004

882 77 1
                                    

escupo en mi mano para lubricar mi pene y cuando creo que es suficiente, lo guío hacia su anillo rosado. jadea al sentir el roce de mi glande en esa zona tan sensible, pero lo hace todavía más fuerte cuando le voy penetrando lentamente.

sus paredes estrechas me reciben con dificultad, por lo que debo detenerme en varias ocasiones para esperar a que se acostumbre a mi tamaño. sin embargo, sigo con mi avance cuando veo cómo su cabeza se mueve imperceptiblemente, indicándome que prosiga. siseo al sentir todo mi miembro en su interior al fin, y un quejido sale involuntario de su boca.

―joder ―su voz más aguda de lo normal me excita todavía más, por lo que no tardo en empezar a moverme.

agarrando con firmeza sus caderas, las utilizo para ayudarme a impulsar mi pelvis hacia atrás y después hacia delante de nuevo, embistiéndole con dureza y profundidad.

un gruñido nace de mi pecho ante la sensación de su cuerpo envolviendo mi miembro y tengo que controlarme para no destrozarle ahí mismo, en mitad del vestuario.

rápidamente, la estancia se llena de nuestras respiraciones aceleradas, de sus jadeos y gemidos y mis gruñidos, así como del ruido característicos de nuestros cuerpos chocando.

su cabeza se echa para atrás en un gesto de puro placer cuando logro alcanzar su próstata, por lo que repito el movimiento.

jeno gimotea cada vez más alto, importándole bien poco lo que pueda opinar acerca de sus sonidos para nada masculinos y eso es precisamente lo que hace que pierda la cordura.

el ritmo de mis embestidas incrementa exponencialmente, haciendo tambalearse peligrosamente los bancos bajo su cuerpo. no me parece una posición demasiado segura, por lo que decido cambiarla.

―túmbate del todo a lo largo del banco ―le pido con la voz ronca debido a la excitación mientras salgo de su interior para permitirle el movimiento. cuando lo hace, me coloco sobre él de nuevo, penetrándole con fuerza. ―mierda ―me quejo placenteramente al ver que ahora sí puedo llevar un ritmo demoledor.

sin darle tregua al chico, alzo con una mano sus caderas mientras que con la otra me sujeto con firmeza de su cuello, de manera que me encuentro ligeramente inclinado hacia delante.

en esa nueva postura, mis embestidas son mucho más profundas, machacando su punto dulce en cada ocasión y puedo llevar una velocidad vertiginosa.

―dios, sí ―celebra él a la vez que mueve sus caderas para que se encuentren con las mías.

no puedo dejar de gruñir y moverme con dureza sobre él, esto es mucho mejor de lo que podría haber imaginado. las paredes de jeno se acoplan perfectamente a mi miembro, succionándolo y apretándolo demasiado bien.

es como si nuestros cuerpos estuvieran hecho para encajar con el del otro y la sensación es tan embriagadora que siento mi orgasmo construirse rápidamente.

no dudo ni un segundo en llevar mi mano que se encontraba en la parte posterior de su cuello hasta su miembro para empezar a masturbarlo al ritmo de mis embestidas.

quiero llevarlo al límite como él lo está haciendo conmigo, quiero que lleguemos juntos al clímax.

nuestras respiraciones aceleradas y erráticas se mezclan con el sonido de mis testículos chocando con sus nalgas y eso, sumado al olor a sexo de la estancia y los gemidos agudos de jeno, hacen que mi abdomen se contraiga y empiece a descargar chorro tras chorro de semen en su interior.

gruño con más fuerza al sentir mi mano humedecerse con su semilla, y no dejo de moverme sobre él hasta que no siento que ambos hemos terminado.

me derrumbo sobre su espalda, vigilando de no aplastarle demasiado, mientras me recupero del segundo orgasmo arrollador que jeno ha producido en mí.

salgo con cuidado de él, chasqueando la lengua al sentir cómo mi miembro abandona su interior y la calidez de sus paredes.

abro sus nalgas y lamo su ranura y toda la zona, eliminando el rastro de mi corrida que ha salido de su entrada. jadea entrecortadamente ante la sensación, pero no se aparta.

después le seco con mi toalla y le giro para hacer lo mismo con su miembro, borrando en esa ocasión los restos de su propio esperma.

durante todo el tiempo que he estado con mi cabeza enterrada en su entrepierna, sus dedos han jugueteado con mis rizos y puedo jurar que ha sido la mejor sensación que he experimentado en mi vida, dejando de lado, claro, el placer de tener su cuerpo envolviendo el mío.

le ayudo a incorporarse y nos miramos, de nuevo, en silencio. percibo un atisbo de diversión en sus ojos y lo que parece ser el inicio de una sonrisa en la comisura de su labio.

no puedo evitar guiñarle un ojo con complicidad antes de girarme para vestirme y marcharme a casa. esa noche sueño con unos ojos castaños que me miran desde abajo mientras me la chupa y con los gemidos más agudos y sensuales que he oído en mi vida.

boxingWhere stories live. Discover now