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"¿𝗘́𝗹 𝘀𝗮́𝗯𝗮𝗱𝗼? 𝗠𝗲 𝗽𝗮𝗿𝗲𝗰𝗲 𝗯𝗶𝗲𝗻.''

La mañana del 18 de julio de 1978, estaba en las gradas mirando el partido de mi hermano menor, Finney Blake

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La mañana del 18 de julio de 1978, estaba en las gradas mirando el partido de mi hermano menor, Finney Blake. Pero, siendo totalmente sincera también me interesaba ver a su competencia, Bruce Yamada.

Vamos a la misma clase y tenemos la misma edad, a veces hablamos, puede decirse que somos conocidos, pero el chico... Me interesa, de cierta manera.

Es lindo, bueno, inteligente, el típico chico que puedes llevar a casa para presentar a tus padres, por supuesto que no a la mía, pero si, Bruce Yamada, es el chico que me interesa.

Sacándome de mis pensamientos escuchó como mi hermana, Gwen, le lanza porras a mi otro hermano.

-¡Tú puedes Finney! -Grita a mi lado. El voltea y yo le sonrió, poniendo los pulgares hacía arriba.

Sinceramente estoy aquí porque mi hermano me lo pidió y porque quería ver como jugaba Bruce, pero no entiendo el juego.

No se de que trata, ni que es lo emocionante, mi hermano lanza una pelota y si Bruce no la golpea es punto para el equipo de mi hermano, si Bruce la golpea es punto para su equipo, ¿Oh ganaban? El punto es, no entiendo.

Observo a Gwen y la escuchó susurrar que solo uno más y que ganan el juego, río levemente y miró hacía la cancha de nuevo, buscando y encontrándome con los ojos de Bruce, le sonrío y aparto la mirada.

Me siento mal, esa sonrisa fue para darle buena suerte y se supone que apoyó a mi hermano. Soy una traidora.

Finalmente mi hermano pierde, ahora me siento peor, le di buena suerte al que no era.

Quitando el hecho de que traicione de una vil manera a mí hermano, decido adentrarme a la cancha para hablar con él.

-Hola. -Le sonrió.-  Jugaste bien, no te sientas mal, seguro ganas a la próxima.

Finney no responde y solo me abraza asintiendo, estaba desanimado, en serio quería ganar ese juego.

-Hey. -Se escucha una tercera voz, rompiendo nuestro abrazo, volteamos a ver quien es y era Bruce, el lindo asiático de ojos cafés.- Hey, Finney Blake, ¿Verdad?

Mi hermano asiente viéndolo y yo me alejo unos metros mirando al cielo, que interesante.

Aunque me alejara, aún consigo escuchar lo último que le dice, ya que es a lo único que le presté atención.

-Finn, tu brazo impresiona. -Y le sonríe.

Ay que lindo. Se le acercaba para decirle cosas y no se sintiera mal por perder, Bruce Yamada, me tienes.

-Finn. -Lo llamó y ambos chicos voltean a verme.- Te veo en casa. -Le informó y viendo que asiente me doy la vuelta.

Olvidé despedirme de Bruce. Si me doy la vuelta y me despido de él ahora será raro, pero se sentirá mal si no me despido, las dos son malas y mis pies no se detienen.

Que bien, me arrepentiré de esto cuando llegué a casa y mis ganas de gritar y llorar serán enormes.

Sin embargó, detrás de mí escuchó mi pisadas apuradas, que me alcanzan poco después de salir de la cancha.

-Hey. -Veo a Bruce, de nuevo, parece que ya no tendré tiempo para arrepentirme y sonrió para mis adentros.

-Hey. -Repito, solo puedo decir "Hey", soy el ser más fracasado de la vida.

-Eh... -El chico voltea a ver hacía varios lados, parece avergonzado, lo cual lo hace ver más lindo, invítame a salir y digo que si.- Emily, verás... -Comienza, pero no termina y tampoco me mira.

-Bruce, ¿Pasa algo?

El niega rápidamente y se pone una mano en el cuello, finalmente suspira y vuelve a mirarme.

-Me preguntaba... -Suspira, de nuevo.- Emily, me preguntaba si quisieras salir conmigo el sábado.

Me declaro psíquica, Bruce Yamada, el asiático de ojos lindos, el niño lindo de la escuela... El niño que me interesa, me estaba invitando a salir, que feliz soy.

Aún sonriéndole, conteste.

-¿Él sábado? Me parece bien. -le respondí, pareciera como si el chico frente a mi, hubiera estado cargando tres sacos de arroz porque ver como se relajaba de golpe, fue como si le sacaran un pesó de encima.

Y yo era la causante de esos nervios, dejamos de vernos y yo pude sonreír complacida, hasta que escuché como el chico festejaba.

Si, definitivamente estoy feliz.

Sin embargo la cita del sábado nunca llegó, porque esa misma tarde, Bruce Yamada, había desaparecido.

ᴇᴍɪʟʏ ʙʟᴀᴋᴇ ↻ the black phoneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora