió junto a su gente, encontrando así la tierra prometida por los dioses. Anhelaba escuchar de ellos pronto.
El hombre al cual le profesaba un profundo sentimiento, había fallecido y reencarnado en otro cuerpo. Era él. Bendecido por el Dios de Alfred.

Pero sentía que algo le faltaba, había algo que no le dejaba recobrar su compostura. Y sabía que jamás volvería a ser lo mismo.

Había perdido todo.

El toque de la puerta lo sacó de su profundo ensimismamiento a tiempo, antes de que cayera nuevamente en una tristeza insana, el rubio elevó la cabeza, clavándola así en la madera, se levantó de su colchón y se acercó hasta la entrada.

Haló la puerta y observó allí, de pie, al hombre de su mayor tristeza, felicidad y amor; Ivar.

—"¿Estás bien?" —El rubio asoma la cabeza para cerciorarse de que nadie los observara a tan altas horas de la noche.

Ivar esboza una cautelosa sonrisa que apenas si es perceptible.

—"¿Vas a dejarme entrar?" —El de cabellera suelta y larga pregunta con aires burlescos.

Hvitserk se hace a un lado, permitiendo la entrada al más joven. El rubio cierra la pesada puerta cuando debe hacerlo.

—"¿Qué haces lejos de tus aposentos?" —Cuestiona el mayor.

—"¿Ahora eres Ragnar, Hvitserk?" —Ivar observa entre las penumbras la habitación.

El rubio le mira anonadado.

—"¿Lo recuerdas?"

—"Los recuerdos llegan a mi con el pasar del tiempo, Hvitserk" —Suspira — "Me temo que no he sido piadoso en mi anterior plano" — Le observa a la distancia — "Nuestros dioses no fueron piadosos contigo, hermano" — El más bajo se acerca hasta el rubio, se posa delante suyo y levanta su mano en dirección del rostro del mayor — "¿Qué se siente saber que nuestros antiguos dioses nos han abandonado? ¿Qué uno nuevo fue generoso y se apiadó de ti y de mi? Aún tratándose de que he sido despiadado" — Posa su palma un poco tersa en el moflete contrario, sintiendo la tibieza de su piel.

—"Ivar" —Suspira su nombre con sufrimiento.

—"El Valhalla cayó" —Acaricia con suavidad — "Perdieron la batalla".

Hvitserk abre los ojos, toma la mano del más joven y se deja caer sobre sus rodillas sin importar si se lastima o no.

—"Mi Valhalla está aquí, delante mío" —Posa su frente en el dorso de la mano del contrario — "Y no dejaré que nadie me lo arrebate. Ni tú.

𝐑𝐞𝐞𝐧𝐜𝐚𝐫𝐧𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora