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「 ʟᴀ ᴅᴇsᴀsᴛʀᴏsᴀ ʀᴇᴀʟɪᴅᴀᴅ 」


Miro a mi alrededor, de repente muy nervioso. La idea de que solo quedemos unos pocos en este maldito juego, me aterra. Aun mantengo en mi mente la promesa que le hice a mi hermana de volver con ella a casa, o al menos de intentarlo, y creo que eso es lo que me impulsa a seguir adelante, lo único que me da fuerzas. 

Las personas que me acompañan ponen sus esperanzas en mi, sus deseos y más profundos anhelos, ¿seré capaz de hacérselos cumplir? El miedo de no poder hacerlo me atormenta. Siempre pensé, de todas formas, que no sería yo el que estuviese delante, el que liderase a esta gente, pero aquí estoy. ¿Y siendo sincero? No me puedo imaginar haciendo otra cosa ahora mismo.

Mientras acaricio la daga de Minho, me pregunto si es lo correcto. No quiero que nadie más muera por mi culpa, no lo soportaría. El rostro de Keisha, de la niña que me imploró su muerte me invade en sueños. Me hubiera gustado haber hecho las cosas diferentes, haberla hecho entrar en razón..., Pero debía de superarlo. Ella seguro que no me culpaba por su muerte, y odiaba martirizarme por algo a lo que me había visto obligado a hacer. Nunca olvidaría su rostro lleno de pena y de dolor, y creo que eso era suficiente.

Escuché cómo Thomas comentaba que esperásemos a que ese estruendoso ruido de las puertas abriéndose se diera a su fin para poder ponernos en marcha. Y así fue; la espera fue corta y cuando nos recibió el silencio absoluto del bosque, supe que era hora.

Me pareció que el cielo se descubría, que se mostraba ante nosotros como una llamada de auxilio, y la recibí con los brazos abiertos. Alcé con fuerza la daga de Minho y disfruté de su tenue brillo, aquel que me acompañaba en las noches y me iluminaba en mis sueños. Tomé una profunda respiración y no tardamos en descubrirnos; no había nadie por el momento, pero no había que confiarse. Un campo verde se abre ante nosotros y es despejado; sin embargo, algo oscuro se avecina ante nosotros y temo no poder proteger a aquellos que ahora considero mis compañeros de batalla.

Lo primero que vislumbro es la enorme Cornucopia que se encuentra en el medio del terreno, tentando, clamando a una guerra sin porvenir. En su estructura deforme y dorada, hay una repisa larga  extensa en el centro en el que reposan varias mochilas con distintos números de distritos. Una para cada pareja que quede con vida, o en el caso por ejemplo de Galliard, para uno solo. Conecto mirada instantáneamente con Brenda y ambos asentimos con complicidad. La nuestra es la última, y hasta asegurarnos de que no hay peligro, no la cogeremos.

El grupo permanece atrás, sin quererse aventurarse en demasía por precaución. No quieren salir heridos en vano; y menos, a sabiendas de que el chico del distrito 1, Gally, y los dos jóvenes del 2 aun andan sueltos.

—Permaneced juntos —ordeno, mientras me adelanto unos pasos.

De pronto, a la lejanía por la ladera derecha, sale un niño pequeño despedido hacia una mochila que tiene el número once escrito en la delantera. Es el único que queda vivo de su distrito. Por su tamaño, debe de tener por lo menos unos trece años, y aunque realmente no tiene un cuerpo delgado, es rápido. Newt observa con interés como el niño desaparece por las grandes puertas del laberinto sin mirar ninguna vez hacia atrás. No tiene miedo.

—Si un niño puede hacerlo, creo que nosotros también —oigo comentar a Ethan, que aprieta el arco entre sus manos, y le da la sensación de que quiere algo de diversión.

Ve como Heather le observa, y sabe que hay más que amistad entre ellos. 

—No seas tonto. Es muy probable que los profesionales anden sueltos por aquí; no les interesaría un niño que puede matar con un chasquido de dedos. —Teresa tiene razón, pienso.

𝐓𝐇𝐄 𝐇𝐔𝐍𝐆𝐄𝐑 𝐆𝐀𝐌𝐄𝐒, Newtmas ( au ) [✓]Where stories live. Discover now