Capítulo 1

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      —¡Lily!

El grito de mi hermano atraviesa la barrera de mis audífonos.

Mi momento de paz ha acabado. 

¿Podría darle la atención que desea? Si ¿lo hago? Por supuesto que no. Estoy como el infierno y él lo sabe. A lo mejor si me presiona, salto y lo muerdo, pongo de excusa al período, no sé. Es tan idiota que igual me lo cree.

La tibia y caliente tela de mi pijama —aclaremos que, pijama es cualquier prenda cómoda que fuera de mi hermano— abraza mi piel mientras leo. El día es bueno. Uno de esos días donde ser joven y no tener ni maldita idea de qué carrera escogerás en la Universidad no se siente. No es un buen día para mi humor, que ha sido cruelmente interrumpido con una noticia espantosa, pero para alguien que resuelve las cosas encerrándose a leer un libro, que el día me sorprendiera con llovizna, era algo malditamente bueno. Tras un día de malas noticias, sólo deseo leer hasta que el sueño me derribe y levantarme mañana, posiblemente a las dos de la tarde. Ian continúa ahí de pie, y aquello solo hace que mi humor empeore. No quería verlo. Estaba furiosa. Quería derribarlo, que su sangre se derramara por el piso y hacer una danza con ella, pidiendo a los cielos que su espíritu no tenga paz.

Bueno, con un golpecito también me contentaba, pero se vale soñar.

Además, tengo un libro en manos, es decir ¿No me conocía lo suficiente como para saber que interrumpirme era motivo suficiente como para matarlo? Quizá lo olvidó.

—Oye... ¡Eh! —olvidé las capacidades mentales de mi hermano. Claramente le importa poco y nada su vida —Graciosita, sé que me escuchas, y si no bajas no te dejaré pizza. Fin del comunicado.

Ah.

Me giro a él inmediatamente.

—A la orden, capitán.

Bueno, mi dignidad como lectora no jugaba contra mi hambre. La pizza es nuestro alimento predilecto cuando papá no se encuentra en casa ¿Nos aburría comer pizza al menos dos días a la semana? Absolutamente no ¿moriríamos por comerla en esa cantidad? Probablemente.

—Papá se quedará en el trabajo hasta tarde. —de nuevo lo mismo. No me sorprende, pero no significa que no me afecte.

Papá había dejado de dar clases cuando lo llamaron para ser director de orquesta, nadie hubiera imaginado que el trabajo demandara tanto tiempo. Nos enorgullece sus logros y nos alegra su felicidad, pero también provocaba cierta angustia verlo cada vez menos. Últimamente casi todos los días se ve obligado a ensayar hasta tarde en su estudio. Muchos fines de semana acababa viajando.

Hago una mueca cuando veo más que eso. Entrecierro los ojos.

—Eres raro como la mierda.

Sebastian también está leyendo, sentado en uno de los tres sofás que tenemos frente a la pantalla plana. Era raro de ver, simplemente. Vestido de negro, da la sensación de ser un enorme cuervo encorvado sobre el sofá, las piernas plegadas y los pies sobre el borde. El libro es de bolsillo, pequeñísimo para sus enormes manos, parece absorto en su lectura, pero yo sé que sintió cuando llegué.

No sé cómo explicarlo, pero hay algo extraño en la órbita que lo rodea, como si todo estuviese quieto, él siempre está quieto. Inquietantemente quieto. Pero a la vez, con la agudeza de su mirada sabías que estaba al corriente de su alrededor. Siempre listo. Siempre al tanto y preparado.

Baja las piernas del sofá, y se endereza para mirarme. Su rostro luce tan ambiguo como el color gris, siempre luce de esa forma. Pacífico. Imperturbable.

Me resigno a clavar mis ojos en él, su semblante de ángel destructor y exótico, el rostro con agudas esquinas, la línea de la mandíbula intensamente acentuada, la nariz recta y carente de imperfecciones, sus labios llenos y carnosos. La frágil luz del día solo logra resaltar aún más su piel aperlada, resaltando sus ojos negros, enmarcados por largas pestañas y cejas gruesas. La tranquilidad de su mirada es tanta que llegaba a ser de alguna forma perturbadora. Su cabello necesita un corte, es tan negro que parece absorber toda la luz del lugar, las hebras de su flequillo se extienden en todas direcciones sobre su frente y se curvaban encantadoramente hasta un poco más abajo de sus orejas.

ᴛᴇ ᴅᴇꜱᴇᴏ ᴜɴ ʜᴏɢᴀʀWhere stories live. Discover now