Doce Fuerzas

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El día no podía ser más hermoso: aves deleitando con su armonioso canto, aire fresco y suave, el sol necesario para disfrutar al exterior sin sentir la piel quemarse. Además, no había tantas personas deambulando por las banquetas y calles. Por la hora, la mayoría se encontraba aún en sus trabajos, esperando ansiosos el almuerzo.

Disfrutando de la tranquilidad que la despoblación ocasionaba, se hallaba un joven de veinticinco años: Baekhyun.

Él no se consideraba fanático de abandonar su vivienda para realizar reuniones sociales, le gustaba pasar tiempo consigo mismo y perderse en el mundo de la redacción. Aunque un par de veces a la semana, podía dejar su mundo de lado para convivir con sus amistades y su familia y pasar momentos agradables en su compañía.

El cariño y la confianza que sentía por todos ellos nadie lo ponía en duda, no obstante, aun así, jamás les había revelado su más antiguo secreto. Con cada salida sentía la necesidad de estar siempre en alerta, escuchando por encima de la música y las conversaciones en busca de algún peligro. Además de evitar el alcohol a pesar de la insistencia de sus acompañantes, pues se rehusaba a que el efecto inhibidor de la sustancia lo hiciera perder el control que tenía sobre su magia y no porque quisiera ocultarse sino porque debía, ya que a una edad temprana había aprendido a que era mejor callarse algunas cosas, por su bien.

Todo comenzó cuando tenía ocho años, cuando un hombre malherido apareció en su habitación. Se recordaba contándole a sus padres sobre el hecho y cómo estos lo llevaron al médico poco después; tal vez le hubiesen creído si la sangre en el tapete no hubiera desaparecido al mismo instante que el hombre. Y aun cuando les había mostrado el mensaje, esto sólo consiguió molestarlos más por considerarlo invención suya y la hoja había terminado arrugada dentro del bote de basura. Él la había recogido en secreto, entre lágrimas.

Después, conforme ganaba edad y estatura, fue consciente de cómo algunas sombras se movían de manera independiente del objeto que las provocaba, para posteriormente desaparecer. También había escuchado gruñidos fuertes muy parecidos a los de las bestias de las películas que solía ver, pero ninguno le resultaba familiar. Se convenció de que no había animal conocido que fuera el causante de eso y se refugió en sus padres. No tardó muchos días en encontrarse frente a un médico contestando preguntas sobre alucinaciones y oír voces.

Había aprendido a callar todo aquello y no solamente eso, sino a ocultar su poder: la luz. En su último año de secundaria hizo el enorme descubrimiento de que podía hacer magia como el hombre desconocido de su habitación, pero él no hacía que los objetos flotaran. Ese día, varios pubertos decidieron que era divertido dejarlo encerrado en los baños de la escuela y, por supuesto, a oscuras. El hilo de luz que entraba por el marco de la puerta, fue su refugio y más que eso... Con llanto mojándole el rostro y con el cuerpo temblando de miedo, esa luz se aglomeró en sus manos y se mantuvo en ellas por minutos para después obedecer su pensamiento de iluminar todo el sitio hasta que el hombre de intendencia abrió la entrada.

Algo tan increíble merecía la pena contarlo. No obstante, tenía miedo de que sus padres decidieran llervalo al médico por tercera ocasión y lo dejaran encerrado en alguna institución. Practicó su habilidad en secreto, hallando una extraña relación: cuando entrenaba, los gruñidos de las bestias aumentaban así que, por temor a las criaturas desconocidas, decidió olvidarse de su magia.

Después de eso, terminó sus estudios y creyó que conseguiría rápidamente el trabajo de sus sueños al terminar la universidad pero no eso no ocurrió, el mundo laboral era más complicado de lo que imaginó.

Las copas de los árboles del parque alborotaron sus cabellos castaños. Andaba por los caminos vestido con tenis, jeans, un portabebé gris recién comprado y una playera con un discreto estampado trasero de "Be eco". Todo en él gritaba "mírenme, soy papá primerizo", al menos cualquiera que lo viera, y no lo conociera, pensaría eso porque él no era padre.

Hacía poco más de un año que la esposa de su hermano bendijo a la familia con la llegada de una nueva integrante: Haru. Esa pequeña traviesa que solía ensuciarse las medias con una velocidad increíble, y ese día no era la excepción. Fue encargado del cuidado de la infante mientras su cuñada se encontraba en los baños. Era difícil, ¿no? Así veía la labor de los padres, por lo que él no se consideraba listo todavía e ignoraba si algún día lo estaría. Por el momento, pensaba ser el mejor tío de la historia.

Baekhyun no sólo alardeaba de su sobrina a cualquier lugar que iba, porque también estaba muy orgulloso de formar parte de un periódico nacional. Revisaría la redacción de los horóscopos, pero confiaba en que pronto se hallaría escribiendo sus propias noticias y artículos. De finanzas de preferencia, ya que no deseaba escribir sobre la gran violencia en el mundo.

Tras un par de años de graduarse de la licenciatura, Baek estaba orgulloso de haber conseguido un empleo que lo encaminara al trabajo de sus sueños y que, además, le permitiría comprarle a su sobrina los juguetes que quisiera.

Mientras se dejaba guiar por los tembloroso pasos de la niña de vestido rosado, varias mujeres le sonreían al pasar por su lado. Tal vez lo estaban considerando un estupendo partido para tener descendencia por la imagen que daba, pero él no tenía interés por ellas.

A su edad, no había mucha presión de sus padres sobre independizarse y formar una familia, pero tarde o temprano llegarían las tediosas preguntas sobre su vida personal. No le faltaban pretendientes, sin embargo, no les permitía acercarse demasiado porque él estaba perfectamente bien así, soltero. ¿Por qué darle la oportunidad a alguien de desordenar su organizada existencia?

Estruendo.

No se trataba de un rayo o una demolición, más bien era un choque automovilístico. Las personas en las bancas y las que caminaban, volteban a todos lados intentando hallar el origen, aunque la densa arboleada no dejara ver más allá. Susurros inquietos salían de sus bocas, contrario a Baekhyun que permanecía mudo y estático a pesar de los reproches de Haru.

Baek tenía un mal presentimiento. La sensación no se marchaba a pesar de no ser el único que escuchó el fuerte ruido. El aire llevaba una sensación inquietante con él e, incluso, parecía que movía las hojas de una manera distinta. Abrazó a su sobrina y la acomodó en su portabebé antes de iniciar la búsqueda de los baños públicos. Necesitaba buscar a su cuñada e irse los tres de ahí a la brevedad. Se condujo a prisa por senderos desolados; si algo ocurría, era lo suficientemente capaz de proteger a Haru pero no se encontraba seguro respecto a la demás gente. Además, si debía exponerse, ¿cómo explicaría lo que verían de él?

Baekhyun no lo entendía, había pasado años ocultándose, ¿por qué volvían cuando su vida parecía tomar el rumbo que siempre quiso? Sabía que eran esas bestias de las que tanto se escondió porque, mientras más caminaba, a lo lejos nuevos ruidos surgían. Sus pasos se volvieron más apresurados. Sí, estaba listo para defender a su sobrina, no dejaría que nadie ni nada le hiciera daño.

El piso tembló con brusquedad, los pájaros abandonaron las copas verdosas y Baek sólo podía aceptar su realidad. Mientras tanto, la pequeña, ajena a la realidad, parecía que en cualquier momento caería dormida, al castaño no le sorprendió ya que ella ignoraba a la criatura que surgía entre los árboles: una bola negra de la que sobresalía un ojo rojo y una boca redonda con doble hilera de colmillos decorando la circunferencia, las cuatro patas oscuras que salían de la esfera avanzaban rápidamente hacia su dirección.

Baekhyun retrocedió un par de pasos, porque consideró la posibilidad de huir antes que dejarse en descubierto. Sin embargo, varios metros más allá otro se acercaba. El momento para dejar de ocultarse había llegado. Levantó su manos derecha en dirección al monstruo que se les acercaba como cienpiés, mientras que con la otra sostenía la cabeza de la infante. Los rayos de sol se agruparon en forma de una pesada columna y se estamparon contra su rival, oyó sus gruñidos pero no se detuvo hasta que lo miró desplomarse.

Agitado, Baekhyun bajó su tembloroso brazo. Había salvado a Haru, aquella habilidad que escondió por tanto tiempo le había servido para mantenerlos con vida. Dio un beso a la cabeza de la susodicha. Su alivio duró lo mismo que un parpadeo, ya que algo había caído de los árboles, o alguien más bien... Un joven alto aterrizó entre la criatura y él.

El individuo vestía un conjunto de pantalón y chaleco de una tela similar al cuero, camiseta negra, botas tan oscuras como la vestimenta y agujetas a juego. Los brazos estaban trabajados, la espalda eran bastante ancha y tenía las facciones faciales perfectamente definidas, mientras el cabello era como el mismo azabache. Baekhyun lo miraba desconfiado, sin salir de su estado de alerta, había una expresión de arrogancia en el rostro ajeno que no le agradaba. Sin embargo, pronto su cerebro se enfocó en el atuendo y sólo pudo pensar en una cosa: el chico que apareció en su habitación.

Aunque el hombre era físicamente diferente al de su niñez, el uniforme era idéntico. Tal vez, y solo tal vez, después de años encontraría una respuesta a lo acontecido en su infancia.

-Te encontré- dijo Sehun.

La segunda criatura, dueña de una forma parecida a un escorpión con tenazas gigantes y ojos rojos, gruñó roncamente y se dirigió hacía ellos como un depredador por su presa. Por una fracción de segundo, Baek pudo observar un destello verde en esas iris cafés que no se despegaban de él. Después de eso, el ser había sido cortado en miles de pedazos y regresado a su forma de sombra.

-Lo encontré- pronunció Sehun, una sonrisa arrogante se formó en sus labios.

Baekhyun no tenía idea de si estaba hablando con alguien a quien no veía o si el joven había enloquecido, pero no pensaba quedarse a averiguarlo. Dio media vuelta y se topó con cuatro hombres vestidos igual que el que tenía detrás suyo.

-¿Lo dejaste vivo?- cuestionó el más alto del cuarteto, su tono de voz demostraba la sorpresa por tal acción. Se trataba de Jongin.

De luz y viento «SeBaek»Where stories live. Discover now