El amor de un padre

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—¿Cómo has dicho? —preguntó Lilja aún sin poder creerse lo que había escuchado.

—Vamos a... —empezó a decir Loki antes de que la mujer le interrumpiese.

—Te he oído perfectamente, lo que pasa es que no me puedo creer que hayas dicho semejante estupidez —contestó empezando a enfadarse.

—Pero pequeña será divertido, vendrá toda la familia y...

—¡Eso es lo peor de todo! ¿Después de todo lo que ha pasado hoy te parece buena idea traer a una panda de dioses de la guerra alcohólicos? —gritó ignorando el puchero de súplica del rostro de su padre.

—No todos son dioses de la guerra.

—¡Oh por todos los dioses papá! ¡Pero son unos borrachos! ¿De verdad te parece buena idea traerlos a un colegio lleno de niños?

—Pero el Yuletide es una celebración familiar, sin ti no será lo mismo... además al director le parece buena idea —sonrió intentando convencerla.

—¡Hoy casi muere un mortal! ¡No os dais cuenta del peligro al que estarán expuestos los niños si además de los dragones le añadimos un grupo de dioses alcoholizados! —chilló desesperada.

—¡Lo único que te importa es el mortal! —gritó Odín hablando por fin—. ¡Tu familia te es indiferente!

—Tú no eres el más indicado para hablar de la familia —dijo ella volviéndose a él con expresión de desprecio.

—¡Eres mi nieta! —vociferó mientras se acercaba y se ponía frente a ella—. ¡Nosotros somos tu familia, y no ese mortal con el que te estabas revolcando!

—Tú no eres nadie para decidir con quien me revuelco o me dejo de revolcar. Soy una adulta por si te has olvidado de ello, así que a él déjalo a parte. ¿Además de qué familia me hablas? ¿De los dioses que me despreciaron durante años hasta que les fui útil? —la cara de Odín empezó a ponerse roja de la ira.

—¡No sabes de lo que hablas chiquilla!

—Quizá deberíamos relajarnos todos un poco —Loki intentó aligerar el ambiente interponiéndose entre ambos.

—¡Fuera! —gruñó Odín entre dientes.

—¡Ni se te ocurra hablarle así a mi padre. Él ha sido el único que se ha preocupado por mí siempre, mientras todos vosotros me dabais la espalda! —agarró a Loki con delicadeza para quitarlo de en medio—. Déjanos solos por favor —le susurró.

El dios la miró intentando captar alguna señal que le dijese que debía quedarse para ayudarla pero en su rostro solo vio determinación e ira. Estaba seguro de que su hija era capaz de enfrentarse a cuantos dioses se pusiesen frente a ella, aunque su instinto paterno le obligase a meterse siempre en medio. No quería que ella sufriese. Aún así, y en contra de lo que su corazón le decía, asintió y abandonó la cabaña para adentrarse en la oscuridad de la noche.

*******

Severus recorría los pasillos del castillo intentando contener la sonrisa que amenazaba con mostrarse en sus labios. Por mucho que le costase reconocerlo estaba contento, aunque había algo que le molestaba. Era una sensación que había tenido desde que había llegado a su habitación y que por mucho que lo intentaba no podía deshacerse de ella. Estaba nervioso, sentía como si el estómago se le diese la vuelta dentro del abdomen, no paraba de repetirse una y otra vez que era ella la que le había dicho de verse más tarde, pero aún así tenía miedo de que hubiese cambiado de opinión y ahora le rechazase.

Salió del castillo y vislumbró la casa de la pelirroja a lo lejos. Las ventanas estaban iluminadas y podía ver su silueta recortarse a contraluz, no estaba sola. Desde donde estaba no podía saber quien estaba con ella pero aquello fue suficiente para que la calma superficial que se había obligado a mantener desapareciese al instante.

El lamento de la mujer dragón Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt