Capítulo 5

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Estaba particularmente inquieto esa noche

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Estaba particularmente inquieto esa noche.

Sentía como si todo su cuerpo estuviera entumecido. Necesitaba moverse de un lado a otro para quitarse esa desagradable sensación, así que, cuando ya no soportó más estar cubierto hasta las orejas con la pila de frazadas, se levantó para ver si caminando un poco conseguía tranquilizar la ansiedad.

Habló con su terapeuta muchas veces sobre sus ataques de ansiedad repentinos. De pronto sentía que comenzaba a acumular demasiados pensamientos y no podía mandar a callar a su propio cerebro. Eso repercutía en su estado de ánimo y por supuesto, en su descanso. A veces no lograba dormir hasta altas horas de la noche y cuando lo hacía, se despertaba de forma repentina, asustado.

Él sabía cuál era la solución, pero se negaba a aceptarlo. Intentó con los mismos métodos que utilizaba en sus pacientes, pero en ocasiones trasladar su mente a un lugar tranquilo y seguro no funcionaba, entonces la única opción eran las pastillitas mágicas que le había recetado el doctor. "Media debajo de la lengua cuando te sientas muy ansioso y vas a descansar como un bebé", le dijo, mientras escribía la receta, pero Bastian sabía que eso era solo un parche.

Él no estaba en contra de las medicaciones, todo lo contrario. Trabajó muchas veces en conjunto con psiquiatras y en varias ocasiones era consciente de que la terapia psicológica no era suficiente, pero cuando se trataba de él las cosas eran diferentes. No le gustaba tomar ninguna clase de medicación, solo lo hacía cuando era estrictamente necesario y su definición de "estrictamente necesario" no era precisamente la de los demás.

En casa de herrero, cuchillo de palo.

Sintió el frío en sus pies descalzos cuando salió de su habitación rumbo al baño.

El pasillo solo tenía un foco en el techo que titilaba de forma débil, iluminando apenas el camino. Él sentía que estaba en medio de una película de terror. De solo pensar en que tendría que hacer ese trayecto de vuelta cuando saliera del baño, se le pusieron los pelos de punta. Así que se apuró, no solo por el desagradable escenario, sino por el frío que hacía fuera de su cuarto.

Cuando regresó, cerró la puerta y antes de volver a meterse en la cama, se acercó a la ventana para cerrar las cortinas y en ese momento, logró ver, a lo lejos, una figura que poco a poco comenzó a reconocer.

Era Finn.

Caminaba de forma errática, como si estuviera perdido. Llevaba puesta ropa demasiado ligera que probablemente no lo protegía del frío: una camiseta de mangas cortas y un pantalón de chándal. Sus pies estaban descalzos, sin calcetines.

Bastian lo siguió con la mirada hasta que lo vio perderse entre unos arbustos.

No dudó ni un instante en ir a buscarlo cuando se dio cuenta de que probablemente le estaba pasando algo malo. Así que se calzó los zapatos, se puso una chamarra y quitó una de las frazadas de su cama. Caminó aprisa por el pasillo, bajó las escaleras y cuando finalmente llegó al patio delantero, el aire frío le erizó la piel.

—¿Finn? —preguntó en un susurro mientras lo buscaba con la mirada—. Finn, ¿estás ahí?

Siguió el mismo recorrido que el chico pero cuando llegó hasta el arbusto, no había nadie.

Sin embargo, el hombre estaba completamente seguro de lo que había visto. Su instinto le decía que debía seguir buscando, así que atravesó el arbusto que dividía la entrada del patio trasero y caminó sin rumbo, valiéndose únicamente de la linterna de su teléfono para alumbrar el camino. El pasto estaba frío, húmedo debido al rocío helado que cayó durante la madrugada. 

Se envolvió en la frazada y continuó caminando, hasta que, de repente, algo lo detuvo.

Podían verse un montón de luces fosforescentes que relucían en medio de la aterradora oscuridad. Bastian supo de inmediato de qué se trataba.

En ese momento, un montón de preguntas llegaron a su cabeza y junto con ellas, también el miedo.

—¡Finn! —Gritó a todo pulmón, pero el silencio abrumador no le dio ninguna respuesta.

Se mantuvo allí parado durante varios minutos, mirando a través de los árboles, con la esperanza de que el chico apareciera, pero todo lo que vio fueron esas luces que resplandecían en medio de la oscuridad.

Lo primero que se le cruzó por la mente fue avisarle a Edith, o a cualquiera que estuviera despierto a esas horas, pero entonces, sintió una presencia detrás de él. Se giró de golpe, con la esperanza de que fuera Finn, pero en su lugar vio una figura oscura y enorme que parecía estar observándolo.

Bastian retrocedió, aterrado. No supo en qué momento sus piernas lo llevaron lejos de allí. Corrió tan rápido como pudo, hasta que, finalmente, consiguió regresar a la casa. 

 

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Hogar, dulce hogar (DISPONIBLE EN FÍSICO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora