Memorias

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Nos tendimos en la hamaca juntos, observando a la distancia el jardín. Es increíble que soporte nuestros peso, ya que ambos hemos crecido tanto.

Mi tía nos sorprendió, pero no dijo nada por habernos visto meciéndonos y tan cerca. Venía cargando un álbum de fotos, el cual me extendió, pero Saúl intentó arrebatarlo de mis manos.

—Guarda eso. ¿Por qué siempre buscas avergonzarme?

—Ya cállate, mojón. No sé por qué te va a avergonzar tanto, después de todo, en casi todas las fotos salen los dos.

Saúl se veía bien avergonzado, hasta haciendo puchero luce lindo.

Mi tía se sentó en el banco de madera para hacernos compañía. No nos quitaba los ojos de encima.

—Tranquilízate, solo son fotos— le dije.

Lo abrí y él no encontraba hacia dónde mirar. Ver cada foto trae tantas memorias agradables a mi mente. Nuestra niñez fue tan divertida y feliz. Nuestras familias se reunían muy frecuentemente, salíamos a acampar, a pasear por toda la isla y quedarnos en paradores, hacer barbacoa cuando estaba anocheciendo y bucear.

En mis labios se dibujó una sonrisa al ver la foto que también mi madre tiene en el álbum que guarda en casa. En ella aparecía Saúl en la playa cuando tenía unos seis años, con una lata de coca cola y su pequeño y tierno penecito por fuera. Era todo un exhibicionista.

Me siento como una pervertida al tener recuerdos de todo lo que hemos hecho y en lo mucho que ha maduro y crecido de todas partes. Su cuerpo es tan perfecto, me es inevitable no pensar en ello.

Todavía recuerdo esas salidas a la playa en familia. Solíamos dibujar en la arena y construir castillos juntos. En muchas fotos aparecíamos recolectando caracoles, haciéndonos muecas y en otras comiendo, con toda la boca embarrada de salsa, pero éramos tan felices y no lo sabíamos.

A veces deseo retroceder el tiempo, volver a ser una niña, revivir todos esos momentos en familia y… con él.

—¿En qué piensas? Te ves melancólica.

—Pienso en lo que éramos. En todo lo que hemos pasado y vivido juntos. Nuestra amistad solo se ha fortalecido con el tiempo. No puedo creer que aún estemos juntos. La mayoría de las veces, cuando crecemos olvidamos de dónde venimos, dejamos atrás a la familia, a los amigos, dividimos nuestros caminos en busca de nuestra propia felicidad, pero el nuestro, a pesar de todo, siempre ha estado conectado. Aunque nos hemos distanciado en ocasiones, siempre regresamos a donde nos hicieron sentir bien y fuimos o somos felices.

Permaneció en silencio, observándome fijamente.

—Por eso siempre he permanecido aquí… contigo; y así será siempre, no importa el camino que en un futuro elijas tomar, así este se separe del mío, estaré feliz sabiendo que tú lo eres—sentí que su sonrisa fue agridulce.

No sé por qué sus palabras me produjeron como una punzada en el pecho. Como si hubiera algo detrás, pero me costaba descifrarlo.

Así mismo como se había sentado en la hamaca conmigo, así mismo se levantó.

—¿A dónde vas?

—Voy a vaciar la maleta e instalarme en la habitación—miró a Gloria y alzó un poco la voz—. Las dejo para que se pongan al día con los bochinches— soltó con sarcasmo, alejándose por el corredor.

«¿Qué le pasó de repente?», pensé.

—Hay algo que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde que llegaron.

Caí de nuevo a la realidad por las palabras de mi tía. Me había quedado viendo hacia donde su silueta desapareció y ni cuenta me había dado.

—¿De qué hablamos, tía?

—¿Mi hijo y tú están saliendo?

Su pregunta fue tan directa y sin rodeos que me causó cierto retorcijón. Casi expulso toda la comida por todos los rotos que hay en mi cuerpo.

Mi Dulce Anhelo [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora