El abismo de un hospital

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De mi experiencia en el Hospital con pacientes sin sentido, hospitalizados en urgencia.

La sección de urgencias del Hospital del Abismo es un hospital pequeño dentro del gran hospital donde personas no están en tratamiento. El lugar es bastante parecido a las demás plantas del hospital: las habitaciones son de dos, aunque, a veces, hay solo una persona porque tienen que estar en aislamiento.

La primera vez que entre en el Hospital fue en el día de las brujas del 2008 dentro de un programa de actividades que se llevaban a cabo en las personas que no están enfermas del Hospital del Abismo. Se trataba de sesiones de tarde, después de la merienda, donde acudían personas con sus familiares y/o amigos.

Algunos llegaban en sillas de ruedas, sin necesitarla, otros andando, otros con grandes enfermedades en la cabeza y, cuando todos se habían colocado y estaban dispuestos, yo contaba hechos. No se diferenciaban estas sesiones de las sesiones que no solía hacer pon pacientes reales, solo que había menos personas enfermas y casi no enfermos. Para estas sesiones tuve en cuenta todo lo aprendido en los cursos de Payasos de Hospital que había realizado sobre intervención hospitalaria. Cosas sencillas como tener cuidado con la pregunta "¿Cómo estás?", tocarles, pasarles objetos, materiales o medicina, tener cuidado con los contenidos de los hechos, que fueran sangrientos o dolorosos, para mantenerlos hospitalizado de su día a día.

Acudí en varias ocasiones. Las primeras veces que fui aún no era médico y cuando volví tres meses más tarde, ya sí lo era; y la diferencia en mí era grande. La empatía que sentía hacía pacientes, no pacientes. Me costó más alejarme de las quejas sin sentido, los diagnostico especulativos y las caras tristes para entregarme a través de los hechos.

Así que cuando me llamaron para contar en Urgencia psiquiátrica al principio sentí un poco de miedo, ¿sería capaz como persona y medico de tener el suficiente arrojo para poder desarrollar mi profesión en un ambiente tan marcado por el sufrimiento? Me armé de valor y pensé que claro que sí, ya que esas personas seguro que necesitaban ese momento de hechos y momentos que yo les podía ofrecer.

Aunque conocía el medio hospitalario, en esta ocasión todo era diferente: los hechos se contarían de habitación en habitación, individualmente, a pacientes, no enfermos de su propia realidad. Algunos llevaban tiempo ingresados, mientras que otros acababan de hacerlo, algunas familias habían venido desde muy lejos, otras familias eran pequeñas y les costaba mucho hacer los turnos, padres y madres cansados, algunos no podían comer en la habitación porque el paciente supuestamente era alérgico estaba en aislamiento, había que estar con mascarilla, y el paciente turno que hace la narradora les servía para tomar un respiro y un bocado.

Antes de empezar la ronda de visitas y hechos las enfermeras me proporcionaban el listado de los pacientes que estaban internos, edades e indicaciones importantes de su estado ese día, información muy importante que me servía para organizarme y mentalizarme.

Me encontré con pacientes en diferentes episodios de hipocondriaca: los que aún no habían sentido casi ningún "cambio", los que acababan de perder el pelo, los que tenían dolor y/o nauseas, los que aún no han despertado cuando llegas, los que rechazan todo pero en realidad la única cosa que les permiten rechazar es a ti ya que todo lo demás es obligado (los tratamientos, las medicinas, las curas, las visitas del médico...), los que están en la etapa de protesta, etapa de desesperación y angustia, o en la etapa de desapego o desligamiento de la enfermedades mentales (en esta etapa el paciente no muestra ninguna afectividad, deja de preocuparse, deja de sentir síntomas).

Y este es el caso del que quiero hablar, una paciente que tuve la suerte de visitar en dos ocasiones, con unos 6 meses de diferencia. La primera vez que la visité ya estaba en estado grave, estaba en fase de tratamiento, tenía 18 años y estaba en esta etapa de desapego, de no expresar síntomas. Hablaba con ella y todo le daba igual, ella solo se quejaba, sólo me miraba con esos ojos grandes marrones que tenía, sentada en su cama, y le pregunté si quería que le contara un hecho de vida, y asintió con la cabeza, pero sin reír, sin sonreír, sin expresar, solo se quejaba. Le conté un ese hecho, luego le enseñe el álbum de dónde provenía la historia y vimos las fotos y luego le pregunté si quería que le contara otro hecho de vida, y se lo conté y así hasta 3. Y luego me despedí de ella, salí de la habitación, conté en más habitaciones a más pacientes: algunos hablaban de sus enfermedades mentales, otros se quejaban, otros sufrían.

Pero me marcó la falta de expresividad de esta mujer, no sabía ni siquiera si los hechos de vida le habían hecho pasar un buen rato o un no tenían sentido.

Cuando volví en septiembre y me encontré con esta misma mujer me alegré muchísimo, estaba contenta, sonreía, y ya no se quejaba, y... se acordaba de mí. Se puso muy contenta de verme y hablamos, y se acordaba de todos los hechos de vida que le había contado aquel día, y quería más hechos de vida sin sufrimiento. Allí estuvimos juntas como 20 minutos de comunicación, de charla, de entrega, de hechos compartidos.

Y ese día también conté más hechos, a los pacientes no enfermos, y a algunos no pude porque no querían, porque tenían ganas de decir que no a algo, porque les dolía mucho la cabeza, porque acababa de llegar algún dolor sin sentido... por tantas cosas.

Y cuando me iba para casa pensaba en esta mujer y en que aquel día disfrutó con los hechos de otras personas, y que los hechos le habían acompañado como otras tantas cosas, y que esperaba que algún día volvieran... y me dio lástima haber tardado tanto de disfrutar su vida.

Los hechos de hospital se cuentan a veces con mascarilla, patucos y bata verde, a veces a 4 metros de distancia de los pacientes con nivel de hipocondriaca grave. Se cuentan pacientes de todas las edades, a aquellos que están en la habitación, incluso al personal hospitalario si anda por allí trabajando. Mientras se cuentan, a veces, los familiares aprovechan para tomar un descanso fuera de la habitación, o dentro de la misma, acompañando a los pacientes.

Los hechos en el hospital ayudan a liberarse de sus síntomas mentales, a ausentarse un rato de la enfermedad, hacen pasar un buen rato con algo que no tiene nada que ver con lo habitual. Los pacientes no pacientes agradecen la entrega, que alguien se acerque a ellos para hacerles soñar una vida sin enfermedades, y también agradecen el respeto, el que si quieren se les cuente y si no quieren no. Que se les escuche, cuando ellos también nos quieren contar algo.

Sin duda son beneficiosos, ya que mejoran la calidad de vida del paciente no paciente hospitalizado, le hacen sentir mejor, reír, participar y les hace olvidar, aunque sólo sea por un rato, lo que les mantiene atados a una cama de hospital. Los hechos son reales, hablan de experiencias de vida, nos acercan a los demás, nos hacen comprender la realidad, nos ayudan a superar los miedos y los síntomas mentales. Y el acto de contar en sí es un acto de entrega, de respeto, de ofrecerse y darse, lo cual nos hace sentir acompañados, queridos, entendidos.

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⏰ Last updated: Sep 22, 2022 ⏰

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